Diario de León
Publicado por
Rosa Villacastín
León

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Como buena gallega que es, a Ana Pastor no le gustan los aspavientos, ni las palabras altisonantes y, mucho menos, los graves insultos que tiene que escuchar en cada pleno como presidenta del Congreso que es. Una guerra sin cuartel que tiene lugar cada semana entre los líderes políticos y sus portavoces, inquietos e inseguros como andan todos desde que una moción de censura desalojó del poder a Mariano Rajoy para aupar a Pedro Sánchez. Nada ilegítimo, por otra parte, pero que ha puesto de los nervios al PP como es natural pero también a Ciudadanos.

Rivera llama golpistas a los diputados del Grupo catalán y estos les responden llamándoles fascistas, lo que provoca duros encontronazos entre ambos partidos, también entre los del PP y el PSOE o el presidente del Gobierno, y ello ha propiciado que el ambiente se haya enrarecido tanto que la convivencia, entre quienes nos representan, es nula.

Es por este ambiente de crispación, por lo que Ana Pastor se ha visto obligada a expulsar a Rufián del pleno. Una medida muy dura para a un diputado que, por lo que parece, se siente muy cómodo provocando insultos y situaciones esperpénticas, tan esperpénticas como las que provocaba su rival, el ex-portavoz del PP Rafael Hernando.

Por primera vez he visto a Ana Pastor realmente enfadada, muy enfadada, algo que no es habitual en ella, ya que se trata de una mujer, una política con gran experiencia, incapaz de perder los papeles, entre otras razones porque su papel institucional se lo impide, pero también porque en la vida cotidiana, fuera de los centros de poder, Pastor es una mujer dialogante, con un gran sentido del humor, gallego claro está, que no duda en hacerte un favor o en volcarse con la gente que lo necesita. De una fidelidad a prueba de bomba como bien se lo ha demostrado a Mariano Rajoy, a quien conoce desde hace muchos años y a quien nunca se le ocurriría criticar, aun no estando de acuerdo con algunas de sus medidas.

Cómo será la situación de incómoda para quienes no buscan la bronca por la bronca, que Ana ha tenido que escuchar cómo desde algunos bancos se dirigían a ella como «la institutriz», un calificativo que tiene mucho de machista, aunque entre quienes lo pronuncian se encuentren algunas diputadas.

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