Diario de León
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antonio papell
León

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El Partido Socialista, seguramente contra su voluntad, ha escenificado una absurda pugna interior que, además de poner de manifiesto la división interna, deja en muy mal lugar a los debatientes porque parecería que el disenso versa sobre si los socialistas han de permitir o no gobernar a Rajoy. Es evidente que la cuestión es en efecto opinable, como lo prueba el hecho de que conspicuos miembros de ese partido —los expresidentes González y Zapatero y el exministro Borrell— hayan opinado que el PSOE debe facilitar la gobernación al PP. Pero si el líder del partido ha impuesto el criterio contrario será muy difícil llevarle institucionalmente la contraria, entre otras razones porque siempre podría Sánchez avalar esa decisión con una apelación directa a las bases. El presidente extremeño, Fernández Vara, ha pedido debate al respecto, y ha encontrado la simpatía personal de los críticos con Sánchez, pero ninguno de ellos se ha atrevido a proponer en voz alta que lo conveniente sería abstenerse para que Rajoy siguiera en Moncloa.

En la guerra sorda que mantiene ese sector del PSOE se ha extendido la especie de que Sánchez, elegido secretario general en primarias con toda carga de legitimidad, tendrá que responder de los malos resultados que cosechará en Galicia y en Euskadi.

En estas circunstancias, en lugar de comparecer unido y dispuesto a reflexionar profundamente sobre las causas de una situación tan delicada, el PSOE se muestra al exterior como una deteriorada jaula de grillos, en que lo único que importa es el reparto de las cuotas de poder interno y en que los críticos se han instalado tras la silueta de una aparatchik cuyo mayor mérito ha sido medrar en el aparato socialista andaluz a los pechos de Chaves y Griñán hasta el liderazgo y el poder.

El PSOE tiene un serio problema de identidad y de credibilidad, por el cual muchos de quienes han comprobado que el centro izquierda hacía dejación de sus clásicos principios, permitía o abonaba la laminación del Estado de bienestar, se desentendía del gravísimo problema de desintegración social que se derivaba del hundimiento de la clase media, transigía acríticamente con las imposiciones ultraliberales de Bruselas y pasaba por el aro de unos recortes indecentes en los servicios públicos que habilitaban recursos para poder rescatar a la banca, se han pasado con armas y bagaje a Podemos, que les ofrece algo tan simple como recuperar el significado de las viejas palabras.

En cualquier caso, ese problema, que es existencia y que si no se resolviese representaría la desaparición del PSOE, sólo puede abordarse desde la reflexión. No es un asunto vinculado al liderazgo, ya que desgraciadamente no asoman hoy en el partido especímenes de la talla descomunal de un Felipe González, por no citar más que a quien lideró unos equipos admirables que fueron capaces de abarcar el Estado en toda su complejidad.

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