Indira Gandhi
Cien años de amor-odio
Adorada por su cercanía con los pobres y acusada de nepotismo, ha sido la única mujer que ha gobernado la mayor democracia del mundo hasta la fecha
Indira Gandhi fue enigma para algunos, compañera compasiva para otros, una líder decisiva para muchos más y un ser humano cariñoso». Así, con esa fascinación que todavía despierta en muchos indios al cumplirse cien años de su nacimiento, describe en declaraciones a Efe Randeep Surjewala, portavoz nacional del Partido del Congreso.
De carácter solitario, Indira nació en noviembre de 1917 en el seno de la influyente familia Nehru, con un padre dedicado en cuerpo y alma a la lucha contra la dominación inglesa y que, tres décadas más tarde, se convertiría en el primer ministro en la historia de la India independiente.
Educada en la India, en Suiza y en Oxford (Reino Unido) y casada contra la voluntad de su familia, Indira se volcó en la lucha por la independencia de su país, trabajando codo con codo con el adalid de la lucha pacifista Mahatma Gandhi —con quien no tenía ningún parentesco—.
El destino le depararía pasar por la cárcel, librar una guerra que no era la suya, declarar un más que polémico estado de emergencia, y terminar muriendo a manos de sus propios guardias de seguridad.
ENTRADA EN POLÍTICA
Al morir el padre de Indira, Jawaharlal Nehru, en 1964, Lal Bahadur Shastri tomó el relevo del país y ella pasó a ser ministra de Información. Pero, sin que nadie se lo pudiese imaginar entonces, al sucesor de Nehru le quedaban también apenas dos años de vida. Su muerte llevó a la elevación de Indira a primera ministra en un corto plazo de tiempo.
Durante su mandato se propuso sacar adelante un programa de reformas progresistas. Buena parte de sus proyectos quedaron en eso, meros proyectos, al chocar su idea con los elementos derechistas del Partido del Congreso y recibir presiones de diferentes frentes. Aún así, Indira logró lanzar varias de sus medidas.
La nacionalización de los bancos, polémica donde las hubiera, le valió la expulsión del Partido del Congreso. Pero ello no impidió a la también llamada diosa guerrera Durga , ganarse el apoyo de otra facción de la famosa formación y obtener una aplastante victoria en las elecciones generales de 1971.
Fueron, afirman muchos expertos, sus incansables viajes a todos los rincones del país, su afán por dejarse tocar por los intocables, los pobres, la minoría musulmana; fueron las mil y una veces que repitió su eslogan Garibi hatao »(«Eliminación de la pobreza»), lo que la llevaron a arrasar.
Eso sí, la felicidad le duró poco ya que ese mismo año llegó la gran guerra. La guerra que separaría Bangladesh de Pakistán. La victoria en Pakistán Oriental subió a Indira a un pedestal a la altura de la diosa Durga.
Los 21 meses negros de la emergencia dieron paso a una época igual de oscura para la hija del padre de la patria. Expulsada del Parlamento por corrupción y también del partido, fue encarcelada por abuso de poder durante un breve periodo de tiempo. Tras ser puesta en libertad, cuando nadie daba un duro por su resurrección, se levantó de la tumba con la fuerza de la diosa guerrera que otrora había sido su símil. Indira organizó un nuevo partido con el que se presentó a las elecciones del 6 de enero de 1980 y, para sorpresa de todos, se elevó de nuevo a primera ministra.
El 31 de octubre de 1984, Indira fue asesinada por dos guardias sijs de su propia seguridad personal. A su muerte, a Indira le sucedió segundo hijo, Rajiv, asesinado siete años más tarde.