Diario de León

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Aunque se ha estilizado a lo largo de sus 120 años de vida, el muñeco Michelin se coló en el diccionario de la Real Academia Española para dar nombre a las lorzas, algo que no hizo mucha gracia a sus creadores, además de convertirse en un icono sobre el que han trabajado reputados artistas y diseñadores.

A los hermanos André y Eduard Michelin, que en 1889 fundaron la empresa de neumáticos que lleva su nombre y en 1900 la hoy famosa Guía Michelin, con 23 ediciones internacionales, se les ocurrió la idea de crear un símbolo para su compañía contemplando unas ruedas apiladas que les recordaron la figura de un hombre gordito.

Sería el ilustrador Marius Rosillon, conocido como O’Galop, quien daría forma al orondo hombre-neumático blanco —entonces las ruedas se vendían envueltas en papel de seda de ese color—, que apareció por primera vez en 1898 en un cartel publicitario titulado Nunc est bibendum (ahora bebamos, en latín, en referencia a un poema de Horacio). Había nacido Bibendum, el muñeco Michelin, Bonhomme Michelin en francés o Michelin Man en inglés.

Su debut en tamaño completo en el pabellón de la firma en la primera edición del Salón del Automóvil de París supuso el inicio de una carrera de popularización mundial que le llevó a ser elegido como el mejor icono de marca de todos los tiempos por el Financial Times en 2000 o definido por Dalí, que tenía varios modelos en su casa de Portlligat (Girona), como la obra comercial casi perfecta.

Grandes nombres de la publicidad y la cartelería contribuyeron a su fama. Hautot, Grand Aigle, Riz, Cousyn y René Vincent le confirieron personalidad humana y expresividad hasta que en 1920 Michelin Francia empleó a sus propios artistas a jornada completa en su Estudio de Diseño para estandarizar su representación.

Bibendum evolucionó al ritmo del tiempo para estar siempre a la moda: si nació cuando sólo los adinerados podían conducir y se adornó con monóculo y puro, se rodeó de aeroplanos cuando comenzó la aviación, se casó en 1952 en el Salon de l’Auto de París y apareció con un diseño de alta tecnología en 3D en 2000, aunque siete años después volvió a las dos dimensiones. Durante ese tiempo se fue estilizando su figura, lo que no impidió que la palabra michelín entrase en el diccionario de la Real Academia Española como definición de «lorza»; cuentan a Efe desde la compañía.

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