Diario de León

el sueño que pasó a leyenda

Un recuerdo por la puerta grande

En agosto se cumplirá un siglo de la segunda cogida mortal en la plaza de toros de astorga. Antonio Carpio perdió la vida y con ella se fue el sueño de imitar a belmonte. SU VALENCIA NATAL LE RECUERDA

Astorga se volcó acompañando el entierro del torero, cuyos restos permanecieron en el cementerio maragato hasta 1924.

Astorga se volcó acompañando el entierro del torero, cuyos restos permanecieron en el cementerio maragato hasta 1924.

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a.g. valencia
León

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Cuentan las crónicas de la época que el tren dirección a la Feria de Astorga iba abarrotado y parada tras parada se llenaba aún más. Era agosto de 1916 y la plaza de toros de la ciudad maragata acogía el evento taurino del año. El coso astorgano era el principal de la provincia y leoneses y comarcanos no dejaron pasar la oportunidad. Toreaba el maestro de Catarroja (Valencia), Antonio Carpio, que soñaba con imitar a Belmonte. Todo empezó según lo previsto, aunque la tarde se tornó negra.

Recoge el periodista Manuel Carlos Cachafeiro en Primeras Imágenes Taurinas de León que «Antonio Carpio fue consciente del peligro que entraña aquel ‘juego’, jugándose la vida una tarde sí y otra también». Al final el destino pudo con el diestro, aquel 27 de agosto de 1916, en la plaza de Astorga. Y es que, como señala la misma publicación, «tras una vibrante faena en el coso astorgano, Carpio encaró la suerte suprema. Al primer intento falló. Al segundo, el novillo que había estado reservón toda la tarde, se arrancó sin darle tiempo a taparse con la muleta. La cornada le destrozó la femoral».

Este verano se cumplirá un siglo de la segunda cogida mortal en la plaza de toros de Astorga, que se sucedió ocho años después de que Serranito también exhalara su último aliento muy cerca del Jerga. De nuevo, llegó sin avisar, como narran las noticias de la época, truncando el sueño de Belmonte y terminando con la leyenda del torero de Catarroja. Carpio falleció a las 22.30 horas, bajo el estupor del público. El novillero fue enterrado en la ciudad maragata hasta que, en 1924, su amigo y matador de toros Rosario Olmos pudo organizar un festival taurino en Valencia para trasladar los restos mortales a su Catarroja natal.

Cien años después de aquella cogida, que sobrecogió a la provincia, la revista Falla L’ Albufera se hace eco del suceso, recordando ‘por la puerta grande’ a su torero de Catarroja. Cuentan que siendo apoderado por Francisco Nin de Cardona, Carpio vio cumplido en marzo de 1916 —solo unos meses antes del fatal desenlace— su sueño dorado de triunfar en Madrid. La prensa de la capital se hizo eco del triunfo del diestro. Carpió nunca experimento el miedo, publicó el dirario El Sol .

El torero estaba en racha y aceptó mostrar su arte en la plaza maragata. Era corrida mixta, de la ganadería De Arribas y aquel día compartió cartel con Serafín Vigiolo ‘Torquito’, que también sufrió una cogida esa tarde.

El desenlace más triste llegó cuando el novillo le embistió en la femoral. Recoge la revista que «Carpio poco a poco se fue apagando sin que apenas le quedaran fuerzas para hablar. Arropado por el picador y sus banderilleros, el maestro pronunció en la enfermería astorgana sus últimas palabras. Eran las 22.30 horas de aquel fatídico 27 de agosto.

La muerte del diestro fue una voz de alarma para el estado de las enfermerías de las plazas de toros. Sin embargo, como explica Cachafeiro «la herida era tan grande que ni con los mejores medios se le hubiera podido salvar la vida». Antonio Carpio murió a los 21 años a consecuencia de una gravísima cogida por el toro llamado ‘Aborrecido’, de la ganadería De Arribas. El siguiente octubre tendría que haber tomado la alternativa de manos de Joselito Gómez ‘Gallito’.

Recoge Falla L’ Albufera que «resultaron inútiles los auxilios de los facultativos. Al torero valenciano, agonizante en la desvencijada cama de la sórdida enfermería, le fue administrada la extremaunción». Muchas coplas florecieron tras su muerte. Una de ellas relata que a la mañana siguiente, por las calles de Astorga, fue todo un público a verlo. «Todos derramando lágrimas fueron a ver el cadáver de quien ofreció su vida por no parecer cobarde».

Una vida taurina muy corta. De nuevo la prensa nacional se hizo eco de la desgracia. «Carpio consiguió ponerse a la cabecera del novillerismo de España y hubiera llegado a ser un gran matador de toros», publicó entonces La Correspondencia de España .

Tras la muerte del diestro, en 1918, se concedió al médico Julio Carro Carro la cruz de la Beneficencia con distintivo negro «por su comportamiento curando al diestro Carpio». También Diario de León se hace eco en 1923 de la visita de los padres del torero a Astorga para recoger los restos mortales del joven. Carpio sigue llenando obituarios taurinos y minutos de silencio, como el celebrado en el año 2000 en la plaza de toros donde perdió la vida.

Antonio Carpio murió muy joven pero dejó la huella del capote demostrada en su destreza. Un siglo después la leyenda vuelve al papel.

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