Diario de León

Aguirre vuelve al cine

El periodista y escritor Eduardo Aguirre entra en el alma de treinta películas para diseccionar los grandes problemas del hombre, los grandes temas de nuestro tiempo, los debates de nuestra civilización. Una manera de visionar la sociedad actual y las enseñanzas que nos ha dejado la gran pantalla. Es su reencuentro con el cine en su última obra, ‘Cine para caminar’, el extraordinario metraje de dar palabra al poder del séptimo arte

duardo Aguirre Romero y Rafael Carralero Carabias. DL

duardo Aguirre Romero y Rafael Carralero Carabias. DL

León

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Sentarse en la butaca de una sala de cine para dejar que una película te traspase es también un arte. A veces sucede además que te acompaña para siempre porque ha sido algo más que un entretenimiento, una lección de vida contada a través de la vida de otros en metraje largo, ciento y pico minutos de enseñanza en la gran pantalla.

En los cines se han forjado carreras artísticas, se han moldeado personalidades, se ha cambiado el rumbo de las personas. Quizá porque en solitario, aunque se vaya acompañado, a oscuras, aunque iluminen la estancia los fotogramas de la película, el tiempo se vuelve reflexión.

«Lo que el cine nos ha enseñado». Así resume el periodista, columnista y escritor Eduardo Aguirre su nueva obra, ‘Cine para caminar’, que no es ni un ránking ni críticas, quizá tampoco reseñas, son reflexiones en torno a películas que han cambiado la forma de pensar de quienes las ven.

En esa piel de cine pone Aguirre a los lectores, en treinta títulos míticos del séptimo arte que describen con profundidad el amor, el desamor, la bondad, la crueldad, la soledad, la guerra, el éxito, el fracaso, el arrepentimiento, el perdón, la solidaridad...

Quizá por eso ha escogido como lema la máxima que Atticus Finch repite a sus hijos en ‘Matar a un ruiseñor’: «Nunca se comprende realmente a un hombre hasta que te has calzado sus zapatos y caminado con ellos». Ponerse en la piel de los demás.

En esa piel de cine pone Aguirre a los lectores, en treinta títulos míticos del séptimo arte que analizan con profundidad el amor, el desamor, la bondad, la crueldad, la soledad, la guerra, el éxito, el fracaso, el arrepentimiento, el perdón, la solidaridad... «Todo lo que le querrías enseñar a un hijo», desfrana Eduardo Aguirre. Como lo que el viudo Atticus Finch «trata de inculcar a sus hijos, de nueve y seis años, que no deben juzgar por las apariencias o por la raza. Aquel verano, está defendiendo en los tribunales a un vecino de color acusado injustamente de violación. Hay ojos que miran con odio. Tanto como para ser capaces de matar un ruiseñor. Y si es horrible matarlo, también no percibir lo horrible de ese acto», explica el periodista.

Llegó al cine, a su poder, desde el salón de su casa, en una infancia de tardes compartidas con sus padres y hermanos, encadenando horas ante un televisor en blanco y negro, viendo en TVE ‘Sesión de Tarde’ y ‘Sesión de Noche’. De ahí le quedó grabada a fuego, como los títulos de las películas, una frase de su madre: «¡Esta la vimos tu padre y yo de novios!». Y ahí empezó su amor por el cine.

Después llegaron los cines de barrio, en horario infantil y luego saltándose los rombos aunque apenas tuviera catorce años, y de ahí al mundo adulto, de los clásicos a sus propios descubrimientos, como en la literatura.

Eduardo Aguirre da ahora el salto de su columna en el Diario de León, ‘Al trasluz’, que más que opinión es una reflexión con humor y amor de las cosas que suceden y se sienten —en donde el articulista se convierte en generador de conciencia—, a este libro que saldrá en abril editado por Gregorio Fernández Castañón, que sigue haciendo el milagro de dar papel a las palabras.

En el salón de su casa, viendo ‘Sesión de Tarde’ en la tele, le quedó grabada a fuego, como los títulos de las películas, una frase de su madre: «¡Esta la vimos tu padre y yo de novios!». Y ahí empezó su amor por el cine

Sería extraño hablar de cine sin imágenes, por eso la obra plástica la aporta Rafael Carralero Carabias, profesor en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Politécnica de Valencia, autor de ‘Latens’ y ‘De Lumine’, considerado uno de los pintores que más innova en pintura de paisaje, con cuadros de gran formato, en el límite entre la figuración y el informalismo. Ha creado treinta obras sobre papel en técnicas mixtas de pastel, grafitos, carbones, ceras, lápices de colores, lápices conté y acuarelas.

«Carralero Carabias no ha ilustrado mis visiones sino plasmado las suyas», explica Eduardo Aguirre. «Son dos libros en uno porque Rafael ha compuesto treinta bandas sonoras gráficas», añade.

En radiografiar la sociedad actual a través de obras de arte tiene experiencia Aguirre. Su primera incursión fue en ‘Doce cuadros sin piedad’ en la Revista del Diario de León, su periódico de cabecera, analizando a través de la pintura los siete pecados capitales y cinco más. Luego, con ‘Préstame tus zapatos, doce películas para caminar juntos’ y la secuela actual.

Tiene otras incursiones más arriesgadas para alguien que se confiesa del Madrid en una casa del Barça y que además no entiende de fútbol. Pero aceptó escribir en el Diario unas crónicas sobre el Mundial de Fútbol desde el salón y con humor. Acabó en una reseña del ‘The New York Times’. En el noveno artículo, titulado ‘Pobre Carbonero’, hizo una defensa de la periodista, novia entonces el porterio Iker Casillas, a la que se culpabilizaba en los medios ingleses, dentro de una guerra psicológica sensacionalista, de la derrota de España ante Suiza. En su crónica escribió: «Tranquila Sara Carbonero, también a Yoko Ono la culparon de la separación de los Beatles». Un periodista del ‘The New York Times’ que publicaba un blog en la edición digital seleccionó ese comentario junto con un artículo de ‘El País’ y otro del ‘Marca’. Una ironía que el periodista estadounidense entendió al pie de la letra.

Ahora, Aguirre se adentra en grandes temas de nuestro tiempo, debates de nuestra civilización a través de treinta películas. La más antigua ‘Sombrero de copa’ (Mark Sandrich, 1935, interpretada por Fred Astaire y Ginger Rogers), la más reciente ‘Lucky’ (John Carroll Lynch, 2017, protagonizada por Harry Dean Stanton).

La guerra: ‘Salvar al soldado Ryan’, ‘El arpa birmana’, ‘La vida es bella’, ‘Adiós, muchachos’, ‘Nagasaki’. La cicatrización de una herida espiritual: ‘Paris, Texas’, ‘Gran Torino’, ‘El rey pescador’. La deshumanización en el trabajo: ‘Network’, ‘Tiempo modernos. El precio de la mentira: ‘El hombre que mató a Liberty Valance’. La alegría de vivir: ‘Sombrero de copa’, ‘Una noche en la ópera’, ‘Bienvenido, mister Marshall’. El racismo: ‘Matar un ruiseñor’, ‘Crash’. Los perdedores: ‘Ciudad Dorada’, ‘Los santos inocentes’. La familia: ‘Qué verde era mi valle’, ‘Boyhood’. El derrumbe personal: ‘El nadador’. El vitalismo: ‘El tesoro de Sierra Madre’. La fantasía: ‘Medianoche en París’. El perdón: ‘Broadway Danny Rose’. La soledad del ganador: ‘El retorno del rey’.

Le atraen los retos a Aguirre. Tal vez por eso, se ha atrevido hasta a interrogar al autor de ‘El Quijote’ en ‘Entrevista a Cervantes’ y a ponerle voz de mujer. Porque si sobre el escenario él hace de él mismo, la actriz mexicana Ángeles Rodríguez Bastar-Mérito se caracteriza del genial escritor para interpretar juntos ese ‘blues del humor’ que impregna la vida literaria de Cervantes. Y algo en común tiene, porque el humor y la ironía son los instrumentos que utiliza Aguirre para entrar en el alma de los hombres y desgranar sus vaivenes.

Está además Eduardo Aguirre en ese grupo de estudiosos de la obra de Miguel de Cervantes Saavedra. «El humor cervantino nos revela quién fue Cervantes pero también quiénes somos nosotros». Y otra teoría más: «Lo divertido no es antónimo de lo serio sino de lo aburrido, ni lo sencillo sinónimo de lo fácil».

De todo eso, y de literatura, habla en sus columnas en ‘El Nacional’, el periódico de Venezuela que edita el suplemento ‘Papel Literario’.

Mil aventuras. La última, este reencuentro con el cine. Como un exiliado que regresa a casa.

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