Historias de la mina
El encierro de La María
El día 4 de diciembre se cumplen 20 años de uno de los encierros más largos de la minería llevado a cabo por cinco trabajadores en el grupo María de Caboalles de Abajo dejando fuera a sus mujeres e hijos y buscando un futuro para el sector minero
Compañerismo, amistad y anécdotas son algunas de las palabras que llegan a la mente de cinco antiguos mineros al recordar el encierro del Pozo de interior María cuando está a punto de cumplirse su vigésimo aniversario.
El día 30 de septiembre del año 1999, un total de cinco hombres: Alfredo Dopacio, Ricardo Valderrey, César Rubén García, José Manuel Montes y Félix Trabadela, decidieron encerrarse en esta explotación, convirtiéndose en uno de los encierros más largos, que acabó el 4 de diciembre, justo el día en el que se celebraba la festividad de su patrona, Santa Bárbara.
Uno de los mineros muestra una foto del momento del encierro. MARCIANO PÉREZ
En ese momento, estos cinco mineros no solo compartían profesión, sino que también eran delegados sindicales de CC OO y UGT. Además, estaban casados y con hijos y tenían entre 25 años —el caso de Félix Trabadela, que tenía una hija— hasta los 40 que tenía Dopacio, con tres hijos. En el medio, Ricardo Valderrey, de 36 años y padre de dos niños —la menor un bebé de tan solo cuatro meses—; Cesar Rubén García ,con 33 años y dos hijos y José Manuel Montes, de 29 años y padre de dos niños.
Los motivos del encierro fueron varios. Entre ellos, la caducidad del convenio laboral —que había vencido el año anterior— y las condiciones de seguridad de la explotación del Feixolín. Sin embargo, tras un mes de encierro comenzaron a llegar los expedientes con posibles despidos «en ese momento pedimos la nacionalización de la empresa y la continuidad de la actividad extractiva del pozo María» recuerdan.
Unos trabajadores que ya tenían experiencia en conflictos mineros, como Alfredo Dopacio que ya en el año 1984 se encerró en el grupo Paulina, ubicado en Caboalles de Arriba, y también estuvo en la marcha de 1992. «tTodos teníamos experiencia de una manera u otra» matiza Dopacio.
Los mineros recuerdan anécdotas en una de las estancias de la mina. MARCIANO PÉREZ
Unos momentos duros, no sólo para los encerrados sino también para sus familias, y es que estos mineros decidieron darles la noticia a sus mujeres en el último momento. «Aunque la posibilidad del encierro estaba sobre la mesa, no fue hasta la hora de marchar al tajo cuando lo hicimos», explica Cesar Rubén. Un momento agrio que tenía que llevar a cabo con tranquilidad y calma . «Había que hacerlo todo con mucha cautela, no queríamos que las familias sufrieran antes de tiempo».
Y es en este momento cuando estos cinco mineros recuerdan cómo lo vivió la familia y lo duro que es estar lejos de ella. «Nuestras mujeres estaban muy unidas y vivieron un encierro paralelo al nuestro». Todas las semanas, sus hijos y esposas les hacían llegar una carta contándoles su día a día. «Si pensabas en lo que ibas a hacer no te quedabas allí», afirman.
Mientras, en el pozo todo era monotonía y a pesar de intentar seguir unos horarios «con los días te pierdes y no lo haces» pasaban el tiempo como mejor podían «leímos el periódico, redactábamos comunicados para la prensa o jugábamos a las cartas» afirmó Montes.
Para ellos esta experiencia supuso el ultimo intento de «pegar la vuelta a esto» y valoran muy positivamente todo el apoyo moral que tuvieron en esos duros momentos, así como recuerdan con especial cariño una marcha de estudiantes que partió desde Villablino para finalizar delante del pozo y una carta escrita por los jóvenes del valle. Aunque reconocen que no es fácil encerrarse en una explotación minera, también valoran todo lo que sus compañeros hacían fuera para que se pudiera oír las voces de los mineros y lo que en ese momento reivindicaban. «Iban a cortar carreteras, incluso fueron al ayuntamiento de Madrid y paralizaron un pleno, todo ello para mantener el conflicto vivo», destacan.
Estado en el que se encuentran las instalaciones de la explotación en la actualidad. MARCIANO PÉREZ
Un encierro largo que terminó con un acuerdo «satisfactorio», pero sin la nacionalización de la empresa y viendo cómo meses después se cerraba el pozo María y los trasladaban a la explotación del Feixolín. «Fueron cerrando todas las minas en cascada y nos concentró a todos allí». En este sentido, creen que tanto el empresario como los gobiernos de ese momento «acabaron con el sector y la comarca».
Con el paso de los años y con la situación actual del valle, al recordar todo lo vivido sienten «frustración» pero con la conciencia tranquila porque «hicimos lo que teniamos que hacer, hicimos las cosas con el corazón», destaca Valderrey. Si bien, el final del encierro llegó el 4 de diciembre con «el calor de los lacianiegos y el sonido de la sirena», recuerda Dopacio.
Actualmente, estos mineros no están en activo y la mayoría continúan viviendo en la comarca, pidiendo a las administraciones competentes que le vuelvan a dar vida al pozo que «se le dé algún tipo de aprovechamiento ya que es una explotación con mucha historia» y lo consideran como un símbolo minero dentro de Castilla y León.