CANTO RODADO
ánforas
una sueña, mirando en el fondo del ánfora, que no haya que esperar a otro milenario para disfrutar de danza, música y teatro en el claustro
En León nos crece el pasado entre los escombros mientras intentamos atisbar la esperanza en el fondo de esas ánforas, ¿sería alguna la de Pandora?, que aparecieron como profundas oquedades del tiempo durante el derribo de una casa en la plaza de Santa Ana.
Andaba una mujer huida y escondida con sus hijos, perseguida por la Justicia por no entregarlos al padre maltratador, mientras el testigo Rajoy juraba al juez de la Audiencia Nacional que nunca había ejercido funciones económicas en Génova y que su responsabilidad es política, no penal. De manera que la Caja B se la endosa a los tesoreros del PP — «¡Aguanta, Luis, sé fuerte!»— y la caja de los truenos de Cataluña a Puigdemont.
Rajoy salió cantando el himno nacional. Y regresó al Palacio de la Moncloa a preparar las vacaciones de verano. Al fin y al cabo, a Rajoy le ha salido gratis la incompetencia para controlar el PP. Su irresponsabilidad solo le sale cara al país, al que tiene al borde del precipicio por mirar solo por sus intereses mientras atropella el interés general.
Hay que reconocer la habilidad de los servicios de propaganda del Gobierno para convertir un hecho insólito, que un presidente comparezca en calidad de testigo por la corrupción de su partido, en una hazaña más del Partido Popular.
Con estas mimbres, el personal anda aburrido y el verano holgazán. Sólo quedan ganas de tumbarse a la orilla de un río y olvidarse de todo escuchando el sonido del cauce. Pudiera ser el Porma o el Esla, el Curueño o el Torío, el Órbigo o el Luna, el Sil o el Burbia. Ríos nos sobran en esta provincia aunque ya falta el agua para saciar al maíz.
Las mujeres rompieron el silencio. Volvieron por sus fueros, en el claustro de San Isidoro, de la mano del Colectivo de Mujeres Creadoras, un oasis en la sequía cultural de otros veranos no milerarios. Pero de buena mañana me di de bruces con la estampa masculina de la furia campesina. Iban los hombres armados de sofocos fruto de la sequía y rearmados con los agravios de los canales, aunque yo sé, y ellos saben mejor que yo, que a la vera de las acequias hay muchas mujeres dando paso al agua para regar los cultivos que algún día serán nuestros alimentos.
Tendrán que decretar algún milenario para que las agricultoras sean reconocidas más allá de homenajes florales para mayor gloria de líderes sindicales. Historia y derecho sobre la tierra les sobra pues andan desde el Neolítico domesticando la tierra y sudando el trigo. Siempre previsoras.
Las ganaderas, Ganaderas en Red, ya han dado el paso y una nueva generación de mujeres alza el gancho para reclamar su espacio en la ganadería extensiva. Quieren dejar de ser las abnegadas sombras de pastores trashumantes para tejer el futuro, codo con codo, con los ganaderos. Violeta, Arancha, María, Inés, Rocío, Marta, Mónica... Son los nombres de estas mujeres nuevas que agitan el viento del campo con sus sueños. Son la esperanza en el fondo de un ánfora a punto de ser destruida.
Lo mismo que Juana, Esther... y otras muchas mujeres no se resignan a entregar a sus hijos a padres maltratadores. Por encima y en honor de tantas víctimas, Carmen, surgen las nuevas heroínas del siglo XXI, sin culpa ni demonios. Brotan de su propio poder y de sus propias ganas. Y no son solo empresarias ni políticas. Ni mucho menos. Son las mujeres de andar por casa.
Y una piensa, mirando en el fondo del ánfora, camino de Arintero, el pueblo de la Dama, que no todo está perdido. Que la única batalla que se pierde es la que no se libra. Se pelean muchas de forma silenciosa y pacífica. Es hora de alzar la voz. Una sueña, mirando el fondo del ánfora, que no haya que esperar otro milenario para dar rienda suelta a la creatividad en el claustro.