CANTO RODADO
Democracia de vitrina
Montesquieu está muerto y bien muerto. Y la democracia metida en una vitrina que nada tiene que envidiar a esa que retratan los turistas japoneses en la calle Ancha de León
Inma Cañibano, una vallisoletana que vive en Zamora y ama el vino y a León, al Viejo Reino de León, me ve optimista con los avances de la igualdad entre hombres y mujeres. Me cuenta que hace unos días le hicieron un homenaje a Arzak a cuatro manos y la única mujer que había en la foto era su hija. Que en el mundo de los caldos pasa tres cuartos de lo mismo, por cada nueve hombres, con un poco de suerte, se visibiliza a una mujer.
Tiene razón Inma. La presencia de las mujeres en la esfera pública es tan escasa que la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género (RIPVG) denunció estos días en Nueva York, en el marco de la CSW62 de la ONU, el estancamiento del 24% en el acceso de las mujeres a las noticias de la prensa, radio y televisión.
Además, según el Monitoreo Global de Medios de 2015, el 46% de los contenidos de los medios reproducen estereotipos de género, mientras que el techo de cristal persiste, al ocupar las mujeres solo el 27% de los puestos de alta dirección en las empresas mediáticas. Punto.
La exclusión es la palabra que define a las mujeres en el devenir ‘democrático’. Ausente, el 50% de la población, en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. A las mujeres no les dieron derecho a la tribuna, sí a la guillotina, donde fue ejecutada Olimpia de Gouges tras proclamar la Declaración de los Derechos de la Mujer en 1791.
Las mujeres fueron mera anécdota en la Constitución de Cádiz, llamada la Pepa, pero que realmente es la Constitución de los Pepes, como dijo Herminia Suárez en el debate sobre ¿Qué Constitución queremos? de Fundación Jesús Pereda (CC.OO.).
Fuera del movimiento sufragista o de filósofos como John Stuart Mill y la breve Constitución Española de 1931, la mujer no es reconocida como sujeto de derechos hasta que en 1948 se proclama la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La mano de Eleanor Roosvelt fue decisiva.
Las 27 mujeres que participaron en la Constitución de 1978, entre ellas la leonesa Gloria Begué, también fueron invisibilizadas. Todas ellas, excepto una, abandonaron el hemiciclo al votarse el artículo que da preferencia al varón en la sucesión de la Corona y que, nos guste o no la monarquía, ahí sigue intacto. Dolors Calvet, precisamente una mujer y una catalana, se quedó para defender la ley (casi) sálica.
Total que, cito de nuevo a la abogada feminista leonesa, la mujer sólo aparece en la Constitución en un apartado dedicado al matrimonio y otro a la protección de la familia. Con estas mimbres está construida la democracia. La paridad no es una broma. Y no es un asunto sólo de mujeres. Es una cuestión de democracia. Y una asignatura pendiente.
En este país es democrático pedir que las vacaciones de Semana Santa coincidan con el calendario litúrgico, pero se montan polvaredas si se exige que las instituciones no representen a la ciudadanía en actos religiosos católicos o que se retire a la cabra de la Legión de las procesiones. Porque, lo dice la Constitución, el Estado es aconfesional.
La democracia de vitrina vale para aplicar la prisión provisional, una medida excepcional, como moneda corriente para quitarse de en medio a políticos ‘indepes’. Quien no huye acaba en la cárcel. Los aplausos del Gobierno al juez Llarena son estruendosos.
Es preocupante, muy preocupante, que Amnistía Internacional afirme que las libertades, en España, están al nivel de algunos países asiáticos. Que se ha restringido la libertad de expresión de forma «desproporcionada» a quienes defienden la independencia catalana y que se empleó la fuerza de forma excesiva. Pero sobre todo es preocupante la manera en cómo aceptamos y aplaudimos la venganza.
Ya nadie espera una solución. Miramos a la vitrina y nos reímos del guardia, del cura y del cacique. La mujer es (aún) una niña pequeña con un cirio. Nos reímos, pero quizá el pasado está ahí al lado. En la calle Ancha. Da mucho miedo esa democracia de vitrina.