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11-s: 15 años de una herida sin cerrar

Cuando se cumplen 15 años del peor atentado de la historia de Estados Unidos, Nueva York estrena zona cero. la ciudad NO LO OLVIDA Y lOS FORENSES AÚN BUSCAN LOS RESTOS DE MÁS DE 1.000 FALLECIDOS

Los puentes de Brooklyn y Manhattan son vistos desde la construcción de la Torre 1 del nuevo World Trade Center.

Publicado por
laura malvesí
León

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En este décimo quinto aniversario, la nueva estación de transportes de la zona cero, diseñada por el español Santiago Calatrava, simboliza el nuevo rostro de un lugar cargado de significado y recuerdo. Nueva York sólo puede cerrar la herida de forma superficial porque aún continúan los análisis de cenizas y pruebas en el laboratorio, sin embargo todavía permanece un millar de víctimas sin identificar. Y es que, según los datos del Medical Examiner’s Office, de las 2.753 víctimas que murieron en las torres, solo el 60% han sido identificadas, pero de alrededor de 1.113 todavía no hay nada.

La doctora encargada de la misión de identificación, Barbara Sampson, contaba en los días previos al aniversario del 11-S que su equipo «no cejará en el empeño» y que la identificación de todos los restos es para ellos ya «algo personal». A estas alturas el trabajo es laborioso y se avanza lentamente, aunque detrás de su empeño hay centenares de familias que no han podido despedir a sus seres queridos.

A pesar del paso de los años, muchas no han perdido la esperanza y todavía este 2016 tuvo lugar un funeral por una víctima desaparecida, el jefe de bomberos Lawrence Stack, de 58 años. Su familia, católica, esperaba poder dar con algún resto de Lawrence para poder hacer un funeral y ese deseo se culminó el pasado 17 de junio. Hace alrededor de un año descubrieron que Stack donó sangre un año y medio antes de los atentados, dos viales a los que tuvieron finalmente acceso y que pudieron enterrar para darle paz, finalmente.

La tragedia también ha dejado notables secuelas. Según el centro de control de enfermedades de Nueva York, más de 5.400 personas han sido diagnosticadas con algún tipo de cáncer relacionado con su presencia en la zona cero. La mayoría son bomberos, policías y personal sanitario, que respondieron desde el minuto uno en el lugar de los hechos. Además, las autoridades sanitarias reconocen a más de 12.000 personas que han sufrido secuelas y enfermedades mentales y más de 32.000 con problemas respiratorios y digestivos desde aquel día.

Muchas personas, a menudo olvidadas como víctimas también del 11 de septiembre de 2001, todavía luchan por acogerse al Fondo de Compensación del 11-S aprobado en 2010. Hasta ahora ha desembolsado 2.775 millones de dólares, aunque persisten las quejas de centenares que aún no han recibido indemnización. Organizaciones no gubernamentales, religiosas, e incluso familiares de víctimas, han creado a lo largo de los años asociaciones para dar apoyo mental y financiero a los afectados por la tragedia.

Ahora, en este décimo quinto aniversario, la nueva estación de transportes de la zona cero, diseñada por el español Santiago Calatrava, simboliza el nuevo rostro de un lugar cargado de significado y recuerdo. El aspecto más llamativo del proyecto del arquitecto español es el «oculus», una estructura hecha de blancas vigas de acero que se elevan desde el edificio hacia el cielo, creando una forma que se asemeja a las alas de un ave blanca. Todo un simbolismo para una estación que «es mucho más que una estación, es un renacer, según las palabras del propio Calatrava.

La enorme estructura blanca viene a coronar la reconstrucción de la zona, donde dos grandes fuentes invertidas en el lugar donde se encontraban las torres, son el mejor recuerdo silencioso pero activo de la tragedia. El nuevo cielo del sur de la isla también lo compone el One World Trade Center, la conocida como «Torre de la Libertad», que abrió sus puertas en 2015 y se inauguró con la voluntad de atraer de nuevo a las empresas a albergar sus oficinas en el sur de Manhattan.

Los primeros en ocupar aquella torre fueron unos 175 empleados de la editorial Condé Nast, los primeros en sentarse en las oficinas de la inmensa torre de acero y cristal que domina con sus 542 metros de altura el «skyline» de Nueva York.