Diario de León

CANTO RODADO

A votar con la mopa

Ellos aspiran a ser presidente del Gobierno mientras ellas sacan brillo al plató. La gran imagen del debate electoral congela la mirada. Es el resumen de una campaña mucho gallo y poco grano. .

León

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Hoy nos vestimos de domingo electoral. Con un traje de papeletas. Blancas para el Congreso, salmón y con cruces para el Senado. Es la fiesta, dicen, de la democracia. Vamos a votar. Ojalá. Aunque sea con la mopa a cuestas, empujando la silla de ruedas, con las criaturas de la mano o la olla exprés zumbando en la cocina.

Porque si alguien se la juega en estas elecciones no son los gallos que se han peleado en los debates electorales y que convirtieron los platós de televisión en corrales, cuando no muladares a fueza de escupir mentiras y malos modales.

Hoy se la juegan todas las que no aspiran a presidir este país. Se la juegan las personas que precisan de los servicios públicos, que somos la mayoría. Se la juegan las personas que viven de una pensión fruto del sudor y el trabajo de años. Las personas que necesitan un tratamiento médico, puntual o de por vida, las que precisan una escuela infantil al alcance de un sueldo exiguo y las que no pueden, ni quieren, pagar una universidad privada y a duras penas logran acceder a las universidades las públicas.

La pelea de gallos, en la que hablar de lo que importa a la gente equivale a ser gallina, la ganará uno u otro. Un hombre con nombre, eso seguro. Pero quien se la juega de verdad en las urnas es la ciudadanía. Se la juegan las personas con discapacidad que durante años de democracia han estado en la lista negra para no votar. Se la juegan los trabajadores y las trabajadoras, los pueblos de la montaña y Tierra de Campos, los de la riberas y el Páramo que aún sobreviven a la falta de políticas de que piensen en las personas y no en la cuenta de resultados.

Se la juega el taxista y el pequeño comerciante, las personas que trabajan detrás de una ventanilla de la Administración y aquellas que pastorean los ganados encaminados ya por cañadas y veredas para aprovechar los pastos de verano en la alta montaña. Se la juegan las personas desahuciadas, las desempleadas y las excluidas.

Se la juegan los y las emigrantes que no han podido votar a causa de un sistema engorroso y quienes, como la leonesa Sara Braña, son privadas de la ciudadanía plena por tener un discapacidad sensorial. Si un sistema electoral es capaz de justificar que las personas ciegas no puedan estar en una mesa porque nadie ha dispuesto los medios para que lo haga con normalidad no podemos hablar de progreso humano y menos aún de sociedad del conocimiento y de innovación. Es evidente que estamos a un paso de las cavernas.

En estas elecciones no hemos visto a ninguna candidata a la presidencia del Gobierno. Y no se ha montado escándalo ni se ha caído el mundo. Pero, ¿qué pasaría si hoy o mañana no hubiera candidatas (españolas y extranjeras) a cuidar de las personas dependientes y no dependientes? ¿Qué pasaría si no hubiera candidatas (inmigrantes) para cultivar el 70% de los alimentos que consumimos? ¿Qué pasaría si no hubiera candidatas a limpiar los platós, los hospitales, los hoteles y las oficinas? Entonces, sí. El mundo se desmoronaría sin necesidad de que Trump apretara el botón nuclear.

Y si alguien se la juega de manera muy especial esas son las mujeres. Esa mitad de la población que ha avanzado en su autonomía y se está empoderando después de siglos, milenios, de opresión. Las últimas en poder acudir a las urnas para decidir sobre el Parlamento y sobre el Gobierno. Esas a las que el patriarcado rampante trata de meter en cintura con la amenaza de la violencia sexual a la vuelta de la esquina, con el pujante negocio de la trata para alimentar burdeles y los vientres de alquiler.

Importa y mucho lo que hoy suceda en las urnas. Hay que ir a votar con la mopa. Para barrer toda la porquería que nos han dejado en la campaña y sacar lustre a nuestros derechos heredados y conquistados.

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