Ordoño, el gran boulevard
La futura peatonalización de la avenida de Ordoño II, plena de viejo encanto y ‘savoir faire’, trae a la memoria el brillante pedigrí histórico de un enclave tan ordenado como señorial. El mejor logotipo del León que fue y el que quiere ser
La trayectoria del que acabaría por convertirse en gran eje cívico de la ciudad arranca en el siglo XIX, cuando el entonces llamado Paseo de las Morenas o de las Negrillas era un camino que conducía al río Bernesga y luego una carretera hasta la recién inaugurada Estación de Ferrocarril. A lo largo de su trazado apenas podían encontrarse una docena de casas, que fueron dando paso a una serie de chalecitos y residencias que rezumaban clase y distinción. De esta forma, la estampa casi rural de antaño fue quedando en el olvido ante el empuje urbano de la arteria más representativa del León moderno, con amplias aceras, carril central y 400 metros de largo por 24 de ancho.
Una de las imágenes más antiguas de Ordoño, todavía con algunos de sus palacetes, los emblemáticos edificios de la calle ya alzados y los toldos sombreando los comercios. Todo en una vieja postal que ha conservado Pepe Muñiz. DEL ARCHIVO PERSONAL DE PEPE MUÑIZ
Las primeras décadas del siglo XX fueron años de un importante despegue económicos para las clases adineradas de la capital, cobijadas de forma paulatina en una calle de personalidad muy propia y formidable calidad de vida. Por ello, se construyeron distintos edificios de nobles formas arquitectónicas que llevan escrito en sus portadas el libro de estilo leonés. Es el caso del imponente inmueble que hace esquina con Gil y Carrasco, firmado por Juan Crisóstomo Torbado en 1903. O el chalet de Alfageme, sede durante muchos años de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad y ahora del Ayuntamiento capitalino. Todas ellas signos de un estatus privilegiado, como las casas de Ciriaco o de Lubén, rematada en 1918 por su creador, Manuel de Cárdenas, y reconocida entonces como la construcción más espectacular de la época, cuya fachada era utilizada por los escaladores para realizar sus peculiares hazañas.
Una de las míticas fotografía de César Andrés Delgado, la calle Ordoño II en los años sesenta. En ella se puede ver a tres guardias civiles en un tramo de cincuenta metros y la parada de taxis delante de Botines, el emblemático reloj de Santo Domingo y los viejos autobuses plateados de Martiniano Fernández, mucho antes que los Alsa. la calle señorial hacía años ya que había dejado paso al comercio y era, ya se ve en la foto, la gran artearia comercial de la ciudad. El tráfico resultaba agobiante. Ahora, tienela circulación restingida y está en obras con un proyecto dormido `para hacerla peatonal y convertirse, otra vez, en lo que fue al principio: un gran boulevard. CÉSAR ANDRÉS DELGADO / ARCHIVO HISTÓRICO DEL DIARIO DE LEÓN
Con el tiempo, el tradicional paseo que se realizaba a la caída de la tarde, un nido de chismes y semillero de posibilidades románticas, recaló naturalmente en la bien trazada y planificada avenida de Ordoño. En sus concurridas aceras, desde Santo Domingo a Guzmán, se codeaban los señoritos y la gente sencilla del pueblo llano con una nómina de nombres ilustres en aquel León ya desaparecido. Desde intelectuales y políticos de la talla de Gordón Ordás, a religiosos tan respetados como el orador don Clodoaldo Velasco, rendidos por igual al poderío escénico de un espacio ideal para seducir o dejarse seducir.