Caminos que llevan al museo
El palacio de Gaudí atesora una de las colecciones de arte sacro más importante del noroeste, una colección marcada por la espiritualidad jacobea
El Palacio es la joya que se ha convertido en joyero», con estas palabras José Fernández, quien durante más de tres décadas fue director del monumento, se despedía de su cargo hace ahora casi tres años. Una descripción que acierta con la realidad y es que el Palacio atesora una de las colecciones de arte sacro más importante del Noroeste peninsular. Es lo que se conoce como el Museo de los Caminos, que viene marcado, como Javier Rivera explica en su libro El Palacio Episcopal de Gaudí y el Museo de los Caminos de Astorga, por su la espiritualidad de la Ruta Jacobea, por la presencia de los Caminos Romanos y por el Camino de la Arriería, los tres ejes que han vertebrado la ciudad y su territorio durante la historia.
Aunque Gaudí construyó el Palacio como residencia episcopal nunca ha llegado a cumplir este objetivo y poco a poco se fue configurando la idea de crear un museo en su seno. Ya en 1913, junto a la consagración de la capilla, se inauguró el Museo de la Epigrafía Romana y en 1936 intentó abrirse el Museo de las Peregrinaciones que, sin embargo, se truncó a consecuencia de la Guerra Civil.
Así, no fue hasta 1963 cuando en el Palacio se abrió al público el Museo de los Caminos, «un deseo que se convirtió en realidad gracias al obispo González Martín», explica Rivera. «El deseo del prelado era convertir el monumento en un muestrario de obras seleccionadas de acuerdo al significado que tuvo Astorga y su territorio desde su origen hasta aquella fecha», continúa. Dicho y hecho.
«Pocos museos europeos pueden gozar de tan excelente ubicación y mostrar tan variados aspectos», señala la publicación. Y es que ya el sótano alberga una de las colecciones de numismática y epigrafía romana más importantes, además de otras piezas de la Edad Antigua y Media. La colección de lápidas la comenzó a configurar el estudioso Marcelo Macías con el patrocinio del obispo Alcolea. La mayoría de las piezas proceden de la propia ciudad y sus comarcas. De hecho, «las inscripciones que atesoran son de gran interés para conocer la historia romana del Noroeste».
Pero, si hay una figura protagonista esa es la de Santiago Peregrino, presente en la sala central del vestíbulo que recibe el nombre de la Ruta Jacobea. Junto a ellos son muchas las cruces procesionales de los pueblos de las diócesis que se custodian, por motivos de seguridad, en el Palacio. Arte del pueblo de enorme valor que cada fiesta señalada regresa a casa. Se trata de piezas desde románicas a barrocas sin olvidarse de los óleos góticos. Llaman la atención las vírgenes de la primera época, que aún conservan —como parte de la tradición— las señas por el arranque de sus coronas.
Una de las joyas es la planta noble, donde las custodias y cálices saludan al visitante. Además de la abundante y valiosa colección de orfebrería religiosa, se expone una amplia y magnífica colección tanto de escultura en madera policromada como de pintura, de los siglos XVI, XVII y XVIII. La mayoría son anónimas, pero también se custodian obras de Bartolomé Hernández, Gregorio Español y Alonso Gutiérrez.
La última planta fue durante años una muestra del arte leonés. Ahora, el Palacio está en un proceso de transformación que, no obstante, nunca cierra la puerta a la cultura y los visitantes.