Diario de León

Hablan los científicos

Hace frío, ¿para qué ventilar?

Segunda oleada del coronavirus. ¿Qué podemos hacer? «Ventilar y ventilar como lo hacían nuestras abuelas cuando el frío era mas intenso que ahora y había menos calefacción. Remedios caseros en suma. Da igual que estemos en un coche o en una sala», propone el científico José Luis Sánchez. Estas son las razones.

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Jose Luis Sanchez | Catedrático de Física de la Universidad de León
León

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Vimos tiempos en los que hay un continuo martilleo de noticias. La covid-19 es un buen ejemplo. Algunas de las cosas que parecían ‘blancas’ hace unos meses, ahora son negras o viceversa.

Todos sabemos a qué me refiero. ¿Qué hacen los científicos por mejorar el conocimiento del virus que da lugar a la pandemia? Pues si hay que responder, hagámoslo con números.

Más de quince mil artículos se han publicado en revistas científicas sobre este tema en menos de un año para intentar dar respuesta a la sociedad acerca de la mejor manera de protegerse. La ciencia se publica en forma de artículos científicos en revistas internacionales.

«Tenemos que aplicar una regla muy sencilla: si nos encontramos con el virus, que ‘circule y se vaya rápido’ y para eso abrimos ventanas»

Para ello deben pasar previamente el dictamen positivo de otros científicos, elegidos al azar entre especialistas de la comunidad internacional. Con ello se evitan presiones mal intencionadas que pretendan ‘orientarnos’ hacia falsas conclusiones.

Volvamos a lo que nos interesa. ¿Qué podemos hacer para proteger o protegernos del virus maldito? Todos sabemos que debemos utilizar mascarilla.

Ya se usaba en 1918 en la última pandemia de gripe, pero ¿por qué debemos mantener la distancia de ‘seguridad’ de 1,5 metros? La mayor parte de las microgotas de saliva desprendidas el hablar suelen caer a escasa distancia del individuo. A un metro como mucho o dependiendo de si hay viento, quizás algo más.

Se preguntará el lector, ¿cómo que la mayor parte… y las otras? Ahí ha estado una de las aportaciones de la ciencia en los últimos meses.

Una adolescente sentada delante de una ventana abierta.  DL

La mayor parte de las partículas desprendidas por las personas no sobrepasan el metro y medio, por eso es necesario mantener la distancia de seguridad, y más aún en circunstancias determinadas —por ejemplo, mientras comemos y por tanto estamos sin mascarilla—, no sea que estemos sentados junto a un asintomático o simplemente junto a un familiar o amigo que lo está incubando. ¡O que nosotros seamos portadores del virus! Pero, ¡ojo!, sigo hablando de la mayor parte y no me estoy olvidando de las ‘otras’.

Al respirar las personas emitimos partículas con una composición orgánica que, incluso con mascarilla, quedan flotando en el aire por tener un peso muy pequeño. Serán más si lo hacemos cuando empleamos una de las denominadas quirúrgicas, las más habituales, que si lo hacemos cuando usamos con otras de las denominadas FFP2.

Estás partículas tienen muy poca masa y pueden permanecer en ese estado mucho tiempo moviéndose en el aire. Si en su trayectoria se encuentran con el virus que produce la covi-19, actúan de forma parecida a cuando tomamos una bebida energética: haciendo que estos virus tengan más vigor y sobrevivan mejor al paso del tiempo. Y las cosas no han acabado aquí. Al estar más tiempo en el aire, tienen más probabilidades de chocar y unirse con otros virus, dando como resultado un aumento de la carga vírica en el aire.

Si apenas podemos evitar convivir con el virus, ¿cómo podemos evitar recibir una carga vírica que nos llegue a infectar? Es decir, ¿qué podemos hacer? Ventilar y ventilar como lo hacían nuestras abuelas cuando el frío era mas intenso que ahora y había menos calefacción. Remedios caseros en suma. Da igual que estemos en el interior de un coche o en una sala. Siempre ventilar.

Por tanto, la solución está bien clara: disminuir la emisión con el uso de mascarillas bien ajustadas intentando disminuir la salida o la entrada por los laterales. Y, muy importante, evitar que se acumulen en los ambientes interiores.

Habrá que abrigarse y abrir ventanas para que circule el virus no sea que esté presente en el lugar donde nos encontremos o que lo estemos desprendiendo sin nosotros saberlo. Es decir, tenemos que aplicar una regla muy sencilla: si nos encontramos con el virus, que ‘circule y se vaya rápido’ y para eso abrimos ventanas fomentando la ventilación en ambientes interiores.

Y vuelvo a la ciencia. Es interesante leer que experiencias similares en distintos países han llegado a conclusiones similares. Ambientes interiores con una inadecuada ventilación y una elevada concentración de partículas orgánicas han demostrado que son excelentes hospedadores del virus y, por tanto, son zonas de alto riesgo. Si además en el aire existe una enorme cantidad de microgotas, el riesgo se incrementa de forma exponencial. Así se explica la enorme propagación del virus en algunos mataderos industriales como ya ha ocurrido en países como Alemania, Italia o España.

Mascarilla bien ajustada, distancia y siempre ventilación abundante. Y todo ello sin olvidar mantener la limpieza y el hidrogel a mano. En el caso de que nuestro trabajo no nos permita cumplir todas las reglas, tenemos que utilizar protección máxima haciendo uso de equipos de protección profesional. El riesgo nunca será cero, pero habremos disminuido la probabilidad de contraer la enfermedad de forma inadvertida.

En la última pandemia del siglo XX, la de la gripe —que se cobró en todo el mundo unos 50 millones de víctimas— se calcula que en España resultaron afectados ocho millones de personas y hubo más de 300.000 muertos aunque las cifras oficiales nunca reconocieron que llegaran a más de 150.000. Hay cosas que no cambian. Pero la mayoría si, afortunadamente. Tenemos más medios, profesionales mejor preparados, más conocimientos y una buena comunidad científica en el mundo.

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