Rencor
Alguna vez ha sentido rencor hacia alguien? Seguro que sí. ¿Y cómo cree usted que nace el rencor? Pues resulta que cuando esperamos algo de alguien y no lo recibimos, sentimos rencor. ¿Se da cuenta del poco sentido que tiene esperar que alguien sea de una determinada manera y enfadarse si esa persona no es así? Me refiero a que muchas veces alguien no se comporta como esperábamos, pero su intención no era hacernos daño. Y aun así le guardamos rencor.
Piénselo, ¿a quién le guarda rencor en su vida? ¿Con quién está resentido? Pues sepa que el rencor no daña al otro, le daña a usted, a la persona que lo siente.
Entonces, ¿por qué lo sentimos? Pues porque construimos una imagen ideal de alguien y cuando vemos que la real no se corresponde con el ideal nos frustramos, nos enfadamos y le echamos la culpa. Así aparece el rencor, por la diferencia entre lo que esperamos y lo que recibimos. Muchas veces sin que ni siquiera esa persona se hubiera comprometido a ser como nosotros esperábamos, y simplemente porque nosotros creíamos que tenía que ser así. Porque hemos visto demasiadas películas de esas en las que los padres, los hijos, los amigos y los novios son perfectos, y nos hemos creído que todos tienen que ser así.
Entonces, si el rencor no tiene sentido y además nos hace daño, ¿cómo evitarlo? Pues aquí tiene cinco claves:
—Baje el ideal que se ha montado. Porque sus expectativas son suyas, y no tienen nada que ver con el otro.
—Dígale a esa persona lo que espera de ella. Así se establecen los acuerdos, comunicando al otro lo que esperamos de él, y que él elija si acepta o no.
—Comprenda. Póngase en el lugar de esa persona y piense qué miedo, creencia o necesidad le puede haber llevado a comportarse así.
—Acepte que esa persona es como es, y no como a usted le gustaría. Es decir, suelte la necesidad de que el otro cambie.
—Perdone a esa persona por no ser como usted quería que fuera. Y no se preocupe si no sabe perdonar, lo que importa es que esté dispuesto a hacerlo. El «cómo» vendrá solo.