Diario de León

VOCACIONES EN RED

Instagram, una ventana a la vida monástica

Las quince monjas del Monasterio de Santa María de Carrizo rompen moldes y se apuntan al tirón de las redes sociales en busca de nuevas vocaciones que se unan a una vida basada en el ‘ora et labora’ a través de la oración y el silencio. Un amigo les abrió cuenta en la red social que manejan los más jóvenes

La madre superiora consulta el ordenador en su despacho.

La madre superiora consulta el ordenador en su despacho.

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A. GIL | LEÓN
León

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Quince son las monjas que habitan el Monasterio de Santa María de Carrizo —catorce y una novicia que se está formando en Italia—, uno de los enclaves con más encanto de la ribera del Órbigo. Aquí todo invita al silencio y al recogimiento. Sus paredes rezuman paz y huele a incienso y a limpio. Poco adorno para un lugar que tiene en lo simple su mejor baza. Ahora, esta forma de vida, caída en desuso desde hace décadas, tiene una pequeña ventana al mundo. A través de las redes sociales, esta comunidad cisterciense muestra su forma de vida, desconocida para muchos. Y es que el silencio ha sido siempre una de sus señas de identidad. Un silencio que se rompe (sólo en parte) en busca de nuevas vocaciones. La tarea no es fácil, pues la tendencia de nuevas incorporaciones a la vida monacal es a la baja y no parece fácil revertirla.

La última novicia, con 53 años, es la más joven. De ahí para arriba hasta los 99 años de la más mayor. La última incorporación fue en enero del año pasado. Un pequeño pero insuficiente soplo de aire fresco que nadie sabe cuándo volverá a repetirse. «No hay vocaciones», asegura con cierta decepción la madre superiora. «El número de hijos que tienen las familias se ha reducido de forma drástica, antes las familias eran más cristianas, al igual que la sociedad en general, y hay mucho relativismo religioso y ateísmo práctico», argumentan.

Con su reciente incursión en las redes sociales esperan que esta tendencia, al menos, tome un rumbo distinto. Cerca de mil personas ya siguen el día a día de estas mujeres dedicadas «a la búsqueda de Dios a través de la oración, el silencio y la vida fraterna».

ENTRE WALKMAN Y ORDENADORES

En realidad no son ellas —aseguran que nada saben sobre las redes sociales y poco sobre tecnología en general—, sino un amigo de la comunidad el que les propuso la idea. Él conoció el monasterio de Carrizo hace una década, cuando tenía más vida que ahora y quizás buscando un regreso a lo conocido se puso manos a la obra. Además de algún ordenador, una tablet y un walkman, poco más hay del universo tecnológico en este monasterio, perteneciente a la Orden Cisterciense de la Estricta Observancia, del siglo XII y que tiene a san Benito como legislador. Ellas reconocen que no es fácil que las jóvenes se sientan atraídas, pero tienen claro que «jóvenes atraen a jóvenes». Eso es lo que ha pasado en las Clarisas de Lerma, en Burgos, que ha registrado en los últimos años un movimiento inusual de nuevas vocaciones. A eso aspiran en Carrizo.

Mientras llega el aire fresco, su vida discurre entre el trabajo y la oración, el ‘ora et labora’ que promulgaba san Benito. La jornada comienza temprano, a las cinco de la mañana. Justo a tiempo para acudir a la vigila de las 5.30. El resto del día está jalonado por distintos rezos, que culminan a las 21.00. El resto del tiempo se dedica a las tareas cotidianas y a la ‘lectio divina’ que, según explican, es orar con la palabra e interpretar la Biblia.

GANARSE EL PAN

Antes, hace tres décadas, había aquí un taller de confección de prendas para la marca Teleno, pero la fábrica cerró y a eso se unió la falta de vocaciones. «Ganarse el pan es parte de nuestro estilo de vida», explican. Los cerca de tres mil metros del monasterio, más los otros tantos de jardines y espacios verdes, suponen una enorme carga de trabajo que ellas no pueden asumir. Para que todo esté a punto, cuentan con ayuda externa en la cocina, en las labores de limpieza y en el jardín, que ha ido comiendo terreno a huerta en busca de una mayor practicidad. El gran tamaño de este monumento nacional hace imprescindible acometer obras de vez en cuando para seguir manteniéndolo y pronto comenzarán nuevos trabajos de mejora.

Muchas de las estancias quedaron vacías, medio huérfanas, cuando empezaron a faltar hermanas. Y es que aquí han vivido 55, de las que queda una quinta parte. «Llevamos un equilibro precario, pero nos mantenemos», asegura la madre superiora.

La primera cualidad para formar parte de esta congregación es «sentir la llamada del señor», después, vivir aquí para saber si eso es lo esperado. Como eso hace tiempo que no trae a nadie hasta Carrizo, siguen haciendo su vida normal, a la espera de alguna nueva maravilla que agrande esta congregación. Cuando quedan pocas monjas, la comunidad se suprime o se junta con otra, Pero eso confían en que no pase. Al menos a corto plazo.

FOTOS: JESÚS F. SALVADORES

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