Revista
Las antepasadas de Palat
En el año 931, pegado a su palacio real, Ramiro II mandó construir para su hija Elvira un monasterio, que puso bajo la advocación de San Salvador, el que salva. En él ingresaron infantas leonesas, que construyeron una vida dedicada al conocimiento. Fue el origen de lo que sería San Isidoro. Un lugar del culto a la razón. Entorno a ese palacio real, Palat del Rey, y su iglesia, creció una parroquia, un barrio y un cementerio. Esos huesos milenarios siguen vivos. Y cuentan cómo fue aquella vida, aquella época. Silenciadas durante tanto tiempo, ahora se sabe que las mujeres del barrio, como las infantas, no eran contemplativas. Trabajaban. Y duro. Otra mujer, la antropóloga física María Edén Fernández, deja que sus huesos, que conservan la huella de lo que padecieron, hablen. Que cuenten cómo vivieron. Esta es la historia
María Edén Fernández Suárez es licenciada con Grado de Sobresaliente en Biología, Máster en Educación Secundaria y Doctora con Sobresaliente cum laude en la especialidad de Antropología Física por la Universidad de León. Su labor investigadora dentro del campo de la Antropología Física se centra en la osteología y la paleopatología. Es miembro de la Sociedad Española de Antropología Física y ha sido Colaboradora Honorífica y Profesora Asociada en la Universidad de León, compaginando la docencia universitaria con la investigación. Además de fotógrafa y de empresaria dentro del ámbito científico, donde trabaja como investigadora independiente y divulgadora científica, es profesora asociada en la Universidad de Oviedo, donde imparte docencia de Antropología Física en la Facultad de Biología. Tiene una cuenta en Instagram (@doctoraenhuesos) desde donde divulga la Antropología Física.
La necrópolis de Palat de Rey es un ejemplo de sociedad urbana. Las zonas urbanas acogen a un número mayor de habitantes y en ellas se emplazan actividades comerciales y artesanales, que son desconocidas o poco frecuentes en el medio rural. Aunque sin distinción entre ciudad y aldea, en general, todos los integrantes de una familia se adaptan al proceso productivo común o filial convirtiéndose en la unidad laboral idónea para la explotación de la tierra.
Sus huesos las delatan. Eran tejedoras, sastras, herreras, curtidoras, zapateras... No se dedicaban a las ‘tareas del hogar’. Estaban integradas en la vida económica de esa ciudad-mercado que era León. Tanto como los hombres
Introduciéndonos en la época medieval, las gentes que habitaban León en la Edad Media se dedicaban preferentemente a actividades en las que primaban las actividades artesanales, agrupadas en gremios. La parroquia de Palat de Rey era un barrio un tanto oscuro de intramuros sobre el que se notaban las influencias del burocrático de San Marcelo y del comercial y artesanal de San Martín. Entre las alusiones del historiador Martín Galindo en 1959, encontramos algunas notas de interés: «En San Salvador de Palat de Rey había 5 plateros y un joyero, bordadores, barberos, silleros, escribanos, criadas y criados, panaderos, herreros, cedaceros, etc».
La antropóloga física María Edén Fernández desvela cómo fue su vida a través del estudio de sus huesos.
Para comprender mejor el aspecto socioeconómico del León medieval hay referencia en los textos de Álvarez de 1999, que señala que el territorio de la provincia de León presenta, especialmente en el siglo XIII, un gran dinamismo en su vida económica y, en consecuencia, una mayor diversificación social, con un intenso arraigo de las actividades artesanales. Todo ello es el resultado de una población permanente en la ciudad, con un estimable contingente de eclesiásticos y nobles alejados de ocupaciones productivas, lo cual genera unas necesidades de consumo de cierta importancia.
León es una ciudad-mercado en la que está presente una amplia nómina de mesteres artesanales y mercantiles. Durante los siglos XII y XIII nos encontramos con actividades vinculadas al ramo de la alimentación, entre las que destacan las de carnicero, panadero, hornero, pescador, cocinero y pixotero o vendedor de pescado.
Entre los múltiples mesteres u oficios que configuran los cuadros del artesanado leonés ocupan un lugar destacado los relacionados con la industria del vestido y de la indumentaria. Sastres, alfayates, tejedores, traperos y bataneros. En estrecha relación con la industria del vestido se desarrollan las artesanías de la piel con un nivel de ocupación laboral que junto con la alimentación y el vestido constituyen las más elevadas del artesanado local. Freneros, correeros, pelliteros, zapateros, vaineros, calzadores, selleros o albarderos.
Excavaciones en Palat del Rey durante el año 2006. En la otra página, análisis de los huesos y patologías encontradas en ellos que se explicarían por el tipo de trabajo y los movimientos repetitivos.
Otro de los sectores laborales que, por su propia naturaleza, está siempre bien representado en las ciudades medievales es el que agrupa a los oficios vinculados al ramo de la construcción: pedreros, carpinteros, olleros, adoberos, carraleros, y también, aunque en menor cuantía, tapiadores y vidrieros. Hay que tener en cuenta que la Catedral de León comenzó a construirse en el siglo XIII. Dentro de la actividad artesanal, un último sector aparece profusamente representado en la documentación leonesa. Es el relacionado con la artesanía del metal en donde, desde el siglo XI, herreros, cuchilleros, escuderos, concheros, caldereros o hebilleros, y, en menor medida, cutelleros, lugueteros y batidores de metales preciosos como los orfebres, ejercen su actividad en la ciudad, principalmente en el barrio de San Martín. Finalmente, tenderos, comerciantes, mercaderes, cambistas, monederos y merchantes son oficios que se prodigan en León y que se relacionan con la actividad comercial y con el comercio del dinero.
Es bastante gráfica la descripción que Sánchez Albornoz hace en 1991 de un día cualquiera en la ciudad medieval de León. «Los leoneses madrugan con el día, y mientras clérigos y monjes rezan y leen en el silencio de sus claustros o casas, los artesanos trabajan en su oficio, los labradores salen al campo con sus yuntas (2 bueyes que trabajan al unísono unidos por un yugo), y de entre los señores, unos visitan sus presas o molinos, otros encierran en sus graneros las rentas de sus tierras y los restantes dividen sus cuidados entre sus lagares y sus viñas».
En la población masculina de Palat de Rey existen 43 tipos diferentes de marcadores atribuidos a una actividad repetitiva, mientras que la población femenina presenta 41 tipos, dos menos que los varones. Estamos pues ante el mayor número de marcadores músculo-esqueléticos hallado en una única población española. Estas lesiones se encuentran localizadas en 11 elementos esqueléticos: la clavícula, la escápula, el húmero, el cúbito, el radio, el coxal, el fémur, la rótula, la tibia, el peroné y el calcáneo. Las 2 lesiones que aparecen en los varones y no en las mujeres tienen que ver con el músculo tríceps braquial en la escápula y el músculo redondo menor en el húmero. Las dos están relacionadas con movimientos que se realizan repetidamente en los oficios de leñador, herrero y carpintero, ocupaciones asociadas habitualmente con los varones. El resto de las lesiones en las mujeres son coincidentes con las presentadas por los hombres, aunque en su gran mayoría con un menor porcentaje de afectación en las mujeres.
Entre los varones y las mujeres de Palat sólo existen diferencias estadísticamente significativas en 7 marcadores de actividad, del total de los 43 diagnosticados. Estos marcadores se encuentran en el húmero, en el cúbito, en el coxal, en el fémur, en la tibia y en el calcáneo. De estos 7 marcadores con significación estadística, 6 de ellos son significativamente más frecuentes en los varones, y tan solo el que afecta al lugar de inserción del músculo braquial del cúbito es significativamente mayor en las mujeres. Este último marcador aparece frecuentemente en los tejedores por los repetidos movimientos de flexión del antebrazo que realizan, por lo que propiamente podemos hablar de una población artesanal mayoritariamente de tejedoras en Palat. Los otros 6 marcadores, que son más frecuentes en los varones, están asociados al levantamiento de objetos pesados con las piernas flexionadas durante la carga y descarga, a aquellas actividades que implican grandes desplazamientos a pie, así como a oficios de herrero y leñador. Se puede decir que estos oficios comentados y que requieren esfuerzos musculares mayores, se llevaban a cabo preferentemente por los varones de Palat, mientras que la confección de telas en los telares era oficio mayoritario de mujeres.
A tenor de los resultados obtenidos en el estudio, las condiciones laborales en León no varían entre la época medieval y moderna para los varones de Palat. Sin embargo, las mujeres de época moderna y de época medieval difieren en el mayor grado de afectación por marcadores de actividad en la extremidad inferior en la población moderna, y por el contrario, un mayor grado de afectación en la extremidad superior en la población medieval, lo que podemos asociar con una mayor movilidad espacial de las mujeres de época moderna frente a las medievales.
Los varones de Palat eran artesanos, con un uso intenso de los músculos extensores y flexores de los dedos de la mano, pero también estaban afectados la clavícula y el húmero por trabajos más intensos que requerían un mayor esfuerzo muscular, como herreros, curtidores, carpinteros y leñadores. En cuanto a la extremidad inferior, se han encontrado marcadores asociados al oficio de sastre y al hecho de levantar habitualmente objetos pesados, realizando largos desplazamientos a pie transportando cargas, con la consiguiente aparición de lesiones en fémur, tibia y peroné, diferentes de los marcadores relacionados con un hábito marchador intenso, o como en los adoberos, que muestran la lesión en la tibia y calcáneo principalmente.
Las mujeres de Palat presentan marcadores óseos compatibles con oficios artesanales como el de sastras, tejedoras, curtidoras, zapateras y otros oficios que requieren la utilización precisa de los dedos de la mano. Pero también encontramos marcadores en la clavícula, la escápula y otras regiones del húmero, producidos a consecuencia de trabajos más intensos que requerían un mayor esfuerzo muscular, como el de cavar con la azada, el de herreras, el de leñadoras y el de curtidoras. El resto de los marcadores óseos, localizados en el coxal y en la extremidad inferior, se relacionan con el hecho de permanecer de pie y en movimiento durante largos periodos de tiempo, de hacer adobe, con el oficio de alfarera, con el transporte de cargas pesadas y también con el trabajo de tejer al accionar el pedal del telar con las piernas.
Estos oficios en las mujeres de Palat dibujan una actividad cotidiana que desborda lo considerado como generalmente habitual en el sexo femenino y Palat nos ofrece la imagen de una mujer plenamente integrada en la productividad artesanal de la población, alejada, por tanto, de lo considerado como única dedicación exclusiva a las ‘tareas del hogar’.