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Mi minuto con Kofi Annan

El periodista y gestor cultural Eduardo Aguirre recuerda su encuentro en la ONU con Kofi Anann, con motivo de la limpieza del mural de Vela Zanetti, que coordinó en 1998 como secretario de su Fundación .

Kofi Annan saluda a Eduardo Aguirre, con el mural de Vela Zanetti de fondo, en el acto celebrado el 15 de diciembre de 1998

León

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Me pide el periódico un recuerdo de mi encuentro con Kofi Annan, en la ONU. No caeré en esa debilidad de los artistas que en sus catálogos incluyen fotografías con gente importante, aunque solo hubiesen estado juntos en aquella inauguración y porque se daba un vino español. Lo mío fue un minutín, pero de segundos como siglos.

Pongámonos en situación, ¿cómo fue posible que aquel día el embajador de España ante las Naciones Unidas, Inocencio Arias, estuviese presentándome al entonces secretario general de la ONU? Con motivo de cumplirse los 50 años de la Declaración de Derechos Humanos se me ocurrió que podíamos llevar a cabo una limpieza del mural que plasmó Vela Zanetti en la sede, con el respaldo de la prestigiosa Fundación J. S. Guggenheim, en 1951-52. Con la ilusión de mi juventud aún poco zarandeada se lo propuse al patronato de la Fundación del pintor, de la que era secretario, y que presidía Mario Amilivia. Se me dio luz verde y patrocinaron el Ayuntamiento de León, Caja España y la Fundación VZ. Arias se mostró feliz con la idea y dispuesto a respaldarla.

Vela Zanetti, firmando su mural con Henry Allen Moe y Trygve Lie detrás

Aquí feliz no es exageración, pues creo que es una de las personas más vitales e inteligentes que he tenido ocasión de tratar, además de enorme realista. No cabe en una etiqueta, con él son necesarias al menos seis o siete. Un ejemplo: cuando me presenté en su oficina próxima al edificio de las Naciones Unidas, el antedespacho lo tenía decorado con fotografías suyas disfrazado de vampiro, pues había participado como actor en una película de cuyo nombre no quiero acordarme, supongo que él tampoco.

En diplomacia, el sentido del humor sirve —a veces— para evitar males mayores, incluso guerras. Fue una vez supe que nos respaldaría cuando presenté el proyecto al Patronato. Me recalcó que aunque no me lo podía asegurar de que lo consiguiese iba a poner todo su empeño para que Annan asistiese al acto de entrega de la limpieza del mural, obra emblemática del edificio y no solo por su tamaño. Nos llevó un mes, tras el visto bueno del Subsecretario de Asuntos Políticos de la ONU, Alvaro de Soto, con quien me entrevisté.

Trygve Lie, felicitando al pintor leonés

Creo que el Ayuntamiento nunca se creyeron del todo que podía asistir el secretario general, hasta que fue un hecho ya consumado. Y Arias me insistía: «No te ilusiones demasiado, que su agenda puede cambiar en un minuto.» Ese día recé a San Judas Tadeo, patrón de los imposibles, para que Marte, dios de la guerra, no nos liase un conflicto en algún lugar del planeta. Hizo efecto. Mano de santo.

Annan transmitía elegancia, sin ser relamido, pues en la ONU hay un pacto no escrito de sobriedad física, dado los graves problemas que allí se debaten, entre ellos la pobreza. Nos fue saludando uno a uno. El secretario general, entre de los cinco cargos más importantes del planeta, no pasó de largo, como el coche de mister Marshall.

Obra maestra

El muralista elegido para llevar a cabo la limpieza fue el leonés Enrique Linaza, quien contaba un amplia experiencia artística y docente (había impartido un curso en Oxford). Seguimos las directrices de Ricardo Clará, un químico catalán especialista en pigmentos. Nuestro paisano, afincado en Linares, hizo un gran y a la vez sutil trabajo sobre esta obra maestra zanettiana, plasmada a la caseína. Su dominio del inglés me fue de gran ayuda, pero sobre todo su gentileza.

Al acto institucional —15 de dciembre de 1998-— asistieron, entre otros: el hijo del pintor, José Vela; la concejala Inés Prada; el representante de la Fundación Guggenheim, Peter Kardon; la embajadora la República Dominicana, país bajo el que Vela Zanetti plasmó el mural, pues España no entraría en la ONU hasta 1955. Francesc Bedmar, amigo del pintor y mío, hizo un extraordinario reportaje fotográfico. Hubo discursos estupendos y después la comitiva española fuimos a comer a casa de nuestro embajador. El taxista me la jugó y me dio una vuelta por todo Manhattan, en lo que debía haber sido un trayecto de cinco minutos. Llegué al segundo plato. Exquisito.

Inés Prada pronunciando su discurso

He coordinado muchos actos culturales, y este que en principio, como supondrá el lector, iba a ser el más complejo de todos, aunque solo fuese por el papeleo y las medidas de seguridad, fue el más fácil de cuantos he organizado en mi vida, gracias a la eficacia de Arias y a su inteligencia emocional. Me dijo ya en la ONU: «¿qué necesitáis?». Le di una relación y él añadió: «Pues además necesitarás esto, esto y esto». Desde ese día nosotros nos dedicamos a lo nuestro, Linaza a que la limpieza del mural estuviese terminada a tiempo, este coordinador a lo suyo y don Chencho a intentar que Annan estuviese presente en la entrega oficial del trabajo. A l concluir el acto, llamé desde una cabina a Vela Zanetti.

Y sí, desde el primer momento Arias me advirtió de la dificultad de lograr la presencia de Annan, pero su compromiso en intentarlo. Lo comprendí, el papa y el máximo responsable de la ONU son dos de las personas sobre las que recae la responsabilidad de intentar que este mundo sea mejor. En cualquier momento del día, un pequeño o gran conflicto altera sus agendas. Y habida dado cómo se las gasta la comunidad internacional, lo previsible es que ocurriese algo. No ocurrió. ¡Bien por el planeta?! ¡Bien por San Judas Tadeo! ¡Bien por Chencho!

Vela Zanetti, ante la sección central del boceto para el mural de la ONU

Todo tuvo lugar antes del ataque terrorista a la Torres Gemelas. Quizá, hoy el proyecto no sería posible así.

Descansa en paz Kofi Annan, tú que tanto trabajaste por ella. Estás ya en el gran azul. Por cierto, ¿colocaste en el salón de casa las medallas o monedas con nuestra Catedral, que te hizo entrega doña Inés?

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