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MICHAEL REYNOLDS

Publicado por
Mercedes Gallego / Agencias
León

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L os cadáveres están fríos, los ánimos no. En las seis semanas transcurridas desde que Nikolas Cruz abrió fuego contra sus compañeros del Instituto Marjory Stoneman Douglas de Parkland (Florida) el duelo se ha transformado en indignación. El clamor de cientos de miles de jóvenes que han hecho de la lucha por el control de armas la causa que da sentido a sus vidas ha sacudido la conciencia del país.

Más de un millón de personas siguieron hace unos días los pasos de Martin Luther King en el Mall de Washington y de la Marcha de las Mujeres para lanzar un aviso al Congreso. «Os vemos», dice el lema de la Marcha por nuestras vidas. «Vemos que tenéis las manos ensangrentadas con dinero de la Asociación Nacional del Rifle (NRA) que paga vuestras campañas. Ahora vosotros nos vais a ver a nosotros».

El otro día ya era tarde. Las 17 vidas que se perdieron en Parkland por San Valentín no volverán. Al menos 73 adolescentes han muerto desde entonces, según el archivo de Gun Violence. Más de 26.000 desde la matanza del Instituto Columbine en 1999. Casi 200.000 se han visto expuestos a un tiroteo en las aulas. Pocos lo tienen tan fresco como Tyra Hemans, de 17 años, que el mes pasado aún se refugiaba de los disparos bajo un puente cuando una compañera le dijo que había visto muerta en el suelo a su amiga del alma, Meadow Pollack. Le faltaban tres meses para terminar el instituto, ya había sido aceptada en la Universidad de Boca Ratón.

«Meadow y yo éramos una, íbamos siempre juntas, respirábamos a la vez, cumplíamos años el mismo día, el 7 de octubre». En cuestión de segundos su otro yo dejó de existir para siempre «y nadie se acordaría ya de ella si no estuvieramos haciendo esto». Nunca antes la feroz urgencia del ahora que clamaba Martin Luther King ha sido más imperiosa para Tyra. «Sé cómo se precipitó todo. En menos de diez minutos nuestras vidas habían cambiado para siempre. Nuestros amigos no volverán. Cada segundo cuenta». Son 96 víctimas de armas de fuego al día, casi 35.000 al año.

Tyra no ha dormido esta noche, como tantas otras desde que la poseyó esta determinación colectiva del ya basta. El viernes 23, después de clase, se subió a un autobús en Parkland (Florida) y se bajó en un hotel de Washington quince horas después, a las dos de la madrugada. No se acostó, sino que se puso a terminar las pancartas para las que ha estado recaudando fondos. Los 3.300 euros que ha recibido en pequeñas donaciones han llegado cargados de mensajes de admiración de quienes nunca imaginaron la fuerza que podía emanar de una generación a la que se creía perdida en los teléfonos móviles, pero también de odio. «Me enferma ver cómo los liberales utilizan a estos niños para cambiar América», escribía Sherry en su página de GoFund.

El intento de Obama

Los políticos se marcharon el viernes pasado de vacaciones de Semana Santa. Donald Trump ha hecho el camino contrario al de los jóvenes y toma el sol en su mansión de Palm Beach. Los que se han subido a autobuses en cada esquina del país para acompañarles en esta histórica marcha, secundada en más de 800 ciudades, eran madres como Stacy Boge, que desde la masacre de Sandy Hook no se puede quitar de la cabeza la metralla estallando en los cuerpecitos de los niños y aprieta a los suyos estremecida. «Oí el testimonio del forense contando el impacto de esas balas disparadas con rifles automáticos de asalto militar. No puedo creer que no hicieran nada después de eso, con todo lo que lo intentó Obama».

Los niños de Sandy Hook eran demasiado pequeños para hablar. Tenían entre seis y siete años, sus padres no les pusieron delante de las cámaras, pero a los de Parkland nadie les puede parar. «Son las voces de estos niños las que nos han despertado. Necesitan nuestra ayuda. Querría ayudar a cada niño del mundo, sufro pensando en los que mueren en Siria, pero estos son los nuestros, los tenemos aquí. Si no les protegemos nosotros, ¿quién lo hará? Tenemos que hablar con una sola voz».

La movilización ya ha tenido algunos frutos. La noche antes el Departamento de Justicia anunció su intención de ilegalizar los adaptadores de rifles conocidos como ‘bump stocks’. Y el legislador texano Henry Cuellar ha prometido retomar una propuesta bipartidista para universalizar el control de antecedente psicológicos y penales. No es suficiente para ellos. Los jóvenes de Parkland quieren que, como en Florida, se aumente la edad legal para adquirir un arma a los 21 años, la misma a la que se les permite beber alcohol. Y lo más importante, que desaparezcan de la circulación los rifles automáticos de asalto militar diseñados para matar a 45 personas por minuto, con balas capaces de viajar a mil metros por segundo. «Quiero vivir mi futuro. No estar siempre asustada de que alguien saque un arma. Este es nuestro momento, es nuestra generación la que decidirá en qué sociedad queremos vivir. Lo reclamaremos y votaremos por ello, como sé que habría hecho Meadow si fuera ella la que hubiera sobrevivido», promete Tyra.

Caída de las ventas

Por otra parte, Remington, el fabricante de armas más antiguo de EE UU, empresa fundada en 1816, solicitó esta semana protección federal por bancarrota, según documentos presentados en un tribunal del estado de Delaware.

La medida adoptada por Remington Arms Co. y su empresa matriz, Remington Outdoors, se produce en medio de la caída de las ventas en los últimos doce meses que ha sufrido la bicentenaria compañía, que ha fabricado numerosos tipos de pistolas, rifles, fusiles y escopetas desde su fundación.

La empresa es ahora propiedad mayoritaria de Cerberus Capital Management, un grupo de capital privado que pretende vender los activos del fabricante de armas una vez se complete el proceso de quiebra, informó el diario USA Today.

Remington continuará operando bajo la protección del capítulo 11 del código de bancarrota de Estados Unidos, una acción que permite a las compañías con problemas financieros crear un plan de reestructuración para mantenerse a flote y pagar a sus acreedores.

El director financiero de Remington, Stephen Jackson, aseguró en la última presentación de resultados que la compañía sufrió una disminución «significativa» en los ingresos y ventas en los últimos doce meses, apuntó el medio ya citado.

Esta noticia llega poco después de que un millón de personas, mayoritariamente estudiantes, salieran este sábado a las calles de 800 ciudades de EEUU para reclamar un mayor control de acceso a las armas que ayude a reducir la violencia armada en general y en los centros educativos del país.

En inglés, «nuestros pensamientos y oraciones». Eso es lo único que los políticos de EE UU contrarios a endurecer el acceso a las armas ofrecen a las víctimas y a sus familiares después de cada matanza. Cualquier limitación a la Segunda Enmienda de la Constitución -la que consagra el derecho de los ciudadanos a armarse- es para ellos inadmisible, a pesar del peaje sangriento de carnicerías recientes como la del instituto de Parkland, en Florida, o la de Las Vegas, el año pasado.

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