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Los planos de la devastación

Una de las facetas más desconocidas de la postguerra es la creación de la Dirección General de Regiones Devastadas, que cambió la faz de toda la montaña de la provincia

León

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"Recuerdo a mi madre en las hilanderas contar la historia de lo que pasaron, de cómo fue, y lo narraba de una manera tan tierna que aún hoy me pregunto si sentía nostalgia o tristeza». Carlos del Canto explica que las tropas republicanas quemaron a su huida  todo el pueblo de Llamazares . «Lo único que quedó en pie fue el molino y el Cristo, que no ardió», dice. Su mujer, Conchi, interviene para contar que Redilluera, sin embargo, no se destruyó. «Habían evacuado a todos los vecinos excepto a uno que vivía con su madre enferma y no quiso dejar el pueblo. Se llamaba Bernardo Cañón. Cuando llegaron los rojos, subió a la montaña y comenzó a gritar que las tropas de Franco ya estaban en el pueblo. Pues sólo oirlo, huyeron y el pueblo se salvó». 

Son alrededor de medio millar de planos, 500 documentos que fueron encontrados por casualidad en la oficina de una antigua administración pública, cobijados tras un secreter de madera . Los rollos, cuidadosamente guardados, han sido rescatados por los profesionales del Archivo Histórico de León y la Junta y en breve se espera que serán escaneados para que su consulta sea más sencilla a los investigadores. Este archivo desvela los proyectos con los que se levantaron los pueblos de la montaña tras la guerra. Y es que  León se despertó republicano y se acostó nacional, pero las cosas no sucedieron de la misma manera en el paisaje más septentrional, cuyos valles —Fontún, Peña Laza, Currillos; y de Arbas: Barragana, Marías, Brazosa, Meloita, etc— fueron escenario de las cruentas batallas del Frente Norte entre la primavera y el otoño de 1937, unos combates que arrasaron localidades enteras. El centro de la devastación fue Villamanín, pero no sólo. Los habitantes de pueblos dedicados a la economía de subsistencia perdieron los refugios que hasta ese momento les servían de hogar y se vieron obligados a bajar a la capital y las principales cabeceras de comarca hasta el final de los enfrentamientos. 

Manuel Martín capturó esta estampa de La Pola de Gordón tras una de las batallas.

«Mi familia se quedó sin nada, como todos. Mis abuelos y sus hijos regresaron y comenzaron a vivir junto al ganado debajo del tejado, que era lo único que había quedado. No tenían nada más que hambre y frío y eso que, milagrosamente, el molino permaneció en pie». 

En 1938 se crea la Dirección General de Regiones Devastadas , un proyecto con el que Franco buscaba tres cosas. La primera, la más acuciante, era la reconstrucción tras los estragos bélicos. Cientos de habitantes tenían la imperiosa necesidad de un techo bajo el que cobijarse. Además, el éxodo de esta población a la ciudad provocaría a corto plazo la pérdida del sector primario de la economía, letal para un país que viviría en los siguientes años en la autarquía. Por último, el plan tenía un claro matiz propagandístico para sofocar la ira de un pueblo que tardaría al menos veinte años en superar la miseria. De hecho, una de las constantes que se publicaban junto a las informaciones sobre la reconstrucción era la siguiente frase de Franco: «Yo os aseguro que el mismo tesón que ponemos en ganar las batallas en el frente de combate dedicaremos a las batallas de orden social y económico». Los territorios beneficiados debían tener una destrucción superior al 75%. A partir de ese momento, quedaban bajo la tutela del ‘caudillo’. En Villamanín se construyó el denominado Barrio Nuevo, y el cuartel de la Guardia Civil, derribado hace años para convertir la parcela en un parque.

Son pocos los estudios hechos sobre Villamanín y su reconstrucción . A raíz del derribo de la sede de la Benemérita, el arquitecto Jesús Carlos Martínez, elaboró un informe para pedir su mantenimiento, que no fue tenido en cuenta, donde explicaba que Villamanín conforma «un proyecto unitario, con un trazado urbano y edificatorio que comprende tanto el caserío residencial (viviendas rurales entre medianeras con patio), como los edificios públicos (Ayuntamiento, albergue, escuelas, iglesia, cuartel de la Guardia Civil, casa del médico) y espacios libres (plazas, parque infantil). Este conjunto es definitorio de la Arquitectura y Urbanismo Rural de la posguerra, manifestaba en un reportaje escrito por Manuel Cachafeiro en Diario de León. El experto defendía entonces que Villamanín fue «una de las actuaciones más importantes del Servicio Nacional de Regiones Devastadas y Reparaciones por su gran envergadura» y por el alto nivel de destrucción del casco urbano anterior a la contienda. Asimismo, explicaba que el resultado es un modelo histórico homogéneo, «digno de estudio, protección, conservación y promoción de su valor por parte del propio Ayuntamiento, de la Diputación de León y otras administraciones públicas».

Carlos de Canto 'Carlines' junto a su abuela ante la casa de Llamazares quemada durante la guerra.

El diario Proa de 8 de octubre de 1939 publicaba el decreto  de la reconstrucción de los siguientes pueblos y ciudades destruidas durante la guerra: Belchite, Brunete, Teruel, Tortosa, Nules, Bielsa, La Rápida, Cordera, Viilanueva de la Cañada, Villanueva del Pardillo, Las Rozas, Mahadahonda, Guadarrama, Quijorna, Potes, Las Regueras, Tarna, Pendones, Villamanín, Quinto, Mediana de Aragón, Biescas, Agramunt, Castelldans, Hita, Grajalejos, Masegoso, Esparragosa, Valsequillo, Lopea y Pitres.

Sin embargo, y como asegura Carlos del Canto, la ayuda no llegó a todos por igual . «Lo mismo que ahora. Mis abuelos fueron reconstruyendo la casa de la nada. Lo hacían en pleno invierno, levantando divisiones con costanas   y abono verde que luego encalaban», precisa. Recuerda la dureza de aquellos tiempos. Un niño de apenas siete años subía cada día a la montaña y allí pasaba el día . Si veía soldados, prendía fuego para avisar al pueblo. Así, hasta el repliegue del Frente Norte». 

Diario de León ha buceado en los archivos para buscar las obras que la institución creada por la dictadura puso en marcha en la provincia. Las fuentes revelan que a la altura de 1940 ya se había construido una barriada de 36 viviendas, la Casa consistorial, el Cuartel de la Guardia Civil, las escuelas, la escuela mixta de Fontún, el edificio albergue para el frente de juventudes, y los que habrían de acoger los servicios de correos, telégrafos y Teléfonos. Ese mismo año se concluía la iglesia parroquial, el Centro secundario de Higiene, la vivienda para el médico y numerosas viviendas «que fueron destruidas durante la pasada guerra de Liberación por la horda roja». 

Proyecto de reconstrucción de la vivienda de Celestina Fernández en Pontedo (Cármenes). FERNANDO OTERO  

Asimismo, ya se proyectaban escuelas en los pueblos de Barrio, Millaré, Peladura y Villanueva, así como los caminos vecinales de Camplonge a Pendilla, de Villamanín a San Pedro de Luna, a Viandanges y tríada de agua a varios pueblos.  La propaganda defendía que la obra de reconstrucción solo era comparable a «la obra destructora que llevaron a cabo los marxistas españoles ayudados y azuzados por el comunista ruso, para citar a continuación las iglesias que la institución había reconstruido hasta ese momento, a saber:  Villamanín, Golpejar de la Tercia, Santa Lucía y ha reconstruido las de Pola de Gordón, Cármenes, Redilluera, Cerulleda, Tolibia de Abajo, Arintero  y Valdelugueros.

En total, a la altura de 1940, el régimen había invertido en la provincia 460.000 pesetas , mientras que el presupuesto para el año siguiente se doblaba para alcanzar 1.218.000. 

En su tesis doctoral titulada Arquitectura social y Estado entre 1939 y 1957. La Dirección General de Regiones Devastadas, Vicente Javier Mas Tordesillas, explica que el final de la Guerra Civil supuso el inicio trágico de la recomposición general del país. «Por ello, las primeras disposiciones del nuevo Régimen estuvieron encaminadas a la reconstrucción física de las ciudades, a través de la creación de una Dirección General de Regiones Devastadas y un Instituto de Crédito para ese mismo propósito. Las fuentes le dan la razón. No había tiempo que perder. De hecho, las autoridades de la provincia de León advertían de la necesidad de levantar lo más rápidamente posible los pueblos que habían sido destruidos durante la guerra. 

Así lo manifestaba uno de los arquitectos del plan: «Al producirse la destrucción de los pueblos, una parte de los vecinos afectados emigraron a la ciudad con el consiguiente abandono de la riqueza ganadera, típica de esta comarca, quedando la mayor parte viviendo entre ruinas, mezclados con el ganado, conviviendo en una promiscuidad de sexos poco digna para el decoro humano»...

Dejando a un lado el discurso puritano de la época, la realidad es que los escenarios en los que gran parte de la sociedad española fue obligada a padecer durante y después de la guerra no era tan distante de la realidad de siglos pasados. Las viviendas habían sido destruidas y gran cantidad de los habitantes de las localidades en las que las batallas del Frente Norte fueron más agresivas habitaban en cuadras o en los cinturones de miseria que comenzaban a dibujarse en las grandes ciudades

Vicente Javier Mas revela que las decisiones adoptadas para formalizar la arquitectura de la inmediata posguerra brotaban de la necesidad de abordar la reconstrucción. «Un proceso que se basó, desde el primer momento, en la urgencia no sólo para reconstruir en el más breve tiempo posible, sino también para dar respuesta al deseo de la sociedad de recuperar la normalidad social».

La afirmación la corrobora la declaración de uno de los técnicos que estuvieron al frente de la reconstrucción en León. En 1940 afirmaba que la tarea de campaña de aquel año se había basado en la habilitación de viviendas. Subrayaba que una de las dificultades a las que se habían enfrentado había sido la escasez de obreros especializados, así como a la inclemencia del tiempo. «Hay que tener en cuenta que el invierno ha sido muy duro y los pueblos están enclavados en la montaña», precisaba el arquitecto, con una declaración en la que queda claro que las obras no se paralizaron por el invierno leonés. De hecho, en aquel momento ya se habían habilitado 82 vivienda y se habían invertido las siguientes cantidades: 

—Rodiezmo: 280.000

—Cármenes: 130.000

—Valdelugueros: 50.000.

Además, los presupuestos para el año siguiente sobrepasaban el millón con los siguientes parámetros:

—Ayuntamiento de Rodiezmo: 518.000 pesetas.

—Cármenes: 380.000.

—Ayuntamiento de Valdelugueros: 320.000.

Las clases de vivienda

El técnico deja claro en el documento que el estudio para la nueva ordenación de Cármenes ya había terminado  y explicaba que en esta localidad se crearían tres tipos de viviendas. La primera de ellas se diseñó para el «labrador acomodado», otras se levantarían para el «modesto labrador» y otro tipo diferente para «el jornalero que tiene una pequeña labranza». Los responsables de esta clasificación dejaban claro no obstante que «la construcción de viviendas se ajustaba por completo a las más exigentes normas de salubridad. Serán modestas pero higiénicas, el sol, el aire y el agua entrarán triunfantes en oleadas de vida».

Los proyectos recogían que la casa proyectada para el labrador acomodado constaría de un pequeño recibidor, comedor, cocina, cuatro amplios dormitorios y cuarto de aseo con instalación de váter, lavabos y duchas, establo higiénico con capacidad para doce vacas, pajar de las necesarias dimensiones para poder depositar en él suficiente cantidad de ceba para el ganado, servicio de cochiqueras para la cría de aves, cerdos, conejos, etc y un tendejón o cobertizo para guardar los carros y aperos de labranza. Más humilde era el diseño elegido para el modesto labrador , cuya vivienda constaba de  cocina comedor, tres dormitorios, cuarto de aseo, establo con capacidad para ocho reses de ganado vacuno, pajar, cochiqueras y cobertizo.

Los arquitectos realizaron diferentes proyectos según las posibilidades económicas de los moradores de las futuras viviendas. FERNANDO OTERO

Por último, para el jornalero con pequeña labranza se construirá un tipo de vivienda con cocina comedor, tres dormitorios, cuarto de aseo, establo para cuatro vacas, pajar, servicio de cochiqueras y tendejón. Se ajustan los tres modelos de construcción a las normas dictadas por el Instituto Nacional de la Vivienda.

Oville, en Boñar, fue uno de los lugares más castigados por la guerra. Las tropas republicanas en su huida hacia Asturias incendiaron el pueblo para retrasar el avance de los sublevados y el pueblo quedó arrasado por las llamas. El proyecto de reconstrucción cambió la localidad de emplazamiento: « El actual es inadecuado por estar en pendiente, con las naturales desventajas que de esta circunstancia se derivan. Por otra parte, la iglesia parroquial está enclavada en un alto y en época de invierno  presenta gran dificultad el desplazamiento del vecindario para poder cumplir sus deberes religiosos. Va pues a reconstruirse este pueblo, alrededor de la iglesia».

La creación de la Comarcal de regiones devastadas en la provincia de León en 1940 y la elaboración de un rápido estudio de conjunto de los daños sufridos en la misma dio como resultado que solo en edificios particulares había una destrucción de 17.237,743,35 pesetas que corresponden a 1.325 edificios particulares , siendo 1.599 el total de los expedientes incoados. De estos, 17 eran escuelas, 85 iglesias, 13, construcciones industriales, 160, agrarias, y el resto, construcciones particulares.

Aunque, como dice Carlos, eso fue sólo para algunos, «igual que ahora».