Diario de León

CANTO RODADO

Obreras, obreros y el oeste

Sí, estoy contenta. A ratos muy contenta. El marianato ha tocado a su fin y empieza una nueva era con muchas mujeres tomando las riendas del país... Gracias a la lucha feminista, no lo olvidemos..

León

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El fin del marianato no lo ha puesto Mariano Rajoy, que, en realidad, no se quería ir y le han echado. El fin del marianato lo marcan las mujeres. Así que, sí, para quien tenga dudas, confieso que estoy contenta. Incluso, a ratos, muy contenta. No soy yo de lanzar las campanas al vuelo por ningún Gobierno. Veremos cómo nos va con la Gobernanza. Obras son amores...

Ahora bien, es trascendental, no cabe duda, la elección de once mujeres para ocupar carteras ministeriales, entre ellas varias de ‘peso’, cuya trayectoria y talento son incuestionables, aunque me temo que no se libran por ello de los insultos fáciles (y faltos de imaginación). La caverna anda un poco aturdida, pero en cuanto se recupere...

Pedro Sánchez se puede apuntar el segundo tanto. El primero se lo ganó con la audacia, y sobre todo el riesgo que asumió, al plantear una moción de censura cuando ya casi nadie se acordaba de que existían él y el PSOE.

No olvidemos, sin embargo, que ha sido el movimiento feminista el que ha empujado el cambio de rumbo. Tanto, que por primera vez en cuarenta años una mujer asume la dirección de uno de los diarios más influyentes del país. No es coincidencia ni casualidad. Son los vientos violeta que agitan la nave del patriarcado.

Y de la patria, dicho sea de paso y a propósito de la exposición de Núria Güell que ayer se abrió en el Musac. Porque resulta que el feminismo no es solo cosa de mujeres y porque es más que necesario que la masculinidad hegemónica se mire en el espejo y las mujeres también la cuestionemos. Patria y patriarcado, un binomio que va de la mano desde hace demasiado tiempo.

El nuevo presidente, pese a su altura, ha pasado casi desapercibido ante el goteo de nombres que iban poniendo cara a las carteras ministeriales, con la guinda de Defensa y Cultura para última hora. El ministerio que asume la leonesa Margarita Robles no podía ser desvelado, por razones obvias, antes de que el Rey tuviera conocimiento oficial. Y se filtró un nombre erróneo. El de Cultura, con Maxim Huerta, porque parece que tuvo otros novios y novias que no aceptaron la oferta.

Con cada ministra que saltaba en las noticias se producían unos cuantos soponcios, en las casas, en los centros de trabajo, en las plazas y en las redes. Lo nunca visto. España entera se sobrecogía y el mundo recibía con recocijo la avanzadilla de un país que siempre is different.

Pero hasta aquí podemos leer. Y hablar. Ahora toca trabajar y demostrar el cambio real sobre un país despedazado, con sus clases trabajadoras empobrecidas y unos índices de pobreza y exclusión social que exige mucho esfuerzo para avanzar. La pobreza cronificada de la que Cáritas dio cuenta un año más con motivo del Corpus es una vergüenza nacional insoportable que no se tapa ni con con mil banderas. Los salarios decapitados, los derechos arrebatados, ministra Valerio... Ahora, toca hablar de las obreras (y los obreros). De las invisibles que cuidan, limpian y cocinan más allá del postureo televisivo. De las Kelys, las trabajadoras de residencias y las auxiliares de ayuda a domicilio. De la gente corriente y los territorios olvidados, de la España vacía y la España emigrada. De la cultura ahogada por el IVA, de la escuela y la sanidad recortadas. Y hasta del Concordato. El tajo es muy grande y no vale empezar a decir que si el carbón no tiene futuro, es hora de empezar a hablar del presente de las cuencas.

El reto, y el riesgo, que asumen las ministras y los ministros que acaban de estrenarse es grandísimo. Porque mucho más importante que el futuro político que Pedro Sánchez se jugó a cara o cruz es la regeneración y recuperación de un país dolido, enemistado y vilipendiado por unas políticas feroces con las clases populares que, no olvidemos, ha dictado Alemania disfrazada de venerable Europa.

Quedar bien con Europa está muy bien (o no, ya veremos). Hacer guiños a Cataluña, al País Vasco e incluso a Susana Díaz, que no tanto a Andalucía, también queda bonito. Y puede que sea lo más inteligente. Pero hace falta justicia. Esperemos que no nos pase, una vez más, lo que ya dijo Quevedo: «... sólo Castilla y León /y el noble pueblo andaluz / llevan a cuesta la cruz». El oeste (y León también) se merece una oportunidad.

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