Cerrar

CANTO RODADO

Papeles, pueblos y papeletas

Pertenezco a la generación del bolígrafo BIC y adoro las libretas. Aunque fui oyente de radio antes que lectora de periódicos, la tinta dio en pegarse a los dedos y se inoculó como un veneno en mi vida..

León

Creado:

Actualizado:

Estoy sentada frente a un revoltijo de papeles, papeletas electorales que han llegado al buzón y a mis manos para las elecciones locales, autonómicas y europeas. Hoy, no lo olviden. Pero mi atención se desvía de las urnas, programas y caras de esos candidatos que prometen mirarnos a los ojos aunque un día escabullirán la mirada de sus votantes.

Contemplo, por el espejo retrovisor, la campaña electoral que hemos vivido tras otra campaña electoral. Y veo la ilusión que genera la política cercana, la micropolítica y el ejercicio de un derecho, el voto, que tiene tan poca antigüedad en este viejo mundo y menos aún en la rancia Iberia y menos aún para las mujeres.

Veo también, con cierta sorpresa, que ahora que todo el mundo quiere hacerse viral en las redes, los candidatos y candidatas a gobernar los municipios de tu provincia, parte señalada de esa España vaciada en boca de todo el mundo, quieren salir a toda costa en los papeles. En el pueblo, dicen, mucha gente no tiene acceso a internet. Su manera de comunicarse con el mundo es la radio, la tele y también ese periódico de papel al que están suscritos de toda la vida o leen en el bar, si queda alguno abierto.

Salir en los papeles equivale a tener peso y crédito de cara al electorado. Pueblos envejecidos y condenados a extinguirse, como se ha condenado al papel, ven en el periódico (de papel) su ventana al mundo más cercano, el nexo de unión con su comunidad y los problemas que comparte con el resto de la población.

Hace unos días, al llegar a Lago de Omaña con Ramiro, fotógrafo de este periódico, la primera persona que nos recibió fue una mujer mayor. Nos pidió encarecidamente una cosa: que el periódico no deje de llegar y lo haga puntualmente. Que ya bastante tienen con descansar el fin de semana de noticias, crónicas y publicidad. Que llegue el pan, que el consultorio médico esté abierto, que la principal obra no sea un camino al cementerio... Que llegue el periódico. Piden bien poco en el mundo rural. Y todo les parece mucho y caro a quienes gestionan los dineros públicos y el ingente patrimonio de muchos de estos pueblos.

El día de hoy es la última oportunidad para muchos pueblos y para algunos municipios cuyos ayuntamientos van a la deriva desde hace años y han sumido a la población en el desánimo y la falta de autoestima. Empezando por el sur, por Valderas, Es el momento en que la gente mirará a los ojos de muchos candidatos y candidatas, a través de sus papeletas, y les exigirá responsabilidad, sinceridad, honradez y dedicación... Tan poco es. Y tanto significa. Cada pueblo tiene su propio modelo de desarrollo de acuerdo a sus recursos y a la población. Ahí está el ejemplo de Pescueza, en Cáceres. En lugar de construir una acera al cementerio, como la que venden en un programa electoral en Villavante, han hecho un carril para andadores, han puesto en marcha servicio de comida a domicilio, lavandería colectiva y centro de día... En Pescueza, en lugar de enviar a las personas mayores a las residencias-gueto, les facilitan seguir envejeciendo (y viviendo) en sus casas.

Qué vida tan distinta a la de aquel pueblo de Tierra de Campos donde una mujer nos dijo, hace ya tantos años, que cuando pasaba el cartero o el panadero ya no salía a la calle por miedo a caerse y que nadie la encontrara hasta el día siguiente.

Miro las papeletas de nuevo y escojo. Y pienso en mi ciudad, sí, y también en que hace falta otra actitud para cogobernar el pequeño mundo de los pueblos, tan viejos ellos, con perspectiva ecológica y de género, y que la grande y también vieja Europa sea la Europa de la ciudadanía y no de los mercaderes. Que se redistribuya el poder de decisión en Castilla y León y la riqueza que se ha concentrado en un solo eje territorial. Que las mujeres cuenten y cuenten con las mujeres. Bien poco se pide.