Diario de León
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Cuando era niño, Javier Requero, mi profesor de Literatura en 1º de BUP, me dio la lección más importante que he recibido nunca a la hora de construir una novela: no todo es importante. Intentaba explicarnos la economía de personajes, y cómo es fundamental tener claro qué forma parte de la historia y qué no lo es. Recuerdo como si fuera ayer que nos dijo «imaginad que caminaseis por la calle y todo el que os encontraseis fuera importante para vosotros. Sería una locura».

Precisamente ayer me volví a encontrar con esas palabras, pero no en boca de mi antiguo profesor, sino en un estudio publicado en Journal Psychological Science , de la New York University, que ha realizado una investigación sobre la atención que prestamos, precisamente, a la gente que nos encontramos por la calle. Colocaron unas Google Glass (que registran los movimientos retinales) a personas diferentes y descubrieron que los ricos posaban sus ojos en las personas con las que se cruzaban durante mucho menos tiempo que el resto. El artículo citaba estudios anteriores, en los que se había concluido que los ricos prestaban menos atención a las personas a las que percibían como inferiores durante una conversación, o que eran menos precisos a la hora de interpretar las emociones de otras personas con un poder adquisitivo, digamos, precario. Un tercer estudio mostraba a los participantes dos vídeos, uno de la construcción de un patio en una mansión y otro el de las vidas cotidianas de niños con cáncer. Se tuvieron en cuenta factores como raza, creencias espirituales y género, que son factores muy decisivos en la compasión. Mientras miraban los vídeos, los sujetos de la prueba llevaban monitores cardiacos, ya que está probado que nuestro ritmo cardiaco baja cuando empatizamos con otras personas. Como habrán adivinado, el corazón de los ricos no se alteró en este tercer estudio cuando vieron a los niños sufriendo.

Estamos en 2017, no en 1848, así que no procede ponernos a hablar de lucha de clases, de la presunta maldad de los que tienen dinero o de que solo llegan a ricos, precisamente, aquellos que no sienten nada por los demás. Esas simplificaciones no conducen a nada que no sea hacer el mundo más pequeño y un poco más idiota.

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