Diario de León

El pacífico es chino

El gigante asiático se ha ganado a golpe de talonario el favor de los gobernantes de esos vulnerables territorios, con inversiones y créditos blandos para construir gigantescas infraestructuras y llenar el vacío que está dejando la potencia regional, Australia. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce.

MARK R. CRISTINO / POOL

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zigor aldama / Agencias
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Cada vez que se sube a un estrado frente a los líderes del mundo, el presidente de China, Xi Jinping, recita su mensaje conciliador sobre la necesidad de promover un desarrollo inclusivo en un mundo cada vez más globalizado. La primera vez que lo hizo fue hace dos años en el Foro de Davos, donde se erigió en inesperado abanderado del libre comercio, y hace unos días lo retomó en la capital de Papúa Nueva Guinea, Port Moresby, para el discurso inaugural de la cumbre de la Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC).

«El mundo está viviendo cambios profundos. La globalización debe continuar avanzando, pero el unilateralismo y el proteccionismo amenazan el crecimiento económico», apuntó Xi. «Estamos ante un punto de inflexión en el que nos enfrentamos a un dilema en el que debemos elegir entre la cooperación o la confrontación, continuar con una apertura que beneficie a todos o enfrentarnos en un juego que sumará cero», añadió, en clara referencia a las políticas que ha puesto en marcha el presidente estadounidense, Donald Trump. «La historia ha demostrado que, en un enfrentamiento, ya sea en una guerra tradicional, una guerra fría, o una guerra comercial, nunca hay vencedores», sentenció en medio de una ovación.

En Oceanía, Xi juega en territorio amigo. Sobre todo, porque China ejerce cada vez mayor influencia entre los pequeños Estados insulares que salpican el Océano Pacífico. Como ha hecho en África y en zonas de Asia, el gigante asiático se ha ganado a golpe de talonario el favor de los gobernantes de esos vulnerables territorios, con inversiones y créditos blandos para construir gigantescas infraestructuras y llenar el vacío que está dejando la potencia regional, Australia. En los últimos siete años, China ha transferido 6.000 millones de dólares (más de 5.200 millones de euros) en ayuda y préstamos, solo 580 millones menos que Australia. En la citada cumbre, Xi animó a los países de la región «a subirse al expreso del desarrollo chino».

El ambicioso proyecto para revitalizar la Ruta de la Seda trasciende el ámbito económico y es también el vehículo ideal para extender el poder político de China por el mundo. Lo que para Pekín es un desarrollo integrador, para sus detractores es un neocolonialismo económico que se ceba con los más pobres. Y muestra de ello son numerosos ejemplos en los países oceánicos. En las islas Solomón, por ejemplo, la llegada de empresas madereras chinas se ha aplaudido como una nueva e importante fuente de ingresos, pero Global Witness ha demostrado que sus operaciones están degradando el entorno a un ritmo frenético. Concretamente, el territorio se está deforestando a una velocidad 19 veces superior a la considerada sostenible.

La realidad

Luego están los préstamos enmascarados como inversiones. El Gran Dragón construye grandes infraestructuras que, teóricamente, propiciarán el desarrollo económico de los territorios en los que se levantan. Pero las grandes beneficiadas son las empresas chinas que llevan a cabo los proyectos —la mayoría de propiedad estatal—. Es el caso de los 4.000 millones de dólares que China ha ofrecido a Papúa Nueva Guinea para construir su primera red nacional de carreteras.

El problema detrás de esta aparentemente bienintencionada oferta, muy similar a otras que ha hecho en Fiji o Vanuatu, está en la dificultad que el país puede tener para devolver el crédito, algo que proporciona a China gran poder sobre su Gobierno, y en la falta de un estudio serio que certifique la viabilidad de estas infraestructuras. Porque no sería la primera vez que se demuestran sobredimensionadas o innecesarias: en algunos casos, están tan infrautilizadas que los ingresos de explotación ni siquiera alcanzan para pagar el mantenimiento. «Los gobiernos deben cuidar que los proyectos resulten viables a largo plazo», advierte Jonathan Pryke, del Instituto Lowy.

El Pacífico no es solo el territorio en el que China y Australia miden sus fuerzas. También es donde China y Taiwán echan un pulso. Porque aquí se encuentran seis de los dieciséis estados que todavía reconocen a la antigua Formosa como un estado independiente. El creciente peso económico de Pekín ha hecho que este número se haya reducido considerablemente, y algunos países insulares podrían darle pronto la espalda. Además, para China el Pacífico es un vivero de votos en instituciones como Naciones Unidas.

Xi Jinping, culminó el pasado miércoles su primera visita oficial a Filipinas que sirvió para ahondar los lazos políticos y económicos con la administración de Rodrigo Duterte después de firmar 29 acuerdos. De regreso a Pekín tras una gira por la región que le llevó a la cumbre del foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en Papúa Nueva Guiena, Brunei y Filipinas, donde realizó la primera visita de Estado de un mandatario chino en 13 años.

Antes de partir, en el segundo día de la visita, Xi se reunió en un hotel del distrito de Taguig con el presidente del Senado, Vicente Soto, y la presidenta de la Cámara de Representantes, Gloria Macapagal-Arroyo. Xi fue recibido el martes con honores en el Palacio de Malacañang por su homólogo filipino, Rodrigo Duterte, que en dos años en el poder ha reorientado hacia China el eje principal de la política exterior de Filipinas, país que es un histórico aliado de Estados Unidos.

«China y Filipinas son vecinos cercanos con una historia de intercambios de miles de años. Buena vecindad, amistad y cooperación es la única elección correcta para nosotros», subrayó Xi tras la reunión bilateral con Duterte.

Los dos mandatarios presenciaron la firma de 29 acuerdos y memorandos de entendimiento en materia de finanzas, banca, inversión, comercio, agricultura, infraestructuras e intercambio educativo y cultural. Un memorando de entendimiento contempla la cooperación en la exploración de petróleo y gas, que se sospecha que pueda servir de base para un acuerdo que se negocia desde hace meses para la exploración conjunta en el disputado mar de China Meridional.

En los últimos meses, varios miembros del gabinete de Duterte han admitido que se negocia con una empresa estatal china para explorar esas aguas, cuya propiedad se disputan varios países de la región. El Tribunal de Arbitraje de La Haya concedió en 2016 a Filipinas la soberanía de varios islotes y atolones en esas aguas que China ha ocupado por la fuerza, asunto sobre el que Duterte mantiene una posición tibia a cambio de una fuerte inyección de capital chino.

Sin embargo, el contenido de los acuerdos firmados no se ha hecho público y varios opositores, entre ellos la vicepresidenta del país, Leni Robredo, reclaman que se publique en concreto el texto del de exploración conjunta, ante la posibilidad de que suponga una cesión de la soberanía nacional y viole la Constitución. Varias manifestaciones se desarrollaron en Manila contra la visita de Xi y lo que los manifestantes consideran una postura condescendiente de Duterte en la disputa marítima con China. Los manifestantes que protestaron enfrente de la embajada de China, situada en Makati, el distrito financiero de Manila, denunciaron que los préstamos y ayudas concedidos por el gigante asiático a Filipinas solo serán una carga para el país.

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