Sesenta años de crisis en el tíbet
Seis décadas de tiras y aflojas constantes entre el Gobierno de Pekín y el tibetano en el exilio. Para las organizaciones de derechos humanos, la situación en la meseta sólo podrá zanjarse definitivamente a través del diálogo sobre una mayor autonomía, antes de que el fallecimiento del dalái lama frustre la tentativa.
Seis décadas después de la insurrección que precipitó la huida del dalái lama, las relaciones de las autoridades chinas con el Gobierno tibetano en el exilio siguen sin existir, fruto de un diálogo suspendido entre ambas partes desde hace nueve años.
Con un fusil al hombro y ataviado con un abrigo negro, el 17 de marzo de 1959 el decimocuarto dalái lama, Tenzin Gyatso, abandonó el Tíbet rumbo a la norteña localidad india de Dharamsala, a los pies del Himalaya, donde ha permanecido exiliado hasta el día de hoy.
Su huida, consecuencia del fallido levantamiento del 10 de marzo contra la presencia china en la región, ha sido el preludio de seis décadas de tiras y aflojas constantes entre el Gobierno de Pekín y el tibetano en el exilio, representado por la Administración Central Tibetana.
A lo largo de ese tiempo, uno de los principales escollos para el diálogo han sido las ansias de independencia del Tíbet respecto a Pekín, unas demandas a las que el dalái lama renunció al adoptar la conocida como «vía intermedia».
Según esta tesis, Pekín mantendría el control de la política exterior y de defensa de la meseta, pero a cambio debería ceder el resto de competencias —incluidas las políticas— a las autoridades tibetanas, en aras de disfrutar de una «autonomía real» en la región.
Al principio, el Gobierno chino recibió de buen agrado la propuesta y se comprometió a dialogar sobre el Tíbet, un compromiso que cristalizó, después de años de vaivenes, en las nueve rondas de negociaciones que hubo entre 2002 y 2008.
No obstante, el diálogo entre emisarios del dalái lama y el Gobierno chino lleva suspendido desde 2010, debido, entre otros motivos, a las «tergiversaciones» que hace Pekín sobre la posición del líder espiritual, al que continúan acusando de fomentar el separatismo.
«Los líderes chinos han tratado de vilipendiar al dalái lama, tachándole de separatista y terrorista, alguien que, en definitiva, está tratando de socavar a China desde el exterior», explicó a Efe John Jones, portavoz de la ONG británica Free Tíbet.
Sobre un fortuito regreso del dalái lama, las autoridades chinas son tajantes: el líder religioso puede retornar a la región montañosa «sólo si reconoce públicamente que el Tíbet es una parte inalienable de China».
La condición
«Siempre y cuando el dalái lama reconozca que la República Popular China es el único cuerpo legal que representa a Tíbet, podremos negociar con él sobre su futuro personal. Esta puerta estará siempre abierta», subrayó a Efe la cancillería del país asiático.
Un tono que contrasta con la narrativa oficial sobre el Tíbet, que desde la llegada de Xi Jinping al poder en 2012 se ha centrado en ensalzar el desarrollo de la meseta y su integración económica con el resto de China, a través de la inauguración de líneas ferroviarias y el fomento del turismo. Los datos dan fe de este progreso: desde entonces, la región montañosa ha aumentado en un 52,6% su producto interior bruto, mientras que la tasa de pobreza extrema ha caído un 80% en el mismo periodo.
Para Yali Chen, experta en China de la Universidad de Princeton, el actual líder chino tiene «una visión más realista» sobre los asuntos tibetanos, lo que, pese a no haberse traducido en un acercamiento al dalái lama, ha conllevado una reducción de la represión violenta desde los disturbios del 2008.
«Al restringir la represión excesivamente violenta, transferir más ayuda económica y contener los ataques al dalái lama, Xi ha limitado la confrontación directa entre el Gobierno chino y los tibetanos», aseguró a Efe.
En cualquier caso, este afán del mandatario comunista no ha implicado una mayor apertura de la región, tal y como atestigua el último informe de la ONG estadounidense Freedom House, que señala al Tíbet como el segundo lugar con menos libertad del mundo, sólo superado por Siria. De hecho, en 2016 el Tíbet superó a Pekín como la región china con mayor gasto en seguridad pública por persona, alrededor de 2.890 dólares (unos 2.550 euros), después de haber aumentado en un 404% desde 2007, según datos regionales y de la Oficina Nacional de Estadísticas.
Para las organizaciones de derechos humanos, la situación en la meseta sólo podrá zanjarse definitivamente a través del diálogo sobre una mayor autonomía, antes de que el fallecimiento del dalái lama frustre la tentativa
«Otorgándole una autonomía real al pueblo tibetano, China demostraría que se toma en serio las normas básicas para su inclusión en la comunidad internacional. Eso representaría un paso positivo para todos», afirmó a Efe Matteo Mecacci, presidente de la ONG Campaña Internacional por el Tíbet.
Restricciones de acceso
El secretario del Partido Comunista chino (PCCh) de la región autónoma del Tíbet, Wu Yingjie, justificó las recientes restricciones de acceso a la zona «porque algunos visitantes sufren de mal de altura».
En el marco de la sesión anual de la Asamblea Nacional Popular (ANP, Legislativo) de China, el líder del partido en la región aseguró que el Tíbet «permanece abierto a los extranjeros», pero que las restricciones eran necesarias para «garantizar la seguridad» de los turistas. «Tras considerar las particulares condiciones geográficas y climáticas (del Tíbet), hemos adoptado una serie de regulaciones para que los extranjeros visiten el Tíbet de acuerdo con la ley», afirmó.
Asimismo, Wu criticó la Ley de Acceso Recíproco al Tíbet, aprobada por el Senado estadounidense en diciembre del año pasado y pendiente de su ratificación por la Casa Blanca, afirmando que «no está totalmente al tanto de los hechos» y que «interfiere seriamente en los asuntos internos de China». De acuerdo con el texto, Estados Unidos negará la entrada a aquellos funcionarios chinos que impidan el acceso de estadounidenses al Tíbet.
En este sentido, Wu negó que existiesen restricciones adicionales para los periodistas extranjeros, e insistió en que son «bienvenidos» siempre y cuando «sigan los procedimientos adecuados». El secretario del PCCh en la región también negó que la población tibetana -alrededor de 3,3 millones de personas, según el último censo- apoyase al Dalai Lama, su líder espiritual, que permanece exiliado en la India desde 1959.
«El Dalai Lama no ha traído nada bueno al pueblo tibetano. A pesar de que existe algún apoyo hacia él en el extranjero, los tibetanos se sienten muy agradecidos por la prosperidad que les da el Partido Comunista», sentenció.
El Gobierno de la región autónoma del Tíbet anunció en enero un plan para facilitar el acceso a turistas extranjeros con el objetivo de aumentar en un 50 % sus visitas, mientras que la entrada de periodistas internacionales y diplomáticos a la zona continúa restringida.