Diario de León

CANTO RODADO

Las ratas

Hace 30 años que el pp llegó al poder en castilla y león y no está en sus planes apearse de un tren que garantiza la silla a una élite política

León

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Hace 30 años el PP llegó al poder en Castilla y León. Y aún no se ha apeado. Ni está en sus planes. En una comunidad envejecida y a la que la emigración le ha chupado la sangre más joven en las últimas décadas, las posibilidades de cambio se ven remotas. En este tiempo se ha forjado una casta dirigente que se alterna en consejerías y puestos de poder dando la impresión periódica de renovación. Sólo es un juego de sillas.

La idea de hacer comunidad se ha transmutado en un plan para fortalecer un gran centro de poder del que han sido cómplices desde los partidos crecidos oportunistamente al pairo del chollo autonómico hasta los sindicatos que han plegado alas para ser partícipes de las migajas de la tarta.

Las ratas es un libro de Miguel Delibes que narra la miseria en un mundo rural, en tierras castellanas, sometido a las leyes abusivas del latifundismo. Hoy podría escribirse una novela sobre los nuevos señoritos de la tierra e incluso hacer ciencia ficción con los que están por venir para apropiarse de los grandes territorios que, poco a poco, se van vaciando de gente y memoria en la periferia de la comunidad.

Dice el PSOE que una plaga de ratas asedia la ciudad de León. Justo en la semana en la que en el PP de Castilla y León ha dirimido la sucesión de Juan Vicente Herrera al frente del partido.

El leonés Antonio Silván y el salmantino Alfonso Fernández Mañueco, ambos alcaldes en las respectivas capitales, se han batido el cobre en la pelea por el trono herreriano. Todo el mundo conoce el resultado e incluso Antonio Silván, el perdedor que no pierde la sonrisa, nos ha ilustrado sobre un concepto nuevo para él, el agravio territorial. Tenía que pasar.

En León el agravio territorial se sufre a diario, al dictado del Bocyl y de los presupuestos no territorializados que favorecen descaradamente a la capital de facto de la Comunidad. O consintiendo con las políticas estatales contra el carbón y sin hacer nada durante décadas por mantener la vida en las cuencas mineras.

Lo sabe muy bien Silván, que ha sido consejero de Fomento y ha asistido como ¿convidado de piedra? a los consejos de Gobierno de la Junta. Ahora le han traicionado las ratas. Pero no las de la ciudad, sino las que transitan por las alcantarillas del partido. Tampoco le han favorecido los apoyos que, a la desesperada, lanzaron las huestes de Herrera.

Aunque vista la ventaja que Mañueco ha sacado a Silván, cabe pensar si, con o sin ratas, hubiera tenido alguna oportunidad de ganar a su oponente. Ni en León ha tenido un triunfo tan aplastante como el charro en su feudo. En León, y el PP también, hay gente que no se sabe si aplaude o se frota las manos, si sube o baja. Gente que anda a la gallega. Y gente que tira la piedra y esconde la mano. Y luego le echan la culpa al viento. Silván no va de víctima por talante y porque sabe que en algún lugar le espera una silla. Es la ley del partido.

Las cifras de afiliación que se han manejado en la batalla son el retrato de un partido que lleva 30 años en el poder en Castilla y León y aspira a perpetuarse. Son legiones de ‘apuntados’ al caballo ganador y un puñado de gente que milita de verdad, o sea, que apoquina las cuotas puntualmente.

Es verdad, hay ratas por todas partes. ¡Qué grima! Hace 30 años el PSOE dejó a los roedores acabar con su propio presidente en Castilla y León. Aquí se estrenó y se crió políticamente Aznar antes de ser presidente del Gobierno de la nación. El mismo Aznar de las Azores, el amigo de Blair y Bush, que nos metió en la guerra contra Irak.

Se acaban de cumplir seis años de guerra en Siria. Con cifras que hablan del horror: 11 millones de personas desplazadas, no se sabe cuántas desaparecidas y más de 470.000 asesinadas.

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