Diario de León

Personajes

El regreso de Sabino

Como un ave fénix, Sabino Ordás regresa a cada tanto como un eco de la conciencia. Algunos lo han convocado esta semana. ¿Será una premonición?

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Alberto Flecha pérez
León

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Desde el jueves hasta ayer sábado se ha celebrado en la Universidad de León un congreso dedicado a Sabino Ordás. Esta figura de las letras leonesas, que como Matusalén entraría por el derecho de su dilatada edad en la categoría de patriarca antediluviano, demuestra que los años no son barrera suficiente para que siga planeando vigoroso sobre las últimas cuatro décadas de la historia leonesa como un ave fénix, dispuesto a levantarse tercamente de sus cenizas en el momento menos pensado. Originario de Ardón, llegó en realidad al mundo a bordo del buque Covadonga. Pero sin embargo nació realmente a los leoneses bien talludo, septegenario, en los tiempos convulsos de la transición española cuando resonaba por todos los rincones del país aquel grito, ahogado en esta tierra, de la «cuestión autonómica».

Lo hizo de la mano de tres de nuestros escritores más reconocidos. Juan Pedro Aparicio, Luis Mateo Díez y José María Merino lo rescataron del olvido para animarlo a firmar algunos de los textos más reivindicativos de la época a favor de aquella opción «León solo». Y lo llevaron a circular por aquellos foros y aquellas calles donde el tema resultaba tan candente como pesimista. Ordás, un anciano republicano que regresaba del exilio a pasar sus últimos años en la tierra de sus orígenes, se convertía con sus escritos en aglutinador espiritual de una generación más joven que veía abrirse ante sí, a la muerte del franquismo. Era un mundo nuevo abierto a grandes posibilidades que, aquí en León, al tiempo se veían cercenadas de antemano. ¿Acaso aquella reivindicación de autonomía para León tan clamada a nivel popular tenía alguna posibilidad?

La desazón ya se palpaba desde aquel primer prólogo a Los Caminos del Esla , aquel diario de viaje, tan magníficamente ilustrado, que Aparicio y Merino convirtieron en éxito editorial durante los primeros momentos de la Transición, cuando Ordás ya se lamentaba por esa apropiación que había hecho Castilla de la identidad presente y ¡futura! de León. Y cuidado, no acusaba el de Ardón solo a aquellos que desde fuera atacaban esos avales con los que León podía reivindicar su autonomía. Señalaba, y bien insistentemente, a aquellos leoneses capitalinos recién llegados del campo que habían olvidado en un abrir y cerrar de ojos la cultura e historia que los había llevado hasta allí.

Sabino Ordás no representaba a este rancio leonesismo historicista que ha llegado hasta hoy. Comprendía que no solo la romántica evocación del Reino de León era razón suficiente para reivindicar un marco de administración propia para su tierra. Más bien todo lo contrario. Si en aquellos años del despertar autonómico muchos de los nacientes partidos políticos miraban con desconfianza la reivindicación leonesista era precisamente por lo débil de estos argumentos.

Corrientes

Ordás, con su tradición republicana a la espalda, levantó una bandera a favor de aquellas corrientes progresistas que mantuvieron, frente a la corriente oficial de sus partidos, una opción más allá de esos prejuicios. Costumbres, economía, cultura, geografía, argumentos sociales y, sí, también historia comprendían una red de argumentos que justificaban que León tuviera derechos suficientes para gestionarse.

Y así, con el fulgor intermitente de una luciérnaga, los escritos de Ordás han continuado, si bien espaciadamente, hasta hoy. Su intensidad se ha mantenido paralela a la de sus mantenedores Aparicio, Merino y Díaz. Quizás sus reivindicación se han suavizado en ocasiones. Incluso se ha llegado a afirmar en algunas ocasiones que los hijos han renegado en cierta forma del padre. No lo parece si examinamos el prólogo a la segunda edición de los Caminos o el de Palabras en la Nieve. Quizás simplemente continúa ahí, esperando para regresar como el fénix en el momento menos esperado.

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