Diario de León
Publicado por
Enrique Vázquez
León

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Hubo un tiempo, a principios del siglo XX, con el Imperio Otomano cerca de su fin, en que se describía a Turquía como el enfermo de Europa. No hay sultán a cargo en Turquía porque el régimen monárquico se extinguió con la proclamación de la República en 1923.

El pequeño introito viene a cuento de la moda en auge de tildar de sultán al presidente de la República, Recep Tayyip Erdogan. Se ha ganado el calificativo porque da pruebas de su aparentemente inextinguible gusto por el poder y su carácter autoritario, características agudizadas tras el intento de golpe de Estado que él superó en agosto del año pasado. La derrota de los conspiradores, militares casi todos, le dio una ocasión de oro: ha reforzado su posición con un radical proceso de depuración política en la función pública, singularmente en el ejército y el poder judicial, siempre tenidos por poco confesionales y poco fiables.

Pero ese mismo Erdogan ha ganado elección tras elección desde sus días, ya lejanos, de alcalde de Estambul, elegido en 1994 como candidato islamista, un verdadero desafío a la condición laica y kemalista de las poderosas Fuerzas Armadas, el gran partido oficioso siempre disponible para corregir el rumbo de quien se salga de la partitura, como probaron con sus exitosos golpes de 1960,1971 y 1980. Erdogan ha hecho tal purga en las filas castrenses que será difícil al Estado Mayor ponerse de nuevo a la tarea de planear el consabido golpe.La Turquía de Erdogan es técnicamente un aspirante a ingresar en la Unión Europea, pero el proceso de adhesión dura ya 12 años y no ha hecho sino modestos progresos puramente técnicos.

Turquía es un miembro clave de la Otan, en suelo turco hay armas nucleares tácticas USA desde los días de la URSS y la base aérea de Incirlik (donde, por cierto, hay aviones y efectivos alemanes) juega un papel central en el escenario global de Oriente Medio, al que Turquía mira un poco más cada día. La UE se mueve por criterios políticos, económicos y morales… pero el acuerdo firmado en marzo del año pasado con Turquía para la recepción y atención en su suelo de más de un millón de refugiados (contra tres mil millones de dólares, de los mejor invertidos de la Unión, sin duda) está en juego si suben más la tensión y la crítica del erdoganismo rampante.

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