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Salud mental

Paisaje después de la batalla

Nunca antes se habían enfrentado a un estrés parecido. El miedo, el dolor y la sensación de impotencia han lesionado la salud de los profesionales. Un plan del Caule les ayuda a gestionar sus emociones para seguir adelante en su día a día

Esther Turrado y Sergio Núñez. MARCIANO PÉREZ

León

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"Sólo sabíamos que la gente moría. En eso consistía todo». Durante los últimos 80 años, el mundo desarrollado había llegado al convencimiento de que la ciencia era imbatible, de que la medicina era capaz de curar casi cualquier cosa, de recuperar ‘milagrosamente’ a pacientes desahuciados. Así que, cuando en el mes de marzo, los hospitales comenzaron a sumar muertos, el suelo que había mantenido a la población a salvo se vino abajo y con él, su estabilidad emocional. Todo eso a pesar de los esfuerzos por mantener un velo sobre la realidad que se vivía cada día en las salas de críticos y en las morgues. Pero sanitarios y familiares de enfermos y difuntos tuvieron que mirar de frente al monstruo y seguir adelante a pesar del miedo, la desesperanza y la incertidumbre. El aftermath de aquellos meses ha comenzado a mostrarse ahora. «Ha habido un gran transtorno adaptativo a causa de que aquí se ha vivido como un estresante continuo que nadie controlaba». Sergio Núñez (psiquiatra) y Esther Turrado (psicóloga clínica) dirigen el Programa de Atención Integral a las secuelas psíquicas por Covid. Este plan, que se creó en los días más duros de la pandemia por Pilar Valbuena, psicóloga clínica del Caule, y Francisco Rodríguez, jefe del Servicio de Psiquiatría, puso las bases de un protocolo del que se han beneficiado ya más de 200 profesionales. Los expertos destacan que los médicos y enfermeras no eran capaces de controlar la situación, un extremo que provocó que todos los problemas que venían arrastrando se intensificaran. Además, muchos de los profesionales pidieron ayuda tarde. «Comenzaron a venir después del verano, cuando muchos de ellos se habían ya automedicado», explica Sergio Núñez, que añade que una de las causas de esta dilación ha sido el complejo de héroe. «Además, han trabajado en automático», interviene Esther Turrado, que precisa que uno de los principales enemigos al que tuvieron que enfrentarse fue la duración del proceso, demasiado largo, y la indefensión aprendida de que había algo fuera que generaba incertidumbre. «Cuando hay algo que no puedes controlar, los estresores permanecen y, entonces, las estrategias para hacerle frente resultan ineficaces», subraya Pilar Valbuena. Francisco Rodríguez explica además que todo ello se acentuó debido a que los apoyos familiares y sociales se redujeron, con lo que la incapacidad de defensa creció.

Entre las características comunes citan rasgos obsesivos muy marcados debido a que en la mayoría de los casos los sanitarios tuvieron que cambiar sus funciones. Los médicos, por ejemplo, se vieron obligados a seguir protocolos aleatorios, que a veces funcionaban y otras, no. «Sabíamos que no era operativo», incide el jefe de Servicio, que explica que esta situación llevó a hacer las cosas de manera automática, un hecho que alejó a los profesionales de la toma de decisiones. «Te quedas a un lado y te alejas del paciente», concreta. Añade que otra de las consecuencias fue la frustración e impotencia al pensar que, además, había patologías que, a causa de la crisis del Covid, estaban quedando al margen.

El sentido de la muerte

Esther Turrado revela que en esta situación, la muerte cobró más sentido que nunca. «Lejos de alejarse del paciente para protegerse, los sanitarios sufrieron estrés postraumático; aún lo padecen, porque siguen recordando miradas de enfermos, conversaciones que no tuvieron tiempo de terminar. Sí, había muchos que por primera vez dejaron de ver pacientes con vida en sus unidades. Y, de repente, abrían una puerta y detrás de ella había muertos», dice.

Pero el Hospital es un organismo vivo y, por esa razón, no sólo los profesionales que estuvieron en plantas Covid tuvieron afecciones psicológicas. «Todos cuantos quedaron en la retaguardia ayudaron a que el Caule siguiera funcionando». Explican que los turnos de doce horas no fueron exclusivos de médicos y enfermeras porque la batalla de todos estaba centrada en el Covid. «Al personal no sanitario también le cambió la vida», afirman en alusión a los trabajadores de limpieza, de cocina, a los celadores o a los administrativos. «Ante esta situación sólo cabían dos opciones: o te derrumbas o vives la vida con una intensidad intolerable», revela Pilar Valbuena. La psicóloga revela que la ansiedad tiene la función de mantenernos alerta pero se vuelve excesivamente dañina cuando se mantiene en el tiempo. Ademas, Sergio Núñez incide en el sentimiento de culpabilidad que ha generado la enfermedad. «Todo lo que suponía estar fuera de tu puesto de trabajo generaba culpa». El Covid revolucionó todo el sistema y el virus impedía atender a los pacientes como antes. Esta situación hizo surgir muchos conflictos porque a medida que las ucis se llenaban, la capacidad de empatía con los demás disminuía. «Piensas que no dasvel cien por cien. No descansas y el resultado son sentimientos de irritación y cabreo». Estas emociones se dieron entre iguales, pero también hacia arriba y hacia abajo porque los profesionales que trabajan en el Caule tuvieron que aparcar todo aquello que no tenía que ver con la enfermedad.

Sin vida social

Pilar Valbuena añade que la decapitación de la vida social también ha dejado huella y constata que la vivencia de pérdida «la hemos sufrido todos». Sin embargo, considera que el Covid puede alumbrar algo bueno y asegura que una de las consecuencias ha sido el aumento de la responsabilidad individual. «Este bicho nos ha hecho madurar. Necesitamos tiempo para ver qué saldrá de todo esto, pero debemos ser optimistas». Esther Turrado es consciente de que estamos en un momento cuyos pobladores tienen dificultades para gestionar la frustración y advierte de que es importante que la sociedad no se instale en el sentimiento de pérdida. «Hay que aprender a vivir a pesar de la pandemia aún con todo el cansancio y la desesperanza que ha provocado». Una de las consecuencias de la pandemia fue el miedo de la población a no contar con todas las armas médicas a causa de los conocidos como triajes. Sin embargo, los especialistas dejan claro que no había razón que explicara el temor de los pacientes. «Se ha luchado por cada vida, y lo hemos hecho a brazo partido», defiende Francisco Rodríguez, que explica que el triaje, a pesar de lo que en los meses más duros del confinamiento se dijo, «no aboca a la gente a la muerte». «Al revés, todo el sistema se enfocó hacia el valor de la vida».