Una figura poliédrica
Explicar la obra de Ipiña desde un punto de vista exclusivamente pictórico supone pasar por alto sus múltiples facetas y los distintos momentos históricos que marcaron tanto a su vida como a su pintura. Abogado, activista del Carlismo democrático en la clandestinidad, letrado del Banco de Bilbao, diputado foral y portavoz del grupo socialista en las Juntas de Gernika, viceconsejero de obras públicas, de transportes y de urbanismo del Gobierno Vasco durante dos legislaturas, escritor, y, principalmente, pintor. En el caso de Ignacio Ipiña esta trayectoria vital hace que el sentido histórico este siempre presente a lo largo de toda su obra.
El definía así su obra: «Mi estilo pictórico no es fácilmente cualificable. La razón se encuentra en que no he tenido otro maestro que la naturaleza buscando estar en comunión con ella. En todo caso, resulta evidente que soy paisajista figurativo con tendencia al muralismo y a la visión de amplio angular. Sin embargo, no pinto ni describo la naturaleza, el paisaje tal como los ojos lo ven, ni mucho menos con enfoque fotográfico, sino que la reelaboro, la recreo, a partir de ella misma. Entonces nace mi paisaje.
No estoy dentro de ninguna escuela ni soy segador de ningún ‘ismo’. Mi aspiración es ser yo mismo por más que me saquen parentelas. Desde un ángulo constructivo mi racionalidad me lleva a admirar los esquemas cubistas que manejo sobre todo en la composición. De igual manera, siento como propio el expresionismo capaz de comunicar ampliamente las emociones. También me atraen algunos resultados del arte metafísico que presenta mundos en una bella soledad emparentada con visiones románticas. Todo ello hace que mi figuración resulte sincrética, al estar presentes elementos dispares pero que siempre son tratados bajo las premisas de la fuerza y la potencia».
En el clásico ejercicio de encuadrar a los artistas en un movimiento, a Ignacio Ipiña se le relacionó con la escuela de Vallecas o más concretamente con los grupos de pintores del norte como el Grupo La Pajarita o el Grupo del Suizo pero realmente nunca participó en ningún grupo.
Parece claro que compartió con ellos ciertos puntos de vista, quizás por la influencia de Baysala, pintor al que acompañó como aprendiz cuando no tenía más que quince años, o posteriormente por la evolución que compartió junto al pintor Retana en Estella durante la década de los años cincuenta. En cualquier caso, es indudable que la suya fue una pintura cargada de una fuerte personalidad.