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El bosque de herramientas

Fueron sus manos en la oscuridad de la mina. Se las pagaban ellos. A veces, su vida dependía de ellas. Por eso las cuidaban tanto. Herramientas de la minería antigua. Se exponen en el Museo de la Siderugia y la Minería de Sabero

CASTRO

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Sabero

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A sangre, el nombre elegido por el Museo de la Siderurgia y la Minería de Castilla y León para su nueva exposición temporal, no puede ser más acertado. Y lo es porque durante décadas los mineros sólo tuvieron su fuerza y destreza para desempeñar un oficio tan especial en unas condiciones muy duras.

Pero nunca estuvieron solos en esta tarea, les acompañaban fieles en la oscuridad de la mina sus herramientas, que como una prolongación más de sus brazos transformaban la fuerza de la sangre en trabajo, haciendo más llevadera la jornada.

Unas herramientas muy rudimentarias, formadas por un mango de madera y una cabeza de hierro que adoptaba diferentes formas en función del oficio al que tenía que servir. Unos útiles que en muchas explotaciones pertenecían al trabajador, que tenía que costearse la pica, el hacho o la pala, y que por ello cuidaba de forma especial para que le durasen el mayor tiempo posible.

La llegada a la mina de nuevas fuentes de energía y especialmente la introducción del aire comprimido cambió los métodos de trabajo y desplazó muchas de estas viejas herramientas por otras más modernas, supliendo la fuerza de la sangre por la fuerza del aire a presión. Los flamantes martillos neumáticos de picar dejaron obsoletas las desgastadas picas, los potentes martillos de barrenar marginaron al mazo y la barrena de mano y las palas cargadoras arrinconaron a las pequeñas palas que se vieron impotentes ante el poder de esos grandes cazos. Los nuevos sistemas de entibación, con cuadros metálicos e incluso con postes hidráulicos, hicieron olvidar a los entibadores sus hachos y picos, perdiéndose un oficio casi artesano en el que el buen ojo del minero y una pequeña barra de madera a modo de regla servía para sostener sin problema una galería con miles de toneladas de tierra empujando sobre ella.

La mayoría de estas herramientas salieron de la mina y algunas todavía fueron usadas por los mineros en otras tareas en el campo o en la cuadra, pero ya hace mucho que las pocas que aún perviven lo hacen abandonadas en algún rincón llenas de polvo y herrumbre, echando de menos la fuerza de la sangre que un día les dio vida.

El Museo de la Siderurgia se ha propuesto sacarlas del olvido, desempolvar sus historias, contar a todos su papel relevante en el trabajo de los mineros y darles el lugar que se merecen antes que la carcoma o el chatarrero las hagan desaparecer.

Y en esta tarea ha contado con la ayuda de Fernando Cuevas, responsable del Centro de Interpretación de la Minería de Barruelo de Santullan, historiador de la minería y un gran coleccionista de artículos mineros. Además de su importante colección de lámparas de mina atesora una importante colección de herramientas y ciento treinta de ellas son las que se pueden ver en esta exposición temporal, de la que además es comisario.

Estas herramientas mineras manuales abarcan todos los oficios de interior en la minería del carbón, pero también se muestran útiles usados en otros tipos de minería como la metálica, lo que sirve para comparar ambos, al igual que herramientas de diferentes países como España, Francia, Alemania, Inglaterra o Estados Unidos.

Cavar, picar, quebrantar

Las principales herramientas en la minería antigua se clasificaban en función de la dureza del material que había que extraer, que podían ser sustancias blandas (tierra vegetal, arenas), rocas poco consistentes (yeso, sal gema, carbón…), medianamente duras (caliza, marga, pizarra…) y las duras y muy duras (que exigen utilización de explosivo, como granito, gneis, cuarzo puro, pudingas…).

Para el arranque de las tierras blandas se usaban palas, azadones o legones. En las de mayor consistencia, como el carbón, la herramienta por excelencia ha sido la pica que consiste en una barra de hierro con un ojo en el cual entra perpendicularmente un mango de madera. La barra de hierro puede tener diferentes formas y de las distintas combinaciones posibles surgen las diversas tipas de picas, la de doble punta, con zapa, el zapapico, la alcotana, la escoda o trinchante, etc. El minero utilizaba la que mejor se ajustaba a sus necesidades y siempre buscando el máximo rendimiento posible por lo que también variaban en su peso y tamaño o en la colocación del ojo respecto al eje de la barra metálica. En la minería del carbón se utilizaban picos específicos como las picas de descalzar o la pica de regar que se compaginaban en su uso con las picas ordinarias más gruesas y fuertes.

Los árboles de hace 300 millones de años dieron lugar al carbón y después cobraron de nuevo protagonismo en la mina

Para el arranque de sustancias duras se usaban la punterola y la maza , con la que se quebraba la roca a base de fuertes golpes. El gran adelanto para romper materiales duros se produjo con la pólvora. Pero para que la expansión de los gases del explosivo haga su efecto de destrozar las rocas, es indispensable abrir un agujero de cierta profundidad, colocar la pólvora en su fondo, volverlo a tapar y conseguir que el explosivo detone. Lo que se conoce como «dar un barreno». Para abrir el agujero la herramienta usada era la barrena, una barra de hierro con uno o más cortes en un extremo que se llama boca, y el otro extremo plano para recibir los golpes de un gran martillo que se llama mazo. Para cargar y disparar el barreno también se diseñaron otras herramientas como la cucharilla, el atacador, la aguja o la atacadera de lodar.

Dentro de la minería subterránea son varios los trabajos que se complementan para poder extraer el mineral al exterior. Aunque el más representativo es el del arranque, ninguna explotación podría funcionar sin el aporte de otros oficios mineros: los caballistas en el transporte, los entibadores que consolidan las fortificaciones , los camineros encargados de que las vías se desarrollen por todas las galerías o los tuberos que crean y mantienen toda la red que conduce el aire comprimido y el agua.

Para su labor estos oficios precisan utensilios más específicos. Mientras los caballistas se sirven de los aperos para los animales y un palo duro que llaman tranca para ayudarse a frenar, los entibadores trabajan con un hacho de mayor tamaño para preparar la madera y un pico para hacer las balsas. La principal herramienta de los tuberos es una modesta navaja con la que preparan los palos para taponar los agujeros de las tuberías. El de caminero, por el contrario, es un oficio antiguo que desarrolló con los años un variado elenco de utensilios para poder instalar toda la vía necesaria de la forma más rápida y con menos esfuerzo posible. El caminero utiliza el «gato» para poder curvar y romper los raíles, las tajaderas (mazos acabados en cuña) para marcar el corte de railes o cortar clavos, las plantillas para medir correctamente el ancho de las vías y fuertes barras con uña, llaves de rosca o rastrillos.

Un bosque de herramientas

Siguiendo la forma de hacer propia del museo, que suele diseñar y producir la mayoría de sus exposiciones, ‘A sangre’ vuelve a sorprender por un atractivo y novedoso diseño, que incluye como escena central un auténtico bosque de herramientas. Formado por ocho enormes troncos de chopo, de dos metros de alto y medio metro de ancho, sin corteza, que nacen de una base de carbón, de cada árbol surgen a modo de ramas una familia diferente de herramientas mineras. Junto a este peculiar bosque convive un jardín del que brotan entre el balastro las herramientas vinculadas a las profesiones que tienen el trabajo sobre roca como objeto principal de su tarea.

«Los árboles de hace trescientos millones de años dieron lugar al carbón y estos mismos arboles cobraron de nuevo protagonismo en la mina, ofreciendo su madera para sujetar la galerías y para realizar los mangos de las herramientas con las que se trabajaba en ellas, cerrando así el circulo» explican desde el museo.

«Gracias al trabajo del Club de Entibadores Palentinos, pudimos recrear este singular bosque en el que las herramientas brillan como nunca y pueden ser observadas y valoradas por si mismas, ajenas a la clásica museografía en la que se pierden con la potencia de la recreación de los escenarios mineros que suelen acompañarlas», añaden en el centro.

Las ilustraciones de las herramientas que acompañan a los paneles explicativos han sido realizadas por el gran acuarelista palentino Eugenio Cagigal y el grafiti hiperrealista que da la bienvenida a la exposición es obra del artista leones Dadospuntocero, colaborador habitual del museo.