Diario de León
El perro Miko, durante la terapia con personas mayores, en el centro de día San Cipriano en Bezana, en Cantabria.

El perro Miko, durante la terapia con personas mayores, en el centro de día San Cipriano en Bezana, en Cantabria.

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Miko es un perro que llegó a su dueña en una caja de cartón abandonada, una primera experiencia que quizá haya servido a este animal para ayudar mediante una terapia poco habitual en España a las personas mayores de una residencia, a las que lleva alegría y saca de su rutina.

La residencia y centro de día San Cipriano, en Santa Cruz de Bezana (Cantabria), recibe semanalmente la visita de Miko, que juega durante una hora y media con los residentes para hacerles compañía y dejarse acariciar, lo que según explican a Efe sus terapeutas provoca beneficios a los ancianos y les motiva.

Al contrario de lo que puede parecer, Miko es un «chucho» de la calle que nunca ha recibido un adiestramiento específico para tratar con enfermos o mayores. Todo lo que sabe es, probablemente, fruto de esa experiencia y del tiempo que ha pasado con su dueña.

«Me encanta que pueda servir a la sociedad que a él no le trató muy bien cuando empezó su vida», resume Isabel García Imhof, quien decidió quedarse con Miko antes de que muriera, como les ocurrió a otros cachorros enfermos que le acompañaban en una caja.

Más allá de dar la patita o hacerse el muerto, las principales virtudes de este perro «terapeuta» son su paciencia, templanza y alegría que despiertan sentimientos en los mayores, les da un tema de conversación y les hace reír. Para su dueña, este «instintivo» don afloró cuando hace años recibieron la visita de un familiar con depresión que, día a día, fue mejorando con la compañía de Miko

«Es una compañía que no te exige conversación, que no te hace preguntas, que no te juzga», explica Isabel, quien asegura que los beneficios que provoca Miko en los pacientes son «muy palpables».

Y es cierto, al menos en la residencia a la que ahora acude, porque cuando el perro todavía está entrando en la sala en la que esperan, los mayores arrancan sus reclamos al perro para jugar, mandarle sentar y dar la patita o acariciarle. Todo ello con paciencia canina y algún que otro premio en forma de golosina, que los asistentes le dan para agradecerle su esfuerzo.

Ramón y María Esther, residentes de San Cipriano, coinciden en destacar la inteligencia de Miko y la compañía que les hace sentir el animal durante sus visitas. «A unos nos gusta más que a otros, pero normalmente agrada bastante a todos», reconoce Ramón, mientras que su compañera, a quien el animal le hace mucha gracia cuando se tumba, considera que los perros «son más inteligentes que muchas personas».

Mariana Nardiz, terapeuta ocupacional de la residencia San Cipriano, destaca a Efe el interés que suscita Miko entre los residentes, a quienes provoca «muchos beneficios» y un contacto con la realidad.

La visita de Miko, según señala Nardiz, supone un ejercicio de reminiscencia, una ruptura con la rutina de la residencia y una forma de «acercar» a los mayores a sus casas, que en los casos de mayor deterioro cognitivo llegan a sentir que están en su niñez con el perro de su infancia. También subraya que esta actividad consigue mejoras físicas porque «no es lo mismo mover un brazo, sin sentido, en una rehabilitación, que moverlo para acariciar al perro o lanzarle una pelota».

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