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«Vivir en Riaño es ver cada día lo que no nos han podido quitar: las montañas"
Guillermo Hernández ha vivido 36 años en primera línea la política municipal de Riaño, como alcalde de la localidad y como concejal en varios partidos políticos Además fue presidente de la mancomunidad de Riaño
Tenía 36 años cuando las máquinas entraron en Riaño y destrozaron el pueblo. No quedó ni una piedra. Era el fin anunciado. Luego, las aguas cubrieron todo pero no la memoria. Guillermo Hernández era el alcalde. Recuerda que propusieron una alternativa con tres mini pantanos. No hubo nada que hacer. Vive en el nuevo Riaño, pero nada es igual salvo las crestas de las montañas
Nació en Riaño y sigue viviendo en él. En el nuevo Riaño, porque el original está destruido, bajo las aguas del pantano. Cuando se inician los primeros derribos, Guillermo Hernández era el alcalde. Tenía entonces 36 años.
—Se empezó con lo que se llamó ‘La Franja’, donde se colocarían los pilares del viaducto que actualmente de acceso a Riaño. ¿Qué recuerdas?
—En ningún momento se estuvo de acuerdo con la construcción del embalse y desde el ayuntamiento planteamos una alternativa que era la construcción de tres pequeños embalses en las cabeceras de los ríos para evitar que desapareciese el valle de Riaño y se cumpliría con el mismo fin, que era regar Tierra de Campos.
—¿Cómo viviste la salida de Riaño?
—Cuando llegó la hora de la verdad no todo el mundo estaba mentalizado pero ya no quedaba otra opción ya que las obras de la presa iban cada vez más deprisa. A pesar de que me había opuesto al embalse cuando no quedó más remedio decidimos empezar a trabajar para la construcción del nuevo Riaño para que la gente pudiese tener nuevas viviendas. Lo que pasó es que los desalojos se hicieron tan precipitadamente que no hubo lugar a ello.
—¿A dónde fuiste?
—Salimos a una vivienda prefabricadas. Había ubicado un total de veinte para alojar a los primeros vecinos que tuvimos que salir del pueblo.
—¿Cómo es vivir en el viejo y en el nuevo Riaño?
—Las diferencias son abismales y el devenir de los tiempos ha cambiado mucho. El Riaño mi generación y otras hemos vivido vivía principalmente de ofrecer servicios a toda la montaña y de la ganadería y sus derivados a lo que hay que unir el turismo. Hay que recordar que había un turismo muy potente promovido por el parador nacional de Riaño que era un turismo de calidad. Recuerdo que venían muchos extranjeros a pescar truchas. Unas truchas muy valoradas. Mientras el nuevo Riaño es seguir viviendo en nuestra tierra y ver cada mañana el entorno que no nos han podido quitar: las montañas. Sigue siendo centro de servicios a la zona pero de forma muy devaluada ya no hay comercio. Cuando en el viejo Riaño había mucho comercio. Actualmente el principal servicio que se da es el turístico.
—¿Mantienes contacto con gente que entonces se tuvo que ir? ¿Qué piensan?
—Sienten mucha añoranza del aviejo pueblo y de los vínculos de amistad y familiares que teníamos. A pesar de todo hay vínculos que actualmente se mantienen y con más fuerza.
—¿Cómo es su situación familiar en una zona como Riaño?
—Mis hijos, como muchos otros se han tenido que ir. Mi hijo está en Londres, una de hija en Aguilar de Campoo en Palencia y la otra en León capital. Es una satisfacción cuando llega el verano y la gente joven vuelve al pueblo a ver a los familiares. Mantienen un vínculo con su pueblo.
El pueblo de Riaño, a la izquierda, en invierno. RAMIRO
—¿Cómo crees que sería Riaño si no se hubiese construido el embalse?
—Cuando en Consejo de Ministros que decidió hacer el embalse el 25 de febrero 1966 Riaño estaba en pleno crecimiento como era Potes en Cantabria y Cangas de Onís en Asturias. Creo que hoy Riaño sería un potente centro de turismo y de servicios y la comarca no estaría tan abandonada y estaría más habitada.
—¿Crees que sirvió para algo construir el pantano?
—Para nosotros fue una desgracia y para la gente que esta aprovechando las aguas habrá sido un beneficio.
—¿Por dónde crees que tiene que ir el futuro de esta montaña?
—Tenemos recursos pero hay que ponerlos en marcha. Falta trabajo, ideas y proyectos.
—Desde la mancomunidad se presenta un proyecto muy ambicioso para construir la estación de esquí de San Glorio…
—Teníamos muy claro que esta estación es un recurso más de los que tenemos y atractivo y por eso apostamos por ello. Lo lamentable es que no nos han permitido aprovecharlo. Esta montaña ha vivido una circunstancia muy curiosa y es que en campañas electorales se habla mucho de proyectos que se quedan en el olvido, como San Glorio.
—¿Y el club náutico de Riaño?
—Este club se constituyó en el 1990 y fui uno de los socios fundadores y el comodoro. Se iniciaron muchas actividades como corsos de iniciación a la vela, se celebraron campeonatos de Castilla y León windsurf, del Optimist vela de Borian. Llegamos a ser 500 socios. El problema es que llegó un nuevo presidente que pidió a cada socio 400.000 pesetas para hacer una sede social y la gente empezó a darse de baja. Ahora se ha quedado en unos 50 socios.
—Otro de los proyectos olvidados y que ahora se pretende rescatar en la Residencia de Ancianos.
—Cuando más se trabajó en este proyecto fue en esta legislatura del 2005 al 2009. Vinieron varias empresas a estudiar la demografía y las posibilidades y viabilidades de este proyecto. Se reservó el terreno. Este es proyecto es de comarca y tiene que liderarlo la mancomunidad de Riaño. En esos años se puso en marcha el camping, la terminal de autobuses, el museo etnográfico y el telecentro.
Nieve en la montaña de Riaño. RUBÉN SÁNCHEZ
—¿Qué otras actuaciones considera que han sido importantes en la comarca?
—Ha sido muy importante el dinero llegado de Europa y los diferentes programas. El primero fue el ‘Adapt 1 y 2’ que solicitamos desde la mancomunidad. Con el siguiente programa, el ‘Proder’, creamos el Grupo de Acción Local montaña de Riaño. No se aprovecharon suficientemente los recursos que llegaron de Europa. Uno de los errores que se cometieron fue las inversiones en casa rurales y que en sucesivos programas se ha corregido y no se han subvencionado. Solo sirvió para que algunos acondicionasen sus casas. Se utilizaba los fondos para beneficio propio, sin más.
—¿Qué te gustaría tener ahora de lo que había en el viejo Riaño?
—Lo primero el Parador de Turismo sobre el que hicimos un estudio donde se solicitaba su reconstrucción. En las normas urbanísticas reservamos terreno para eso parador que al final no ha llegado. Nos dijeron desde el ministerio que tenían un plan quinquenal y que no encajaba. El mayor problema es que ahora no tenemos población.
—Y la despoblación…
—A mediados del siglo XIX en Riaño había unos 1500 habitantes. Se hizo la obra de carreteras por el difícil acceso que tenía y fue cuando empezó a crecer y hacia 1910 ya tenía 2.300 habitantes. Se había instalado gente de otros pueblos, de la zona de Palencia o Cantabria. La mayor parte de la gente que se dedicaba al comercio era de fuera. Mi abuela era de Paredes de Nava. Llegó a haber cuatro tiendas de tejidos, cuatro panaderías, dos farmacias o dos tiendas de ferretería. En 1966 cuando se acordó hacer el embalse había 1.600 habitantes y fue cuando empezó el declive. Ahora somos 463 habitantes. Este declive no solo afectó a Riaño sino a toda la montaña de Riaño que fue la consecuencia de ir desapareciendo servicios.