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León

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Cuajada de estímulos y descubrimientos, la calle que lleva en su rótulo el nombre del monarca a quien se debe la construcción de la primitiva catedral románica y al que se considera fundador de nuestra antigua y venerable ciudad, se consagrará como gran centro comercial y de servicios de León. El trajín del día a día siempre ha encontrado natural acomodo en este museo de vida, donde abrían sus puertas establecimientos consagrados a los caprichos femeninos que era un prodigio de lujo y boato.

Por citar algunos nombres entre el nutrido ramillete de comercios que aumentaron el brillo de una arteria siempre fiel a su coqueto estilo, rescatamos de la dorada alacena del recuerdo al Bazar Tomé, una suerte de cueva de Alí Babá repleta de curiosidades y sugerencias; Flores Sabadell, de fragante relevancia internacional; o una reliquia del pasado como la Joyería Oliva, inaugurada en el lejano año de 1840. Y entre los locales de esparcimiento con estatus de leyenda, hay que citar necesariamente al Hollywood, el Flor, el Salamanca y el bar Azul, frecuentado por los alemanes de la Legión Cóndor. Un local siempre repleto de público donde celebraba sus verbenas veraniegas la Cultural Leonesa, que por cierto tuvo un campo de fútbol en el tramo final de Ordoño, embocando ya la glorieta de Guzmán.

Excelencia y refinamiento son las principales notas distintivas de una vía dibujada antaño de forma muy parecida a los boulevares parisinos, y que ahora da forma a su puesta en escena para el siglo XXI. Vivero inagotable de historias y anécdotas de todo tipo, la avenida de Ordoño II alberga ahora y siempre, a su particular modo y manera, lo mejor del olor, el color y el sentir de León.