cuando la ira llega
Cuando la ira llega el corazón late deprisa, el cuerpo se tensa, se acelera la respiración, sientes calor… De pronto empiezas a gritar, te enfureces, pierdes los nervios y dices cosas sin pensar, de las que muchas veces te arrepientes.
Normalmente sucede cuando te sientes atacado, cuando v?es que vas a perder algo que tenías o cuando uno de tus deseos se ve frustrado. No hace falta que eso sea realmente así, tan sólo que lo estés interpretando así. Porque antes de cada reacción de ira ha habido un pensamiento o una forma de interpretar las cosas que te lleva a sentirte así, aunque no siempre seas consciente de ello. Por ejemplo, si un amigo te promete algo y no lo cumple o si alguien se cuela en la cola del supermercado.
Sea como sea, lo que está claro es que la ira no es una manera eficaz de comunicarse y que se puede aprender a dialogar desde otro estado más sano y efectivo, con estas claves:
Aprenda a verla venir: Identifique sus síntomas corporales y cómo le hace sentir. A esto le puede ayudar el mindfulness o alguna técnica de relajación.
Escuche su mensaje: ¿Por qué me he sentido así? ¿Qué me ha hecho daño? ¿Cómo he interpretado esto que ha pasado?
Quédese en silencio. Espere unos segundos, cuente hasta diez y piense bien en lo que le está pasando por dentro y en cómo quiere responder. Cambie sus pensamientos. En vez de pensar «esto es horrible» o «no puedo quedarme callado», piense algo como «no es para tanto» o «no me quiero llevar un mal rato».
Juegue a descolocarse. Si normalmente cuando se enfurece grita y mueve los brazos, engañe a su cerebro haciendo todo lo contrario. Baje el tono de voz, hable más despacio, quédese quieto, sonría…
Busque otra forma de desahogarse. Coja lápiz y papel y escriba todo lo que siente.
Exprese lo que le pasa desde la calma y la tranquilidad y sin guardarse las cosas. Cuanto más se calle, más fácil es que algo pequeño le haga saltar.
Vaya poco a poco, dese tiempo y recuerde que nadie tiene el poder de hacerle reaccionar así si usted no se lo da.