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Vida crápula

EL ‘VÍA CRUCIS’ DEL SANTO PELLEJERO

En el 90 aniversario de Genarín la pareja artístico-bohemia de Pepe Muñiz y Eduardo López Casado llevan de la mano al santo pellejero por el ‘calvario’ de su vida crápula.

Imagen de un muñeco sobre Genaro Blanco 'Genarín'

Publicado por
PEPE MUÑIZ - EDUARDO LÓPEZ CASADO
León

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La bohemia leonesa tiene mucha historia. En esos años de 1920, cuando andaba Genaro por estos mundos, ya abundaba la bohemia. Los bohemios habitaban un inframundo centrado en los cafés, en los bares, y en las tasca vinateras por donde se movía «Genarín». Los bohemios predicaban la rebeldía contra todo lo establecido. Era otro estilo de vida el modo de ser bohemio. La mayoría de los escritores eran bohemios, pero también los había de la burguesía, aunque los bohemios tenían una clara aversión a la burguesía. Los bohemios eran un abigarrado desfile de tipos estrafalarios y pintorescos que se paseaban por las sombras nocturnas de la capital. Yo muchas veces me he sentido o me siento bohemio. Algunos así lo piensan. Creo que en mis años jóvenes fui bohemio y andaba por esos mundo de la bohemia. También había muchos escritores de la «secta bohemia», y naturalmente también periodistas. Los bohemios tiene una larga herencia: son de todos los tiempos y de todos los lugares.

He escrito y hablado mucho sobre la vida de Genaro y su tiempo, en sus supuestas andanzas prostibularias, o pellejeras o vinateras, en revistas, en periódicos, en televisión, tiempo ha, y sobre todo en la radio, pues yo me muevo en ese mundo y por eso mis escritos andan por ahí desperdigados, por la ondas, a través de mi voz. Y he disfrutado hablando sobre Genaro en filandones en Casa Benito, junto a Maxi Barthe, Pedro Trapiello y Emilio Gancedo ¡Cómo no!

Y estos son algunos retazos sueltos de lo dicho, que andan por ahí.

Versos a Genarín:

¡Llena de vino el vaso!

Con falsas alegrías

quiero tejer la tela que vista mi dolor;

quiero olvidar aquellos esplendorosos días;

no recordar aquellas tranquilas lejanías.

¡Aquellas santas horas de fe, de paz y amor!

¡Llena de vino el vaso! Deja que me maree,

y así seré el fantasma que llora y ama y cree,

¡borracho impenitente que aún busca un ideal!

De cómo le describí en una ocasión:

«Era un hombre de mediana estatura, rostrilargo y pálido, metido en un sobado traje de pana, y sobre su hombro un saco de pellejos. Los ojos le fruncían ligeramente para mirar, quizás debido a un principio de miopía; las orejas trasparentes y exangües, se apartaban del cráneo; el semblante enjuto parecía aplastarle bajo la frente. Hablaba en voz baja, interrumpiéndose frecuentemente para destoser; sus labios amargados por los pertinaces reveses de la suerte».

Cuando le encontraron muerto:

¡Duerme, duerme en paz, dulce borracho, entrañable amigo, simpático bohemio que paseabas por las estrechas y oscuras calles sin darte cuenta de por donde pasabas, que como pájaro mosca ibas por el mundo libando orujos. Duerme en paz y recibe mis plácemes por haberte ido de este pudridero que llaman sociedad…!»

En sus andanzas nocturnas prostibularias:

«Es el amanecer. De las desiertas calles sólo rompen el lúgubre silencio la voz enronquecida y balbuciente de los trasnochadores soñolientos que marchan con alegres prostitutas en busca del placer, rendidos y ebrios, y el despertar de algunos miserables que colgaron sus camas… en el suelo. ¡El vicio y la miseria, que huyen del sol! Detrás de ellos caminaba Genaro, dando traspiés, ebrio.

De cómo era el burdel que frecuentaba:

«Era una sórdida casa de habitaciones insalubres y una clientela de urgente penetradores y soldados que iban a despacharse, ante de entrar en el cuartel. La habitación, un catre deshecho, con la sábana sucia y una jofaina de metal descascarillado encima de una silla y una toalla. Mujeres de faldas ceñidas, sus bastas amarillentas, sus cabellos negros y sus senos turgentes bajo el sostén negro, senos inquietantes que siendo de su carne, no parecían de su carne. Putas de los tiempos del silencio. Casa con lóbrega escalera, pasillo largo, habitaciones sin airear. Puta vieja arrugada que habría la puerta, sentada en una silla de esas de rezar en la iglesia. La atmósfera irrespirable, las emanaciones de los cuerpos, el humo del tabaco al que no había modo de dar salida, los perfumes baratos, las toses repartidas en mil partículas esféricas y microscópicas, la brillantina chorreante de muchas cabezas masculinas, todo constituía un fluido denso. En el aire el deseo».

De los versos que escribió a la «Moncha». Una prostituta de quien estaba enamorado:

¡Pienso volverme loco!

Hierve la sangre en mis ardientes venas

Deja que bese el blanco y liso pecho

Mi vista ya ofuscada

Deja que bese tus labios y tu cabello

Deja que mi atrevida mano se deslice en tus muslos

Deja que vea tu bosque este pobre payaso beodo

¡ Es que me estoy volviendo loco!

Dulce meretriz

Años de la miseria:

A parte de la bohemia, también existía otra vida con cara más triste. Todo un día de trabajo penoso y cruel para pagar una prenda que se inutilizó en un momento de descuido, de cansancio, y luego cuando llegaba la noche, con la espalda dolorida, la vuelta a casa, el hogar frío, los hijos que aguardan el jornalito que no llega, el hambre, los sollozos desesperados de la esclava de la mujer, que no puede redimirse. Todo se resume en esta copla.

« Un día del mes de enero,

más frío que un «Dios te ampare»

y más negro que un responso

y más triste que mis males,

ahí, sobre una cama de esas,

me dio a luz mi pobre madre….»