Diario de León

La vida secreta que se refugia en los museos

Una exposición es lo que vemos pero, sobre todo, ha de entenderse como lo que subyace por debajo de lo que el artista muestra. En ocasiones, lo que no se ve es más importante y suele ser el resultado de muchos meses de investigación. Es el caso de la última muestra del Musac, ‘Cómo vivir con la memoria’

Imagen de una de las instalaciones de la muestra en la que pueden verse diferentes barrios creados tras la guerra.  Ramiro

Imagen de una de las instalaciones de la muestra en la que pueden verse diferentes barrios creados tras la guerra. Ramiro

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Un museo va mucho más allá de lo que vemos en una exposición. El lugar que habitan las musas tiene una vida que no vemos y que, sin embargo, resulta fundamental para comprender todo lo que implica. Este reportaje trata sobre eso mismo. Por un lado, versa acerca de hasta qué punto el Musac se modifica y cambia sus estructuras con cada inauguración. Por otro, todos los que se acerquen al reportaje —en su doble versión de papel y de video— podrán comprender hasta qué punto el espíritu hace evolucionar los espacios.

Cuando los comisarios de una muestra del Musac terminan su concepción, el argumentario y las piezas que compondrán una exposición, comienza un trabajo silencioso, que nunca, que casi nunca es visible, porque quienes trabajan en esa labor lo hacen precisamente para que nada se note. El Museo de Arte Contemporáneo de León muda su piel, modifica los tabiques, alumbra nuevas estancias que antes no existían para que, con cada apertura, el museo sea un nuevo museo. También ha sido así en esta ocasión. La arquitectura del museo muta. En eso sabemos que se trata de un centro de arte contemporáneo. Va por delante de la sociedad. Todo lo contrario que lo que ocurre con la exposición en la que se centra el reportaje. Rara vez nos fijamos en ella, puede que sea porque, como ocurre con el cielo, siempre lo tenemos delante, porque han acompañado nuestros paseos desde que el recuerdo nos acompasa, porque lo familiar, al final, resulta casi invisible. Y, sin embargo, la arquitectura está en nuestro ADN cultural, forma parte del tuétano social hasta el punto de que las emociones se gestan en gran parte con las formas de los monumentos, de los edificios que pueblan nuestros recorridos vitales.

Este es el objetivo de una de las nuevas exposiciones del Musac. Su título, Cómo vivir con la memoria. Actitudes artísticas ante arquitectura y franquismo, trata de reflejar precisamente eso: hasta qué punto la forja arquitectónica de la dictadura ha influido en la que ha construido nuestra identidad. La muestra, comisariada por Javier Olveira, está basada en las arquitecturas que se realizaron con fines de control. Por eso en ellas no se verán los grandes diseños que, también, se pusieron en marcha y culminaron durante los cuarenta años de la dictadura y que fueron obra de algunos de los mejores creadores que ha tenido España: el propio Moneo es un ejemplo, pero no hay que olvidar a arquitectos como Sáez de Oíza o Miguel Fisac.

El director del Musac incide en este detalle. «La obsesión que tuvo la dictadura con el control fue más allá de las cárceles. Los proyectos con los que se levantaron las universidades, como la Laboral y la Complutense, son un ejemplo claro de esta afirmación: «Fueron pensadas para facilitar el tránsito de la policía y los antidisturbios por ellas», asegura. Olveira también explica que el régimen promovió la creación de ciudades factoría cuyos pobladores tenían la obligación de trabajar. Uno de los ejemplos que pone el responsable del Musac es Sancti Petri, un pueblo almadraba que se creó para la pesca del atún. «La gente que vivía allí no tenía que buscar prácticamente nada porque el Estado les proveía de todo, de escuela, de economato, de vivienda, de iglesia... y lo hizo muy bien porque mejoraba la forma de vida de los trabajadores», asegura. Sin embargo, la cruz fue la renuncia a la libertad porque el paternalismo del Estado hacía que los trabajadores no tuvieran capacidad de hacer nada más que lo que el Estado había decidido para ellos.

Pueblos de colonización

Lo mismo ocurría con los pueblos de colonización. En León fueron tres: Posada del Bierzo, Fuentes Nuevas y Bárcena del Caudillo. Estos espacios vitales, levantados de la nada para el desarrollo agrario y el mantenimiento de los menesterosos de la sociedad, fueron una estructura de repoblación rural creada al término de la Guerra Civil. Su éxito, desde el punto de vista de los objetivos del Estado, fue rotundo. Logró convertir tierras baldías en productivas e instalar en el medio rural a una gran masa de población empobrecida tras la guerra. Pero una de sus consecuencias fue la infantilización de su población. Los colonos no necesitaban salir del lugar que el gobierno había establecido para ellos. Allí tenían el colmado, la escuela, la iglesia... Eran un microcosmos perfectamente autosuficiente, como la España defendida por Franco. La autarquía lo dominaba todo. «La capacidad como ciudadano venía prevista por el Estado y se expandía por todo el tejido del Estado».

La exposición, que podrá verse en el Musac hasta el mes de junio, refleja el latido que impulsa el arte contemporáneo. Toda ella es una gran investigación sobre la arquitectura que se desarrolló durante los cuarenta años del franquismo. Las imágenes que cuelgan de las paredes del museo no hay que entenderlas como un grupo de fotografías aisladas y estáticas sino como la puesta en escena de un minucioso trabajo de rastreo cuyas aportaciones han enriquecido nuestra concepción de aquel momento de la historia. Es el caso de Alejandro S. Garrido, cuya instalación Corea. Una historia paralela traza un recorrido por todos los barrios obreros que, como el de la Inmaculada de León, se levantaron en España. Destaca el autor que en la primera mitad de 1950 emergen por todo el país nuevos barrios, una urbanización de zonas marginales creadas por viviendas sociales que servirán para acoger las riadas de campesinos que migran a las ciudades. Los nuevos barrios recibirán el nombre del dictador o el de una Virgen (Perpetuo Socorro, La Inmaculada...) pero no tardarán en ser reconocidos por otro nombre, Corea, la guerra contra el comunismo que en el otro confín del mundo libraba Estados Unidos. En León, además de La Inmaculada, en Las Ventas, se levanta por entonces el de Pinilla. Su arquitectura, constituida por viviendas unifamiliares de planta baja, con un pequeño terreno colindante destinado en un principio a huerta, prevalece en una gran parte del barrio. Las denominadas cuarta y quinta fase del barrio, justo detrás del centro de salud, son edificios de pisos que se construyeron para acoger a emigrantes de la comarca de Riaño que abandonaron la comarca cuando se construyó el embalse. Llegaron a edificarse doscientas viviendas con este fin justo detrás del centro de salud.

Otro ejemplo que explica de qué va el arte contemporáneo, cómo hay que analizarlo y en qué sentido una sola imagen puede ser la portada del acervo histórico, literario y estético de un país es El mundo de los vencedores, obra del valenciano Ignasi Prat. La instalación es el resultado de una investigación que comenzó en 2011 y se prolongó hasta el 2016. El trabajo parte del interés del artista por la memoria histórica y, según él mismo asegura, comienza a tomar forma tras la lectura de la novela de Benjamín Prado Mala gente que camina, un relato en el que se describe la opulencia de las familias de vencedores en la postguerra. Fue así como Prat comenzó una investigación que le llevó a descubrir muchos de los espacios residenciales desde una posición motivada por la impunidad al franquismo.

El artista incide en el uso de la fotografía como soporte a una actividad de arqueología del franquismo, como instrumento de señalización e invocación de los fantasmas del pasado. «La arquitectura es el medio para contar una historia sobre los que la construyeron o se apropiaron de ella», subraya el autor, que precisa que el trabajo consta de dos partes diferenciadas: la primera aborda las casas en Madrid, mientras que la segunda se centra en las residencias repartidas por el territorio español.

Sada, Caravia, Durango, Pamplona, Valladolid, Villafranca, Corella, Mahón, Camas, Fiñana y, por supuesto, Madrid. En todas estas ciudades ha descubierto Ignasi Prat propiedades de los vencedores a través del rastreo de sus partidas de defunción, un paseo a través de cómo se gestiona la victoria.

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