Diario de León

Javier DORADO DIRECTOR GENERAL DEL INJUVE

«La generación más preparada de la historia se ha encontrado la nada»

descendiente de leoneses de Casares de Arbas, es el nuevo director del Injuve. Nació en Vigo, pero es en la provincia leonesa en dOnde reconoce las raíces este político popular

León

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Puede que haya algo mejor que ser de León, que consistiría en serlo sin haber nacido aquí. Eso le pasa a Javier Dorado, flamante director general del Injuve (Instituto de la Juventud de España), cargo que ocupa desde finales del año pasado, cuando en el Consejo de Ministros, a petición de la titular de Sanidad, Dolors Montserrat, fue nombrado para dirigir el instituto que debería atender las demandas de los jóvenes y articular su futuro. ¿Qué es un joven? El propio Dorado lo sería. Y todo español comprendido entre los 16 y los 30 debería hacer la prueba de la utilidad del Injuve, porque este organismo oficial debe atender sus necesidades. Y en ello está Dorado.

Tiene madera de líder Javier Dorado Soto (Vigo, 1988). Además de arrimar a estas tierras una idea de que los de León pueden nacer donde quieran. Porque la ficha le sale muy de aquí. Aunque su vida académica, profesional y política, la ha desarrollado siempre fuera de esta provincia. Líder juvenil del PP, ha sido presidente de Nuevas Generaciones, codeándose con los más poderosos de la calle Génova. También ha pasado por el Parlamento de la Xunta de Galicia, como diputado autonómico. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Santiago de Compostela, diplomado en Estudios de Seguridad y Defensa y experto universitario en Sistemas de Información por la Universidad Politécnica de Valencia. O sea, que es uno más de la Generación Millennials, término que daría un poco de susto, pero que define a los nacidos entre 1981 y 1995, y que él mismo nombra con implicación. Y que por resumir a las bravas sería esta generación preparada al máximo a la que de un plumazo les borraron las expectativas laborales prometidas.

Ciñera de Gordón, Casares de Arbas, León capital... Esas serían algunas de sus claves leonesas, que le llegan por lado paterno. Los Dorado. Familia de fotógrafos leoneses. Tradición que, curiosamente, inaugura, otra vez, uno de fuera. Su abuelo Aniceto, un extremeño que llegó a León por aquello de la trashumancia, y que se enamoró de Laudina Cañón, de Casares de Arbas, y que fotografió a gran parte de toda esa zona con Villamanín como epicentro. Y apellido aún vinculado al sector fotográfico con los establecimientos de sus tíos en la calle Colón y en las inmediaciones de El Corte Inglés.

Tiene una niña de cinco meses que ya conoce León. Mientras él está aterrizando en el Injuve dispuesto a que este giro en su carrera política no sea una patata caliente, sino una plataforma para que, por ejemplo, una de sus ideas, los jóvenes españoles sean Marca España. Y que así vuelvan las oportunidades para todos.

Ha pasado de una intensa actividad política en el PP, a dirigir el Injuve, un organismo que exige gestión y que se ocupa de un sector de la sociedad en el punto de mira, tanto porque son el futuro como porque éste no parece muy halagüeño.

—¿Qué fue lo primero que pensó al aterrizar en este cargo?

—«Lo primero que pensé es que esto no es el Ayuntamiento de Madrid. Y que el Injuve debe abrirse a todo el país. En Madrid está nuestra sala de exposiciones, pero tenía claro que había que salir. ¿Dónde vamos primero? A León. Y hasta el 2 de abril, en el Ateneo Cultural el Albéitar de la Universidad de León está la exposición Sonreíd. Una propuesta de comisariado poético. Y por allí estaré el 28 de marzo. Mi idea es que el Injuve, con el paso del tiempo, tenga impacto en todos los sitios».

—Y ya que está hablando de puertas afuera, con los jóvenes como verdadera materia prima, ¿qué es lo que detecta de ellos, usted que también lo es?

—Quiero que el Injuve, con la idea de juventud, ponga el acento de los Millennials. Somos una generación diferenciada, distinguida y de la que dicen que somos la más formada de la historia. Pero lo cierto es que hemos padecido las peores consecuencias de la crisis. Hemos crecido en unas expectativas que luego han cambiado a peor. Invertido en formarnos, en ser mejores que nunca. Y cuando nos ha tocado introducirnos en el mercado laboral nos hemos encontrado la nada. Hay una deuda con esta parte de la sociedad. Que gran parte se ha tenido que ir fuera.

—Un exilio laborar involuntario en muchísimos casos, cargados de dificultades familiares, económicas...

Sí, porque aunque es una generación con más identidad europea, cercana a la convivencia con todas las nacionalidades y que propicia lazos culturales y poco miedo a salir fuera, lo malo ha sido que ha tenido que salir por obligación.

—¿Y qué puede hacer la Administración?

—En primer lugar, impulsar políticas para que esa deuda se solucione. Yo, desde aquí, voy a transmitir que hay que saldar esa deuda.

—Como ya lo estará diciendo... ¿qué le contestan?

Hay quien lo entiende y quien no. Lo que está claro es que hay una población envejecida. Con una emigración diferente a la que hubo en España, aunque la gente se iba por falta de oportunidades también. Cuando ahora desde aquí destacamos en Panamá o en La Meca, yo creo que una enfermera en Londres tiene que sentirse igual de orgullosa y sentirse Marca España. Y para que eso ocurra tiene que sentirse valorada. Y que se le ofrezcan alternativas. Hay que generar estructuras que le hagan percibir que el Estado está detrás para respaldar a esas personas.

—¿Y cómo se concreta todo eso?

—Proporcionando servicios, formación, asesoramiento, que se den cuenta de que somos útiles para ellos, que hablamos el mismo idioma, que sepan que tienen una embajada que les puede atender.

—¿Tiene algo previsto de puertas para adentro? Aquí también hay jóvenes que necesitan mucha ayuda...

—Es importante saber que ahora se crea empleo. Cuando Rajoy consiguió en Bruselas que se entendiera la problemática del empleo juvenil en España, avanzamos. Porque, ahora, España es el país que más fondos emplea para esa problemática.

—¿Volverán algún día los de fuera?

Yo tengo muchos casos cercanos. Muchos echan raíces. Pero tengo la esperanza de que puedan decidir. No tienen nada que ver con las emigraciones tan importantes que hubo en España en los años 30 y 60 del siglo pasado. Hay ganas de volver y en muchas ocasiones lo que persiguen es lo que yo llamo el salario emocional. Que también se resume en la calidad del trabajo.

—¿Y usted tiene alguna idea de cómo va a ser el futuro de los que ahora son jóvenes?

—La idea que creo que hay que tener en cuenta es que ahora y en futuro estaremos más ligados a proyectos que a puestos de trabajo. Los jóvenes son conscientes de que es así, pero lo que quieren es trabajo. Proyectos que no estarán asociados a toda una vida laboral.

—Y a todo esto, ¿cómo ve al Injuve para afrontar retos tan importantes?

—Estoy aterrizando. Veo que se pueden hacer cosas pero con limitaciones. Es importante que haya estabilidad política. Manejamos un presupuesto limitado, pero haremos cosas.

—¿No estaba usted más a gusto en primera línea de política?

—Es verdad que este puesto es un reto. Pero si a los 28 años no sales de tu zona de confort, no saldrás nunca. Yo me veo dedicado toda la vida a la política como animal político, pero no tengo claro que me dedicaré toda la vida a la política.

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