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Un hito histórico

Chernóbil zona 0: regreso al pasado

Entrar en la ‘zona de exclusión’ de la central es como internarse en el pasado o en una zona de guerra sin bombardeos. Treinta años después del peor accidente nuclear de la historia el silencio lo envuelve todo en torno a la siniestrada instalación

Una de las aulas de la escuela de Pripiat con una máscara de gas colgando del techo.

Publicado por
Virginia Hebrero
León

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Unas dos horas de ruta desde la capital ucraniana, Kiev, situada a 120 kilómetros, llevan hasta el primer ‘checkpoint’ en la localidad de Ditiakbi: es la frontera de esa ‘zona de exclusión’ de 30 kilómetros. Tras comprobar los preceptivos permisos emitidos por las autoridades ucranianas, el oficial de guarda abre la barrera para permitir el paso a una carretera desierta de vehículos.En el interior de esta zona apenas vive gente, desde que más de 135.000 personas fueron evacuadas tras aquel fatídico 26 de abril de 1986, cuando explotó el reactor número 4 de la central de Chernóbil, liberando una radiación superior a 500 bombas atómicas como la de Hiroshima.

El silencio en la ‘zona de exclusión’ es el principal recordatorio de cómo fueron arrancados de sus hogares los habitantes de Pripiat, que tenía 50.000 habitantes, de Chernóbil, con 12.000, y todos los pueblos de la vecindad. «Nos dijeron que era para tres días y que cogiéramos solo los imprescindible, y resulta que fue para siempre», cuenta a Efe Liudmila Petrovna, ex trabajadora de la central evacuada como todos sus vecinos.

A ambos lados de la carretera el camino está jalonado de señales con el temible trébol radiactivo. Nuestro vehículo no puede salirse de las rutas marcadas y el guía que acompaña a Efe lleva en el coche un medidor de radiación.

La presencia del guía es obligatoria para los periodistas y científicos que visitan la zona, así como para algunos grupos de turistas intrépidos que desde hace unos años han comenzado a llegar en busca de emociones fuertes.

Un segundo puesto de control, a solo diez kilómetros de la central, permite ingresar en el ‘núcleo duro’ donde se encuentran la ciudad fantasma de Pripiat y la propia central atómica.

Una gran estela de piedra con el nombre de Pripiat recuerda que se fundó en 1970 para acoger a los trabajadores de la central y sus familias, una ciudad entonces modelo, con todas las comodidades y que atraía a jóvenes de toda la Unión Soviética.

TODO SE PARÓ EN UN SEGUNDO

A la entrada, una escena surrealista: una gran cruz de madera con un Cristo, al lado una nueva señal de radiación y un perro que rompe el silencio con sus ladridos. «La cruz la pusieron a principios de los 2000, después de la desintegración de la URSS, cuando la Iglesia Ortodoxa y la religiosidad recuperaron el terreno perdido durante el comunismo» nos dice Yuri, el guía. A partir de ahí se puede imaginar lo que era Pripiat, grandes avenidas ahora comidas por la vegetación, enormes bloques de viviendas vacíos que se yerguen fantasmagóricos y la principal plaza de dimensiones gigantes al estilo soviético.

A su alrededor, todo abandonado, oxidado, congelado. Tiendas, restaurantes, cafés, supermercados, escuelas, centros deportivos. Todo reconocible pero siniestro, porque permite recrear cómo era la vida y cómo se paró en un segundo, a la 1.23 de la madrugada del 26 de abril.

De camino a la central, se vislumbran a lo lejos los cuatro reactores que funcionaban y dos que estaban en construcción. Para visitar la instalación es obligatorio vestir la bata y cofia blancos que llevan todos los trabajadores. Porque Chernóbil sigue funcionando y unos 2.000 trabajadores acuden cada día para llevar adelante el programa de desmantelamiento de la instalación, cese total de la explotación y almacenamiento seguro del combustible nuclear.