Diario de León
Publicado por
andrés aberasturi
León

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Llevamos sin Gobierno ni se sabe el tiempo y Sánchez de chiringuitos y Rajoy de puente en funciones. La prima de riesgo está por los suelos y la deuda se coloca muy bien en los mercados. Darían ganas de implorar a la virgencita que nos deje como estamos si no fuera porque no hace falta pedir nada al más allá: de que sigamos así ya se encargan nuestros políticos y no poco medios que maltratan al líder de Ciudadanos, ese que, según el propio Felipe González, es el único que ha hecho una «acto de responsabilidad política desde las elecciones». Pues caña a Rivera desde todos los sitios por defecto o por exceso. Pero este es el país que tenemos. Y mientras los políticos descansan de tanta negociación, siguen ocurriendo cosas que sólo me atrevo a calificar de pintorescas.

Se supone que este es un Estado de Derecho, una democracia que ya no es tan joven como creemos y que se rige por una Constitución —que seguramente debe revisarse— y que a su vez se encarna en unas instituciones aceptadas en su momento por una inmensa mayoría de ciudadanos.

Por eso sobrecoge escuchar a Otegi, ese «hombre de paz» según algunos visionario, afirmar tajantemente que «uno de esos sectores que es en este caso la izquierda soberanista ha tomado una decisión, que es que yo encabece las listas de EH Bildu para las próximas elecciones y esa es una decisión que la tomamos aquí, de manera soberana y con esa decisión vamos a ir hasta el final».

¿Y por Cataluña? Pues lo de siempre, haciendo la goma con el Tribunal Constitucional al que piden amparo para tener grupo parlamentario (y dinero) mientras se declaran en rebeldía contra él. Cosas que pasan. Pero me llegó al alma la frase de Tardá porque sonaba a trabalenguas: «Lo más importante es que nosotros nos mantendremos fieles al Parlament de Catalunya, si hay que desacatar, desacataremos» dijo

No sé, pero estas cosas parece que sólo pueden pasar en España. Todo es un disparate que cada día se aleja más del sentido común, de la coherencia, de una cierta seriedad en la que el bienestar y la seguridad de los ciudadanos deberían ser el principal y único objetivo y no la coartada para este enorme despropósito.

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