Cerrar

UNA CORONA LEONESA EN LIBIA

Una historia de princesas

Ana María Quiñones, la leonesa que ostenta el título de princesa de Libia, cuenta su vida desde que dejó León con trece años, hasta hoy, pasando por el viaje al país de su segundo marido, su vida en Roma o su azaroso día a día dedicado a actos solidarios y a viajes por distintos rincones del mundo .

Ana María Quiñones, la leonesa que ostenta el título de princesa de Libia, con su marido.

Publicado por
A. GIL | LEÓN
León

Creado:

Actualizado:

Su vida podría ser el argumento de una novela romántica. Pero la de Ana María Quiñones es una historia real. Real en os dos sentidos, porque lo cierto es que es miembro de la familia real libia y princesa de aquel país desde que se casó con el príncipe Idris Al-Senussi.

Nació en León, donde vivió junto a sus padres y sus cuatro hermanas hasta los trece años. Entonces, a su padre, oficial de la Armada en La Virgen del Camino, le destinaron a Madrid. Ana María Quiñones tuvo que dejar el colegio, La Milagrosa —ahora colegio Leonés— para comenzar una nueva vida en la capital. Tras acabar el colegio, comenzó a estudiar Derecho, pero en el segundo año un nuevo acontecimiento irrumpió en su vida para darle un cambio radical.

Aquel verano, el de sus 19 años, comenzó a trabajar en una compañía de vuelos charter, Air Spain. Lo que parecía una aventura laboral propia de los meses de estío se convirtió en un trabajo. «Entonces conocí a mi primer marido en Roma, nos casamos y vivíamos entre Roma y Palma de Mallorca, relata Quiñones. Su matrimonio con este marqués, 24 años más mayor que ella, no llegó a buen puerto. Él se arruinó y perdió todo lo que tenía, entre lo que había varias propiedades inmobiliarias. Ana María se quedó en Roma y comenzó una nueva vida. «Ya no quedaba nada que repartir y no teníamos hijos, con lo que nos divorciamos de una manera muy amistosa», recuerda.

ROMA, CLAVE EN SU VIDA

Diez meses más tarde de separarse conoció al príncipe libio, que había llegado a la capital italiana después tener que exiliarse de Libia tras la llegada al poder de Gadafi. Fue en casa de unos amigos comunes unos días antes de Navidad, en Roma, una ciudad que ha sido trascendental en muchos momentos de la vida de Ana María Quiñones y que recuerda con cariño. «Yo me iba a los pocos días a Madrid, donde seguían viviendo mis padres para pasar las fiestas. Nos conocimos y empezamos a salir». Era diciembre de 1985 cuando comenzó a fraguarse un matrimonio que supondría un quebranto para su familia leonesa.

Ana María y su marido.

Quiñones ve en su marido «un hombre muy sincero, trabajador, súper diplomático, educado, cariñoso y muy abierto, que hace amigos en todas partes». A modo de anécdota, cuenta que en cualquier bar al que entre el príncipe libio a tomarse un simple café «acaba haciendo algún amigo».

Se casaron un año después de conocerse. Ambos eran divorciados, él de una americana con la que había tenido una niña de entonces tres años. «Ahora es una chica maravillosa, experta en arte, con la que tengo una relación extraordinaria», asegura.

Ana María Quiñones con su marido, el príncipe Idris.

Ana María e Idris tienen un hijo de 31 años que nació en Washington. Fue hasta allí a dar a luz con el fin de que tuviese pasaporte americano. Ahora tiene cuatro pasaportes y habla cinco idiomas.

No sería hasta bastantes más años después, en 2011, cuando comenzaron las primaveras árabes en algunos países donde el pueblo se sublevó en las calles para pedir un cambio de Gobierno, cuando Ana María Quiñones pudo conocer el país de su marido. Un viaje de tres semanas en el que recorrieron Libia acompañados de un primo de su marido que había estado 31 años en la cárcel en los años de mandato de Gadafi, que gobernó el país con puño de hierro durante 42 años. Su marido vivió en su país de origen hasta los doce años, cuando se produjo el golpe de Estado del 69 que instauró la dictadura de Gadafi. «El descubrimiento del petróleo en el país precipitó los acontecimientos y lo cambió todo», afirma. Fue entonces cuando los militares llegaron por la noche a la casa de la familia real libia y le dijeron que tenían que vestirse y subirse a un avión casi con lo puesto. Eligieron Roma como destino , a una hora y media de Trípoli, la capital libia, y desde entonces ya no pudieron volver hasta mucho más tarde. Los siguientes años de la familia real libia transcurrieron en una villa cerca de Roma. Idris estudió en Suiza y en Estados Unidos. y después comenzó a trabajar en los sectores del gas y el petróleo a los que se dedica también ahora.

Desde que Ana María Quiñones se casó con el príncipe libio, su vida ha sido un continuo ir y venir de viajes por el mundo.

Desde hace tres años viven en Madrid, en el barrio de Salamanca y antes lo han hecho en Londres, Dubai o Estados Unidos. Ana María ha dedicado buena parte de su tiempo a las causas solidarias. Reconoce que lleva una vida cómoda, «pero agotadora, con mucho trabajo de relaciones públicas».

Siempre que puede se escapa a su tierra, León. «Lo que más me gusta es, sin duda, su gente. Allí el pan es pan y el vino es vino. Para visitar, San Isidoro, San Marcos y la Iglesia del Mercado. Aquí todavía conserva primos y tíos y tiene previsto visitar de nuevo la ciudad el próximo mes de junio para un acto familiar. «La comida de León me gusta mucho, sobre todo la carne y tiene buenísimos restaurantes». Se confiesa apasionada de la Semana Santa , en especial de la cofradía de Jesús del Dulce Nombre. También, las montañas de León, sus dulces —sobre todo las mantecadas, «me encanta comprar un par de cajas, llevármelas a mi casa y desayunarlas disfrutando de algo ‘mío’», argumenta—. Hace mucho que dejó su ciudad, pero siempre la lleva en el corazón.

Ana María Quiñones, su hijo y su marido, durante su visita en Semana Santa de 2018 a León. JESÚS F. SALVADORES

Ana María y sus hermanas, en León.

Cargando contenidos...