Diario de León

CANTO RODADO

¡ay, león!

de las vacas gordas se nutrieron todos los especuladores y ahora que están flacas no pagan ni la leche y trafican con la gente y con la música

León

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En aquel tiempo de vacas gordas salía el dinero por el grifo y ahora los ganaderos tienen que arrojar la leche al suelo porque no les pagan ni lo que vale el ordeño. Tiraban nuestro dinero por un tubo y aquí nacía un campo de fútbol, allí un auditorio, más allá un museo, un edificio inteligente, un laboratorio nuevo en el extrarradio, un mausoleo de usos múltiples sin ningún uso en el parque tecnológico... Un centro de control del tráfico ferroviario sin tráfico que controlar.

Se cerró el Laboratorio Pecuario, los fondos europeos invertidos en convertir el Palacio de Jabalquinto en una lanzadera para las artesanías se colaron por el sumidero de un restaurante. La caja muerta clausuró la Casa de las Carnicerías, los alcaldes expulsaron los trenes de la ciudad y la estación de Matallana quedó en silencio.

Declararon la Semana Santa de Interés Turístico Internacional, cobraron por entrar en la Catedral y alguien voceó a los cuatro vientos que había encontrado el santo grial en León. Pusieron un trenecito sin vías por la ciudad y unas moscas a precio de oro.

Las personas

P ero se olvidaron de la gente, ¡leche! De las personas que habitan la ciudad. Se olvidaron tanto de la gente que ya no se acordaban de que existían salvo cuando tenían que hacerse una foto rodeados de niños y niñas o llegaba la época de votar y llenar las urnas.

La gente también se olvidó de su existencia. Se convirtieron en fantasmas satisfechos flotando en la corriente de euforia. Hasta que los que jugaban al monopoly empezaron a expulsarles al extrarradio, como a los judíos hace siglos. Esto es para las procesiones, aquello para el turismo, ese local para el banco, ese palacio para el amigo americano, esos trozos de calle para la ORA y las terrazas... De todo hicieron negocio. Sin contar con la gente. Como diría el simpar Laudino García, histórico alcalde comunista (luego socialista) de Igüeña, recientemente fallecido: «Hicieron un pan como unas hostias».

Los pájaros

L eón, la ciudad en la que planean meter el Conservatorio de Música en los bajos del campo de fútbol. La ciudad donde se gastaron casi dos millones de euros en comprar un órgano nuevo para mayor gloria de la Catedral no tiene dinero para hacer un conservatorio nuevo (en La Palomera, como se prometió) o restaurar el que ya existe y, si hace falta ampliarlo, que hay parcela libre en Santa Nonia. Hablan de trasladar el conservatorio como si fuera una caja de cerillas. O un ataúd al cementerio. No interesan los músicos, ni las músicas. Sólo las bandas importan. Y los de su bando.

Si la gente no lo remedia, van a meter cuatro millones más en el campo de fútbol —que nos costó 30 millones de euros— y a mandar con la música al otro lado del río a las nuevas generaciones. Van a matar dos pájaros de un tiro mezclando con los balones de fútbol y las peñas de la Cultural a la Dirección Provincial de Educación.

Los barrios

Y van a liquidar definitivamente el barrio de San Claudio, el viejo barrio italiano, condenado a ser un geriátrico sin música y sin ruido. Sin el pálpito de la vida que empieza cada curso y agita la calle. Los equipamientos públicos son entes vivos que nutren el entorno y se alimentan de él. Y de la gente.

Un país, ni siquiera una ciudad, no se puede diseñar al margen de la gente. Pero lo hacen. Nos hacen tirar la leche y cerrar la cuadra en nombre de la Unión Europea y desvalijan la ciudad en nombre de las vacas flacas. De la gente que se ocupen, llegado el caso, las instituciones de caridad. Es natural que la pobreza se herede.

¡Ay, León! ¿Quo vadis? Sin vacas, sin leche, sin gente.

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