¿Hacia el fin de la UE?
El título del artículo es tal vez alarmista y recurre al cómodo expediente de escribirlo entre interrogaciones para atenuar el probable error de afirmarlo sin más. Pero, dicho esto, se puede afirmar que a la bajada visible del europeísmo como una especie de envoltura de la ideología de cada cual (con tal de que sea democrática) se añade en estos días una epidemia de hostilidad hacia el proyecto.
Sus últimos protagonistas son el italiano Matteo Salvini, ministro del Interior y —lo que más importa— líder de la Liga Norte, y Marine Le Pen, jefa de la derecha ultranacionalista en Francia, donde llegó a disputar en mayo del año pasado la presidencia de la República al presidente Macron frente a quien obtuvo un excelente 34% de los votos.
Ambos se reunieron el lunes en Roma con todo el viento político a favor en el marco de una Unión Europea agrietada por las dificultades y la falta de adhesión de estados de peso, como Hungría y Polonia, y, al fondo, el escenario de la salida del invento del Reino Unido. Sus acusaciones traducen la irritación italiana por el veto de Bruselas a la primera versión del presupuesto enviado por Roma con un inaceptable déficit previsto y que deberá ser revisado en un ambiente de guerra política abierta. Pero este desencuentro no lo explica todo y Salvini no lo oculta: nuestro enemigo -viene a decir- es Bruselas y añade nombres, empezando por J.C. Juncker y Pierre Moscovici, mientras Marine Le Pen dice que «la UE es una estructura totalitaria». Todo, pues, convertido en una explícita operación de política interna, una parte del gran mitin en que Salvini, cercano a un demagogo populista, convirtió el escenario.
¿Qué dirían los eminentes italianos que crearon y consolidaron la UE con Alcide de Gasperi o Altiero Spinelli en cabeza? La conducta de Roma es literalmente incompatible con el proyecto europeo que, de todos modos, es de afiliación voluntaria y ha progresado en paralelo a la llegada masiva de inmigrantes irregulares durante años. Pero se acabó la buena conducta de obligado cumplimiento con Bruselas. El motín explícito de Roma y sus simpatizantes austriacos, húngaros y polacos, podría ser el principio de un movimiento que pondrá en peligro a la UE. No es imposible que en España nos acerquemos a ese escenario salvo que se controle la masiva inmigración ilegal que, por cierto, crece sin cesar tras el cierre de los pasillos marítimos italianos.