Diario de León
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Unidos Podemos registró días atrás una propuesta no de ley para que bares y restaurantes estén obligados a ofrecer agua del grifo. La patronal se ha rebelado. «No conozco ninguna ley que haya pedido a nadie que regale su trabajo. Se nos puede sugerir, casi todos los bares te la dan si la pides, pero que por ley nos obliguen a regalar nuestro trabajo, diría que es hasta inconstitucional», protesta José Luis Yzuel, presidente de la Federación Española de Hostelería. Por su lado, Facua les ponía delante un espejo: «Ya hay que tener poca visión comercial para no saber convertir el agua gratis en una forma de captar clientes», afirmaba Rubén Sánchez.

Y yo no sé qué pensar, porque tengo buenos amigos hosteleros que me explican, con excelentes razones y plenitud de sentido común, que no son tan fáciles las cosas. Que puede llegar un señor a tu local, sentarse en una mesa y tirarse toda la tarde con una jarra de agua gratis. Y yo pienso que, por otro lado, si dejáramos la tontería del agua embotellada a un lado (al menos en las grandes ciudades), el planeta nos lo agradecería mucho. Y ellos me dicen que el agua embotellada es un porcentaje significativo de un negocio que ya es duro de por sí. Y llegan unos políticos que no han abierto un bar en su vida y dicen que las cosas tienen que ser como ellos dicen.

Y yo no sé qué pensar, porque voy a Nueva York o a Londres y lo primero que pasa cuando me siento en un restaurante es que el agua llega a mi mesa inmediatamente y sin haber pedido nada, porque la cultura de esos lugares excluye la picaresca. Y razono que, para producir cualquier cambio, las leyes no son suficientes, distan mucho de estarlo, pero son primeros, aunque imperfectos pasos. Y de nuevo me llega la desconfianza en los políticos, que suelen ser cantamañanas que tienen una idea del mundo que nunca se corresponde con la realidad del bregar y del sudor. Y de nuevo pienso en la Isla de Basura del Pacífico, cuya superficie se estima entre 700.000 km² y 15.000.000 km² y pienso que algo tendremos que hacer para reducirla, antes de que acabe con la vida de toda la fauna marina del planeta y, por extensión, con nosotros. Y de nuevo vuelvo a pensar en otro amigo hostelero que ayer tuvo que despedir a un camarero porque los números no llegaban, y tiene hipotecas por todos lados. Y termino esta columna dándome cuenta de que no he escrito una columna sobre agua gratis, sino sobre lo difícil que es opinar cuando no se tienen en cuenta todos los ángulos de un problema.

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