Diario de León
Publicado por
Manuel Vilas
León

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He pasado unos cuantos días en Italia, en varias ciudades italianas. En Italia aman mucho a España, se preocupan de nosotros y nos quieren. Aunque los españoles no estudiemos italiano y los italianos no estudien español, nos entendemos. No es necesario recurrir al inglés. Yo no lo hago nunca, no se me ocurre hablar en inglés con un italiano. Creo que todos debemos de hacer un esfuerzo. Me parece como una descortesía con Virgilio, Horacio, Julio César, Ovidio y Santo Tomás de Aquino. Al fin y al cabo, si el imperio romano hubiera tenido una televisión pública o una radio o un par de periódicos, todos hablaríamos la misma lengua. Los franceses, los españoles, los italianos, los portugueses, los catalanes, hablaríamos un latín evolucionado, pero el mismo. Lo que pasó con el latín me parece un auténtico misterio: se dividió en música distintas, parece como el Big Bang de las lenguas. A veces me invento una fantasía. Imagino que el poeta latino Virgilio se levanta de la tumba y visita París, y oye hablar francés, y luego viaja a Madrid, y oye hablar español, y luego visita Lisboa, y luego Roma, y luego, para colmo, viaja a México, viaja a Brasil, viaja a Argentina. ¿Qué pensaría Virgilio al oír tantas palabras distintas pero que tienen el mismo origen? Parece un laberinto lleno de belleza. Qué mal hemos hecho todos los hijos de Roma en no haber creado una cultura latina común, un sólido espacio de encuentro, una mayor cooperación. París y Roma y Madrid y Lisboa tenían que haber sido ciudades cómplices, ciudades aliadas.

Yo creo que el poeta latino Virgilio se sentiría decepcionado. Eso pensaba cuando paseaba por la bella Italia. Para compartir nuestros hallazgos, podríamos comenzar por importar a España la maravillosa costumbre de los bares italianos de ofrecer siempre café expreso, que es un café que no tiene rival en el mundo. Es un café lleno de sabor, servido siempre en tazas pequeñas, con cucharillas que parecen diminutos remos. Uno admira que te lo den a una temperatura perfecta: ni caliente ni frío. En España los cafés de los bares arden, y cuando se quedan fríos ya no saben a café. En Italia podrían importar a cambio nuestro jamón de bellota, que es bastante mejor que el que hacen ellos. No existe el país perfecto, pero sí es posible admirar lo mejor de cada país, y puede que en eso consista la cultura: en elegir lo mejor. Italia vive hoy también un momento político complicado. Yo creo que un español está obligado a conocer Italia y un italiano a conocer España. Ese aire de familia no debemos perderlo.

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