¿Me apruebas?

Vive buscando la aprobación de los demás? Por ejemplo, ¿le preocupa mucho lo que piensen de usted y sólo se valora si los demás le valoran? Son dos señales muy claras de que uno depende de la aprobación ajena.

Salvando, por supuesto, las distancias con el hecho de que a todos nos guste gustar y ver que los demás nos quieren, nos aceptan y nos valoran. Hasta ahí, bien. El problema comienza cuando la opinión positiva de los demás se convierte en un requisito imprescindible para que usted se valore, o cuando se siente inferior si alguien le critica, no le apoya o no comparte su opinión. ¿Le suena?

Hay quien, ante esta necesidad, elige ponerse una máscara y, en vez de mostrarse tal y como es, se convierte en la persona que cree que los demás esperan que sea. Piensa que si es de determinada manera le aceptarán y le querrán, y que eso hará que se sienta bien.

Pero está infinitamente equivocado. Primero, porque lo que uno vale no depende de lo que le valoren los demás. Y, segundo, porque cuando uno se engancha a la necesidad de aprobación ajena está renunciando a lo más valioso: su libertad.

Y así es como toma una decisión y empieza a dudar de si los demás la aceptarán; hace o dice algo con miedo a lo que el resto pueda opinar; da explicaciones por todo, como si tuviera que justificar su vida ante otros; y se toma a mal cualquier crítica porque se siente responsable de ella... Llega a un extremo en que casi respira con miedo al juicio de los demás. Y pasan los años y todo sigue igual, o peor. Hasta el punto de que ya no sabe dónde termina la vida que ha elegido y dónde comienza la que ha dejado que los demás elijan para él.

Sí, desgraciadamente este perfil es bastante habitual. Por eso, si me lo permite, quisiera preguntarle: ¿Hasta qué punto se falsea cada día para que los demás le aprueben? ¿Cuándo fue la última vez que lo hizo? ¿De verdad cree que vale más cuando alguien le dice algo bueno? ¿Hasta cuándo va a sacrificarse a sí mismo con tal de conseguir la aprobación de los que le rodean?.