Aquel hombre del tanque
Una de las imágenes más poderosas de la historia cumple 30 años. El 5 de junio de 1989, aquel hombre, plantado frente a una larga hilera de tanques en las protestas de la plaza de Tiananmén, se convirtió en un símbolo de resistencia y en una fuente de inspiración.
Desde los balcones del Hotel Beijing en la capital china se divisaba perfectamente la avenida de Chang’An. Hace 30 años, el 5 de junio de 1989, en la Plaza de Tiananmén se encontraban varios periodistas que se disponían a fotografiar y filmar el avance implacable de una columna de, al menos, diez tanques.
De repente, en la parte baja de los visores de las cámaras, algo se movió: un hombre con una camisa clara y unos pantalones oscuros. Ahí está. Un hombre con una bolsa en una mano y una chaqueta en la otra, inmóvil, frente al primer tanque de la fila.
El vehículo detiene su marcha y el hombre agita la bolsa en un gesto de desaprobación, como ordenando que se fuese. La cámara tiembla y el blindado intenta desviar su marcha para evitar al hombre, que se mueve, a su vez, para impedirle el paso. Aquel hombre, un poco melenudo, se sube al tanque y busca la manera de hablar con el soldado de dentro. Cuando el militar abre la escotilla y sale, el individuo se baja del blindado y otras personas se acercan y se lo llevan.
Aquella protesta individual dio la vuelta al mundo. Se convirtió en la imagen icónica de la resistencia frente a la represión china durante las protestas de la Plaza de Tiananmen. Pero su protagonista se perdió en la historia.
Los fotógrafos Jeff Widener, Charlie Cole y Stuart Franklin inmortalizaron aquella escena. «Por un momento pensé que iba a estropearme la foto, pero esperé pensando que en cualquier momento iban a dispararle», pensó Widener al ver al hombre del tanque, según el mismo reconoció en una entrevista con Efe.
También aseguró en la entrevista, con motivo del 25 aniversario, que tiene una relación de amor odio con la instantánea. «Me ha dado mucho, pero también ha ensombrecido otros aspectos de mi carrera profesional», aseguró.
Para tomarla y, sobre todo, para asegurarse de que llegaba a los editores contó con la ayuda de un estudiante estadounidense. Él le dio acceso a su habitación en la sexta planta y después consiguió sacar el carrete escondido en su ropa interior y entregarlo en la oficina de su agencia de noticias. La foto de Widener fue finalista del Premio Pulitzer en 1990.
Algunos detalles
Cole sí consiguió reconocimiento por la captura de ese momento. Su foto le valió un World Press Award ese mismo año. Cole tomó la foto desde el balcón de su habitación en la octava planta. La escena transcurría a unos 200 metros de distancia. A su lado estaba el tercer fotoperiodista, según Cole comentó a Efe.
«De la nada apareció ese joven, con una chaqueta en una mano y una bolsa en la otra. Y se puso delante de los tanques. No podía creerlo, pero seguí disparando convencido de que lo iban a matar», aseguró el fotógrafo.
En cuanto al protagonista, nunca se llegó a conocer su identidad. Algunos le pusieron nombre y aseguraron que era un tal Wang Weilin, pero la información nunca fue confirmada. Nada se sabe de cuál fue su destino. Algunas teorías apuntan a que fue apresado por el régimen allí mismo; otras aseguran que después de ser detenido fue ejecutado y otras, que vive en el anonimato en la zona interior del país.
El secretario general del Partido Comunista Chino en aquel entonces dijo años más tarde que el hombre del tanque nunca fue detenido y que desconocía su paradero.
CASI DOS MESES DE PROTESTAS Y REPRESIÓN
El 15 de abril de 1989 comenzó una revuelta estudiantil en la República Popular China. Los manifestantes, en su mayoría jóvenes estudiantes, se lanzaron a las calles contra el Gobierno del Partido Comunista.
Las protestas eran la canalización de la frustración que los habitantes sentían ante la represión, control y corrupción del Gobierno chino, empeoradas por la situación económica del país.
El inicio del movimiento fue la muerte del reformista Hu Yaobang. Los estudiantes se reunieron para llorar y honrar a Yaobang. Pronto, la gente se congregó en decenas de ciudades en todo el país pidiendo el cambio. Poco más de un mes después del inicio del movimiento, el Gobierno chino decidió no ceder a ninguna de las demandas de la calle y aplacar las manifestaciones por la fuerza.
El 20 de mayo la cúpula del partido en el poder declaró el estado de excepción en todo el país. Para aquel entonces, la plaza de Tiananmen ya se había convertido en el epicentro y símbolo de las protestas.
El día 3 de junio, los militares recibieron la orden de actuar y más tarde comenzaron a marchar por las calles de la capital. Al día siguiente, los soldados dispararon a manifestantes desarmados en las calles.
Nunca hubo una investigación oficial al respecto y el número de las víctimas oscila entre unos cientos y diez mil.
En estos 30 años la República Popular China no se ha enfrentado a aquellos acontecimientos ni ha asumido el episodio de la plaza de Pekín. Las conmemoraciones no son una opción y cualquier mención a lo que allí ocurrió es censurado en internet.
La libertad de expresión reprimida
China se ha granjeado críticas por su trato a los opositores al régimen, calificados de disidentes, entre los que destaca el Nobel de la Paz (2010) Liu Xiaobo, que murió el año pasado tras permanecer los últimos once en prisión por firmar la «Carta 08», un manifiesto que reclamaba reformas democráticas como el pluripartidismo o la libertad de expresión.
La campaña de represión continuó este año, con condenas por «incitación a la subversión» a la activista pro derechos de las mujeres Su Changlan y a la analista política Chen Qitang, y por «provocar problemas» al artista Chen Yunfei, que conmemoró la masacre de 1989 en la plaza pekinesa de Tiananmen.
Pekín también intenta silenciar a los pocos medios defensores de los derechos humanos que operan en el país, como 64 Tianwang, a cuyo fundador, Huang Qi, se le niega atención médica adecuada desde su detención en noviembre de 2016.
La plaza de Tiananmén? o plaza de la Puerta de la Paz Celestial, en Pekín, fue construida e ideada dentro del plan urbanístico de la capital de China, con la creación de la República Popular de China en 1949, convirtiéndose en símbolo de la nueva China.
Un alto responsable del Gobierno chino reconoció en 1989 que al menos 10.000 personas murieron el 4 de junio de ese año en la matanza de la plaza de Tiananmen, la sangrienta represión de las autoridades contra el movimiento estudiantil prodemocrático, según una serie de cartas del entonces embajador británico, Alan Donald, según publicaron entonces algunos medios de comunicación .