pensado mal
Cómo se queda usted si le digo que, de media, el ochenta por ciento de nuestros pensamientos son negativos? Tal vez se sorprenda o tal vez se sienta identificado, quién sabe. ¿Y si le cuento que un minuto dándole vueltas a algo negativo es capaz de dejar su sistema inmunitario, que es el que le protege frente a virus, bacterias y tumores, tocado durante seis horas? Me imagino que ahora, o está alucinando, o empieza a preocuparse del efecto que puede estar teniendo en usted tanta negatividad.
Por supuesto que todo es relativo y que nadie va a enfermarse simplemente por pensar mal. Influyen muchos otros factores, como la genética, la alimentación o el estilo de vida. Pero desde luego que tener pensamientos negativos no ayuda.
Ni cuando se pone usted a infravalorarse con un diálogo interno que le mina la autoestima, como no valgo, no soy capaz, no me lo merezco, soy un inútil o no tengo futuro… Si algo de esto le suena, encienda las alarmas.
Ni cuando se pone en plan victimista y piensa que nadie le entiende, que su vida es horrible, que los demás lo tienen más fácil y que usted no tiene tanta suerte… ¡Cambie esa actitud! Aunque lo que piensa fuera cierto, quejándose no va a conseguir nada.
Ni tampoco cuando se pone a exigirse como si fuera su peor enemigo: no me puedo equivocar, no puedo hacerlo mal, tengo que tenerlo todo controlado, tengo que terminar estoy hoy, debería estar más atento… ¿Se da cuenta de que es usted su propio carcelero?
Y mucho menos cuando se pone en plan agorero: seguro que no encuentro trabajo, seguro que me echan, seguro que tengo algo grave, al final me voy a quedar solo… Y tantas, y tantas cosas que nunca pasarán.
Si sus pensamientos son así de machacantes, lo primero es que tenga claro que puede cambiarlos. Que hay muchas técnicas y caminos y le toca ver cuál le funciona mejor: si aceptarlos, si cuestionarlos, si reírse de ellos, si buscar? su intención positiva, si darles la vuelta o si dejarlos pasar como si se los llevara el viento. O, si no, todo a la vez.