Etiquetas de quita y pon

Se ha fijado alguna vez en la cantidad de etiquet?as que ponemos a lo largo del día? Etiquetamos cómo es un amigo por algo que hizo ayer, cómo es el vecino por cómo nos saludó hoy, cómo es alguien que acabamos de conocer por cómo respondió a una pregunta…

Todos ponemos etiquetas. Se las ponemos a los demás y nos las ponemos a nosotros mismos, sin darnos cuenta del poder que tiene etiquetar a alguien, especialmente si es algo negativo (vago, cobarde, irresponsable, etc.), pero también cuando es algo supuestamente positivo (valiente, fuerte, alegre, etc.).

¿Sabe que cada vez que etiqueta a alguien limita sus posibilidades de ser otra cosa? No le deja más opción que ser eso que usted dice. Es como decirle que no le aprueba cómo es, pero que no le permite ser diferente. Por eso a los niños es especialmente importante hablarles de su comportamiento, nunca de su identidad. Es decir, si un niño no le presta su juguete a otro no le diga que es malo o egoísta, sino «tu comportamiento ha sido poco generoso» o «no ha estado bien que hoy no le dejaras ese juguete al otro niño». Porque a veces, y más en la infancia, las etiquetas pueden llevarnos a actuar de forma que los resultados que los demás esperan de nosotros se conviertan en realidad.

Lo que quiero decir es que las personas no somos. ¡Las personas estamos siendo! Podemos decir una mentira y eso no nos convierte en mentirosos. Podemos llorar un día y eso no significa que seamos unos lloricas. Podemos ser egoístas una vez y eso no nos convierte en personas egoístas.

Y lo mismo sucede con las etiquetas que le han puesto a usted. Lo que la gente le ha dicho que es tiene muchísimo poder. Tanto que muchas personas se comportan de una determinada forma porque alguien les dijo que eran así. Obedientes, responsables, fuertes… Todos cargamos con etiquetas que no son nuestras. Así que cuando la etiqueta se la haya puesto alguien más pregúntese si se la quiere quedar.

En definitiva, empiece a elegir sus etiquetas y deje a otros elegir las suyas.