Celebre

Hoy toca celebrar, se lo dice el calendario. Pero no me refiero a celebrar con otros, que también, sino a celebrar consigo mismo. A celebrar cada vez que se atreve, cada vez que se levanta y cada vez que hace un esfuerzo porque recuerda que esto no es para siempre.

Celebre cada lección que ha aprendido, incluso aquellas en las que aún no tenías las alas abiertas. Celebre cada aventura que eligió vivir, con perdices o sin ellas.

Celebre cada vez que decide que, si lo puede imaginar, lo puede crear. Cada vez que recuerda que lo que se siente se materializa y que lo que se dice, muchas veces, se hace realidad.

Celebre cada vez que disfrutó del camino sin mirar al horizonte. Cada vez que se arriesgó a cambiar «a ver si» por «hoy es el día». Cada vez que llegó a la meta con una sonrisa y cada vez que se quedó en el camino sin machacarse por ello.

Celebre cada lágrima por aquello que perdió y cada silencio por aquello que le conmovió. Celebre haber sido capaz de volver a la confianza, a la paz y a la serenidad, en los momentos de furia y de «no puedo más».

Celebre cuando se da permiso para sorprenderse, para bailar al ritmo de la flexibilidad y para escuchar el sonido de la tolerancia.

Celebre cuando se atreve a pedir perdón, cuando se perdona a sí mismo y cuando comprende que eso lo hizo lo mejor que supo y que aquello ya no quiere volver a hacerlo igual… Tome nota y siga adelante, celebrando siempre.

Celebre y agradezca la magia y la luz de los que le rodean… Invíteles a ellos también a ver esa magia, a jugar, a reír, a abrazar y a confiar... A estrenar una vida en la que se premie menos el resistir y más el fluir… Donde de la ilusión brote esperanza y del compartir nazca comprensión. Sin sutilezas, ni juicios, ni rigideces.

Y ahora, cuando haya terminado su fiesta particular, salga ahí afuera y comparta con los que estén. Recuerde que todos somos uno y que lo que va, vuelve. Así que celebre y brinde con ellos. Porque, por si todavía no se ha enterado, hoy es día de celebrar y de dar gracias.